Los nietos, una de las nuevas pasiones de Antonio Alzamendi

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El velocista que corría descalzo, comía salteado, se hizo futbolista y logró el éxito: la vida de Antonio Alzamendi

La historia de Alzamendi, quien de niño cenaba mate dulce, corría los 100 m descalzo en 11 segundos, se hizo futbolista, llegó al éxito, y hoy su nombre está en la tribuna del Estadio Landoni y en una calle de Durazno
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24 de abril de 2021 a las 05:04

Creció en una familia muy humilde y muchas veces cenaba galletas con mate dulce, fue policía y lo mandaron preso por haberse cambiado la ropa en un baile que debía custodiar. Cuando jugó en Independiente, Julio Grondona lo quiso nacionalizar para que defendiera a la selección argentina, pero él se negó.

De niño allá, en Durazno, esperaba que un señor que trabajaba en OSE saliera a las 5 de la tarde porque era el único que tenía pelota de cuero. Antes de esa hora jugaba con sus amigos con una de plástico o hacían una de trapo con varias medias que rellenaban con trapos. Eran épocas en la que tener una pelota de cuero era un lujo.

De grande no cambió, porque cuando jugaba en Independiente, tenía un pájaro Maina de la India que es el que mejor imita la voz humana y le enseñó a decir “dale rojo”. Entonces cuando le ganaban un clásico a Racing, lo ponía en el balcón y le gritaba a los hinchas rivales que lo querían matar.

En Durazno fue elegido el mejor jugador de fútbol de la historia de ese departamento. Una de las tribunas del Estadio Silvestre Landoni lleva su nombre, y desde hace un par de semanas, hay una calle que también lo tiene como protagonista.

Antonio Alzamendi con dos de sus perros; la blanca, es Morita, nombre que le puso en honor al uruguayo Rodrigo Mora, quien también fue campeón de la Libertadores con River argentino, igual que él, pero muchos años después

Ahora vive en Cardona y trabaja en la inmobiliaria Martínez Alzamendi. Ya se vacunó con las dos dosis contra el covid-19 y dice estar más tranquilo, aunque admite que "el tema (de la pandemia) está bravo". Le quedan pocos de los más de 500 pájaros que llegó a tener y a uno de sus perros le puso Morita, por el uruguayo Rodrigo Mora, quien, al igual que él, ganó la Libertadores con River.

Siente “orgullo” por sus cuatro hijos, dos de ellos trabajan en el fútbol. Uno, Juan Manuel, como preparador físico en Nacional y la única mujer, Vanessa, como psicóloga en Rentistas.

Aquel Hormiga, al que bautizaron así porque con ocho años se subía a los camiones de sandías, las pinchaba, les sacaba un pedazo, lo comía y las volvía a tapar sin la pulpa, se transformó en un jugador inolvidable.

En el fútbol, fue campeón uruguayo con Peñarol y Nacional, en Argentina con Independiente y también con River, con el que ganó la primera Copa Libertadores para ese club en 1986 y con un gol suyo, la primera Intercontinental. En Tokio ganó el auto al mejor jugador y se lo regaló a cuatro laburantes de River.

Con la selección uruguaya, participó de dos Mundiales y ganó la Copa América de 1987, ganándole la semifinal al local -con Diego Maradona incluido- con un gol suyo, el que más gritó en su vida.

El gol que le dio la Copa Intercontinental a River en 1986

Antonio Alzamendi supera a la leyenda. Fue un futbolista de los más veloces que dio el fútbol uruguayo. Guapo, encarador, goleador. No le faltó nada.

“Salí campeón liceal en velocidad; corría en postas y lo hacía descalzo porque no me gustaban los zapatos de clavos. En los 100 metros cronometraba 11 segundos. Delfino Alonso fue mi profesor en la selección de Durazno y me quiso llevar a atletismo, pero me dediqué al fútbol”, conto Alzamendi a Referí.

En su casa no paraba de escuchar a Sandro, era su ídolo. Pero también Raphael, Los Iracundos. Dice que era “cumbiero abierto” y lo sigue siendo.

Un amigo de niño quien con el tiempo fue su cuñado, le transmitió su amor por Independiente. “Escuchábamos con una Spica al gordo Muñoz en el techo de mi casa. Me hizo hincha de Independiente”. Entonces él que se crió escuchando los nombres de los futbolistas del rojo, quería ser como Bertoni. Y en los picados en la Cuarta de Wanderers de Durazno jugaba a ser Bertoni mientras su amigo, Jorge Peralta, era Bochini. Sueños de botija. Sueños que fueron realidad.

Los cuatro hijos de Alzamendi: Juan Manuel, preparador físico de Nacional, Vanessa, psicóloga de Rentistas, Damián y Marcelo

“La vida me dio esa increíble posibilidad de jugar al lado de Bochini porque yo jugaba en Sud América y me llevaron a Independiente cuando vendieron a Bertoni”. El Pato Pastoriza y Grondona lo vinieron a ver al Centenario en un partido que jugó Uruguay contra España en 1978 (0-0). “Jugué un partidazo. Entré al vestuario y Nacional y Peñarol me querían, pero decidió mi padre. ¿Sabés lo que era un pase internacional en esa época? Algo increíble”.

Allí tanto él como su padre se subieron por primera vez a un avión para ir hasta Buenos Aires.

“Mi viejo era policía y económicamente la pasábamos bastante mal de chicos. Éramos siete hermanos. Mi vieja no comía para darnos de comer a nosotros. Hasta el día de hoy tengo la mesa que comíamos todos los hermanos con mi padre. En la cena, mamá hacía gofio, mate dulce con galletas. Así pasábamos los días. Con mi padre salía a pescar y vendía pescado para poder comer, y así nos fuimos criando. Pero fuimos muy felices. Comía bacalao muy seguido y ahora me hablás de bacalao y no quiero saber nada. Mi vieja, que era empleada doméstica, me llevaba al trabajo y yo me quedaba jugando con el bebé de la casa que tenía juguetes en pila”. Tulia Gladys era su mamá y su papá, Antonio.

Estos son algunos de los goles de Alzamendi para Peñarol en 1985

Cuando se fue de Wanderers, su padre le dijo que empezara a trabajar para poder ayudar en casa. Entró en la Policía. “Agarrar un arma era rarísimo, pero me enseñaron. Tenía compañeros formidables. Hacía guardias en Durazno, terminé muchas veces en el calabozo. Fuimos a un baile con un amigo policía, él cuidaba afuera y yo adentro. Me saqué el revólver, el gorro y me puse a bailar. El Pucho (su amigo) se mamó y nos agarraron a los dos y nos metieron presos en la comisaría. Mi viejo era comisario y se agarraba cada calentura conmigo. Era desprolijo porque no tenía conciencia. Con mi primer sueldo, le compré zapatos y bombachas a mis hermanas. Fue una etapa espectacular, y soy agradecido a mis compañeros. Con ellos me fui dando cuenta que el fútbol no era joda, porque muchos eran compañeros del fútbol”.

Su vida en Buenos Aires

El mismo Pato Pastoriza que escuchaba en aquella Spica arriba del techo de su casa, fue quien lo llevó al rojo de Avellaneda y era su técnico. “Era algo increíble. Lo contás y no te lo creen. Grondona, era un tipazo conmigo”. Llegaron al otro día que Argentina salió campeón del mundo. “Galván y Trossero se me acercaron enseguida. Vino Bochini y me dijo: ‘Sentate al lado mío. ¡Me temblaban las piernas! Imaginate. El Beto Outes me regaló los primeros zapatos Adidas”, recuerda con alegría.

Se fue a vivir a la casa de un tío de su primera esposa en la localidad de González Catán. “Me tomaba un ómnibus de ahí al barrio de Once, y de ahí a Avellaneda. Demoraba un disparate. Me levantaba a las 5, salía a las calles que estaban llenas de barro. Me lavaba los pies en una canilla en la ruta y de ahí me tomaba el ómnibus. El chofer era de Independiente y no me cobraba. A casa llegaba a las 5 de la tarde”.

Antonio Alzamendi con Independiente de Avellaneda; arriba aparece el arquero uruguayo Carlos Goyén y abajo Ricardo Bochini, entre otros

Entonces un día el Pato Pastoriza le preguntó dónde vivía. Cuando le contó, el técnico le respondió: “’No, no muchacho’. Me llevó a pasar a buscar a mi esposa que estaba embarazada, nos puso en un hotel en Constitución y en una semana me dieron un apartamento espectacular a dos cuadras de la cancha. Tuve un apoyo impresionante de la gente de Independiente. Salimos campeones del Nacional de 1978 contra River con un equipazo. Ellos tenían a Fillol, Passarella, Alonso, Luque y Ortiz, todos venían de ser campeones del mundo con Argentina meses antes. Le ganamos 2-0 y la gente me quería muchísimo. De ahí salió la famosa canción que me hicieron, ‘Uruguayo hay uno solo, uruguayo sí señor, uruguayo es Alzamendi, pone huevo y corazón’. Te podés imaginar lo que era para mí esa tribuna. Mis amigos de Durazno me contaban que cuando escuchaban esa canción, lloraban de la emoción”, comenta.

Mostró todo lo que hacía y en pocos partidos con el club, Julio Grondona lo quiso nacionalizar para que defendiera a Argentina en el Mundial de España 82.

“Le dije que no. Soy uruguayo y voy a jugar en mi selección”, recuerda aquel diálogo.

De allí pasó a River en el que estaban Juan Ramón Carrasco y Alfredo De los Santos, pero duró poco porque tuvo un encontronazo con el presidente Aragón Cabrera.

Antonio Alzamendi cuando jugaba en Sud América

Antes de las luces de Independiente y River, su primer club profesional fue Sud América. Ovidio Cabal y Cid de la Paz hablaron con Roque Santucci, y llegó al club. Pero antes estuvo viviendo en el Parque Central con Darío Pereira, Juan Ramón Carrasco, Adán Machado y varios más jugadores de aquel Nacional inolvidable de Miguel Ingomiriello en juveniles. Tenía 15 años y se volvió para Durazno. También Hugo Bagnulo lo hizo ir “a una práctica en Peñarol. Estaban Morena, el Indio Olivera, pero Wanderers de mi ciudad no aceptó la oferta y entonces me fui a Sud América”.

Fue a vivir con Washington Antúnez el “10” del equipo, en una pensión en una casa de familia. Comían en la cantina de Santucci, “pero no teníamos dinero para el ómnibus e íbamos a pie a entrenar al Fossa”.

Carrasco le presentó a Casal

Juan Ramón Carrasco un día le dijo que conociera a una persona que lo iba a hacer crecer en el fútbol. “Conocí al mejor tipo en el fútbol que es Paco Casal. Juan me lo llevó a mi casa en Punta Gorda y me lo presentó. Paco me llevó a jugar a México, y vivimos en la misma habitación de un hotel como un mes. Me preguntó si quería que me representara y le dije que sí y ahí arranqué hasta el final de mi carrera. ‘¿Cuánto querés ganar?’, me preguntó. Yo me conformo con un sueldo y prima de US$ 80 mil por mes. Ahí me hizo ganar más de US$ 300 mil por mes. Hacíamos todo juntos, me aconsejaba, yo estaba un poco asustado por quedarme solo en México. Entonces me llevó a toda mi familia para que estuviera tranquilo. Recuerdo que al principio estábamos medio pelados, pero para figurar, íbamos a los más restaurantes más caros”, dice.

Casal lo llevó de regreso a River, cuando ganó todo con los millonarios. Pero casi no queda. La revisación médica arrojó que tenía mal una rodilla. Paco le dijo al presidente Hugo Santilli: “Si se rompe esa rodilla, le devuelvo la plata”. Santilli confió y me fue notable en River. Se lesionó Amuchástegui contra Wanderers, debuté, y después en ni segundo partido, contra Boca, hice un gol”.

La alegría de Antonio Alzamendi con la Copa Toyota y la llave del auto que ganó por ser elegido el mejor jugador de la final de la Copa Intercontinental con River de Argentina ante Steaua de Bucarest, al que le ganaron 1-0 con un gol suyo

En River además, había cuatro uruguayos más: el Tano Gutiérrez, Mario Saralegui, el Pocho Navarro y Villazán.

“El Tano y Ruggeri nos decían antes de salir: ‘Muchachos, ustedes hagan goles arriba, que a nosotros atrás no nos hacen ninguno. Era un equipo de hombres y nivel de peso en fútbol. Alonso, el Tolo gallego, Pumpido, un equipo formidable. Después estaban los pibes Caniggia que era mi suplente y corría más rápido que yo, Troglio, Pipo Gorosito…”

River nunca había sido campeón de América ni del mundo y Antonio vivió esa experiencia. En Tokio, en la Copa Intercontinental, ante Steaua Bucarest, fue la única vez que River logró ese título y él fue protagonista al convertir el gol. Hoy lo recuerda así: “El tiempo le va dando más dimensión en la gente, porque capaz que muchos que no me vieron jugar, preguntan quién era Alzamendi, entonces parece como que uno está vivo todavía. Te digo la verdad, en el gol me acordé de mi padre y de Paco, porque fue el que siempre creyó en mí, incluso estando lesionado”.

Ruggeri fue determinante para que lo llevaran a Logroñés de España. Habían ido a buscar al zaguero de la selección argentina, compañero suyo en River, y este dijo que si no iba Alzamendi, él no viajaba.

Antonio Alzamendi y Óscar Ruggeri en Logroñés; en el medio aparece Francisco Cruz

“El presidente de Logroñés hablaba con el Cabezón Ruggeri y yo le hacía señas: ‘Llévame a mí’. Y ahí le dijo: ‘Yo voy si llevamos a ese señor’ y me señaló. Yo era canoso, y el presidente le contestó ‘él es muy viejo’. Ruggeri le volvió a decir: ‘Llévelo que él es quien va a hacer los goles decía el presidente. Él le va a hacer los goles’. Hice varios goles. Quique Setién, quien fue técnico de Barcelona hace poco, jugaba conmigo y jugaba muy bien”, explica.

Nacional, Peñarol y la selección

En 1983, se conformó el llamado “Nacional de las Estrellas”, al que llegó Alzamendi junto a otras figuras de renombre como el argentino Miguel Brindisi.

“Tuve una lesión, una pubalgia, que nadie lo sabía. La aguanté jugando hasta que no pude más. Ganamos un Uruguayo, hice goles que creo que fueron importantes y era un grupo sensacional. Tuve al mejor gerente deportivo de mi vida que fue (Manuel) Ucha. Si me habrá ido bien de Nacional que, con el tiempo, hablé con él y coloqué a Alfonso Domínguez, por la gran amistad que tenía y porque él tenía su cartel”, indica.

El pasaje de Antonio Alzamendi en Nacional; en la foto, junto a Rodolfo Abalde y Wilmar Cabrera

En aquel equipo estaban, entre otros, además, el Pato Aguilera, Rodolfo Rodríguez, Berrueta y Luzardo quien fue el goleador. El técnico era el argentino Miguel Basílico “que le pegaba a la pelota descalzo en pleno invierno, nunca vi una cosa igual. Era un tipo sensacional, tenía un gran cariño conmigo. Quizás me arrepiento un poco no haberle rendido más en su confianza. Después vino Víctor Espárrago, un tipo bárbaro”.

Y añade: “Tengo un gran recuerdo y un gran cariño por Nacional. No soy de esos tipos que son de Peñarol y soy anti Nacional. El martes contra Argentinos Juniors quería que ganara Nacional. Lo digo con cariño y porque soy uruguayo. Me hubiese gustado que el técnico nuevo (Cappuccio) debutara con un triunfo porque es un tipo que agarró un equipo chico y logró cosas impresionantes, y después, porque está mi hijo, ni hablar”.

Dos años después llegó a Peñarol de la mano de Casal.

“Fue espectacular (se ríe). Tuve unos compañeros divinos que me ayudaron mucho porque venía de una lesión, no había jugado. Recuerdo a Fernando Álvez, al Chueco Perdomo, a (Amadís) Errico quien me bancó con todo como dirigente. Convertí 13 goles en 12 partidos, fui campeón uruguayo y goleador del torneo”, comenta.

Antonio Alzamendi en Peñarol, ante la marca de José Luis Pintos Saldanha de Nacional en un clásico

De técnico “estaba Máspoli, que era un fenómeno. Se creó un ambiente bárbaro con Hurtado, Oddine, y otros. Debuté contra Cerro, hice dos goles y después no paré. Anduvimos muy bien, arrasamos. Para ser goleador, me faltaba un gol y el gol número 13 se lo hice a Nacional; el arquero era Velichco. Te podés imaginar la alegría que tuve por haber logrado eso”.

Con la selección fue a dos Mundiales y ganó la Copa América de 1987 en Argentina.

Previo a la Copa del Mundo de México 86, Uruguay enfrentó justo a México en un amistoso en Los Ángeles y se armó un gran lío.

“Rodolfo (Rodríguez) le pegó a uno y empezaron a entrar mexicanos por todos lados. De repente nos encontramos solos con Venancio (Ramos) en un rincón y él agarró el palo del córner para defenderse porque eran muchísimos. Ahí nos quedó el mote de que pegábamos, llegamos al Mundial como los malos, y no tenía nada que ver”.

Así fue el gol de Alzamendi a Alemania en el Mundial de México 86

El debut con Alemania llevo a que Antonio convirtiera enseguida el 1-0, pero Allofs empató faltando poco: “Empecé bárbaro. Después no entendí por qué me sacó Borrás. Podíamos haber sido campeones sin ninguna duda”, explica.

Antonio Alzamendi elude a Schumacher y anotará el 1-0 de Uruguay sobre Alemania en el Mundial de México 86

Admite que le dio “vergüenza” haber perdido el segundo partido del grupo 6-1 ante Dinamarca. “Fue la vergüenza más grande que viví en mi carrera en el fútbol. Son cosas que suceden. Después España les hizo cinco goles”.

Tras el 0-0 ante Escocia, no jugó el partido decisivo contra Argentina. “Estuve en el banco. Ruggeri me dijo después que Bilardo en la charla previa les dijo que había que tener cuidado con Alzamendi y Ruben Paz, y ninguno de los dos fue titular”.

Borrás estaba suspendido y desde una cabina con un walkie talkie, daba las órdenes al banco. Hasta que los propios jugadores vieron que se les iba el Mundial porque perdían 1-0 y ellos mismos decidieron que entrara Paz. “Se caía de maduro que tenía que entrar. ‘Entrá por el que quieras’, le dijimos (se ríe). Ahí tiramos el walkie talkie”.

La selección cambió de técnico. Llegó Roberto Fleitas y había que jugar la Copa América de Argentina en 1987.

Para llegar a la concentración en la localidad de Moreno, desde donde los dejaba el ómnibus debían caminar por la ruta como un kilómetro para llegar. “Era tremendo. No entrábamos en la cama. A veces, dormíamos vestidos por el frío que hacía y la poca calefacción. Eran otras épocas. Metimos como locos con gurises, como Domínguez, Matosas, Bengoechea, Enzo. Ganamos un partido espectacular ante Argentina con Diego (Maradona) y tres compañeros míos en River: Ruggeri, Pumpido y Enrique. Mi gol para el triunfo fue el que más festejé en mi vida. Porque era mi selección, por mi país, por mi gente. También porque tenía mucha rabia interna de lo que había pasado en 1986, porque sabía que podíamos haber llegado más arriba en ese Mundial”.

Alzamendi ante su excompañero de River, el Negro Enrique en el partido que Uruguay derrotó 1-0 a Argentina en la Copa América de 1987

Recuerda lo que era Maradona: “Junto con Bochini y Alonso, fue una satisfacción de tenerlos a estos dos como compañeros y de rival a Maradona. Para mí era una película aparte, me encantaba verlo jugar. Fue un tipazo, no tuve amistad, pero varias veces tuve un diálogo gracias a Ruggeri o a otros compañeros y el gusto de charlar. Era un tipo sensacional. Como jugador, un genio”.

Y agrega: “El problema que tuvo (con las drogas), tenemos que aprender todos que esas cosas nos pueden pasar a cualquiera, a un hijo, a un padre, y tener conciencia que tenía una enfermedad y que mucha gente no lo ayudó y no pudo salir. Pero lo que él hiciera en su vida privada, era problema de Maradona. Sí me molestó mucho la forma en que se trató a un jugador de esa índole que hizo llorar de emoción a todo el mundo, porque era un fenómeno. Incluso uno siendo uruguayo, lo admiraba toda la vida. El que diga que no, está mintiendo. Fue un genio”.

La vuelta olímpica con la Copa América de 1987 en el Monumental de Núñez, junto a Enrique Peña, Alfonso Domínguez y Jorge Seré, arquero suplente

A la hora de hablar de la celeste de hoy y de ser consultado por Suárez y Cavani, enseguida dice “chapeau”. “Me saco el sombrero. Lo mejor que he visto. Unos fenómenos. Yo decía que Cavani no tenía techo y ahí no me equivoqué, porque se hablaba mucho de Suárez y yo decía que Cavani es un fenómeno, con otro perfil, con otra característica de juego. Pero los dos son unos fenómenos, dos futbolistas clase A. No tengas dudas que están entre los 10 mejores jugadores del mundo. Por algo los quieren a la edad que tienen. A uno lo daban por muerto en Barcelona, pasó a Atlético y la rompe. Cavani en Manchester también. Como uruguayo estoy orgulloso de ellos”.

También cuenta que ellos dos y Forlán, lo hicieron “llorar en el Mundial de Sudáfrica 2010, me volvieron a revivir las ganas de la selección uruguaya, de querer, de ganar. Ahí ya lo viví como hincha. Las Eliminatorias de Sudáfrica fueron mortales. El Loco Abreu, ver meter a Diego Pérez que se tiró de cabeza, se partió la ceja y siguió jugando, el otro chiquitito Arévalo Ríos. Cosas que son impresionantes y son temas que a uno lo emocionan y te hacen sentir orgulloso de haber sido jugador de fútbol y cómo quieren la camiseta”.

También lloró pero de tristeza y no de emoción cuando sus dos clubes en Argentina, Independiente y River, descendieron.

“Lloré porque prácticamente mi carrera deportiva la hice en Argentina, y ver cómo los hicieron descender, el poder del dinero, y los que decían que amaban a River o Independiente, los mandaron a la B.  Fue un dolor bárbaro que sucediera, porque no se lo merecían. Es como te digan que mañana descienden Nacional o Peñarol. No seas malo, no pueden descender”, dice.

Con Marcelo Gallardo, exjugador de River y actual técnico, se equivocó.

Marcelo Gallardo cuando dirigió a Nacional

“Pensé que Gallardo iba a fracasar cuando Nacional lo contrató como técnico, porque para el fútbol uruguayo es muy jodido y él era un técnico que recién arrancaba. Son pocos los técnicos que logran llegar a un nivel de esos apenas agarran un equipo. Son más los fracasos que los aciertos. Yo como técnico, no jugaría y sería entrenador. Él había dejado de jugar e iba a dirigir a sus excompañeros. Es mi pensamiento, no digo que esté mal. Pero me tapó la boca. Después, en River fue un bombazo. Gallardo había salido campeón y yo dije que tenía que irse, para que volviera más adelante tranquilo. Sin embargo, el tipo me volvió a tapar la boca. Ya van dos veces que me tapa la boca. Ahora no digo más nada (se ríe). No tuve la suerte de hablar nunca con él. A Gallardo lo admiro como técnico. Es un fenómeno”.

Hoy, uno de sus hijos es el preparador físico de Nacional y su hija es psicóloga en Rentistas: “Estoy orgulloso de mis cuatro hijos, pero el hecho de que dos estén en el deporte, me da más orgullo. La nena me salió futbolera abierta, se recibió se psicóloga y trabaja en Rentistas, y mi hijo está haciendo una gran carrera en Nacional. No va por el nombre Alzamendi, la peleó de abajo, lo hizo él solo con esfuerzo.

Antonio es un pedazo de historia en Durazno. Una tribuna del Estadio Silvestre Landoni lleva su nombre y ahora, una calle de su ciudad.

Damián, uno de los hijos de Antonio Alzamendi, se muestra feliz con el nombre de su padre en una calle de Durazno

“La vida te da esos premios que no los esperás, nunca los pensé. Jugué al fútbol por amor a la camiseta y por trabajo. Quería ser importante en el fútbol, ser una figura para poder lograr los objetivos. Soy un jugador que, gracias a Dios fui elegido el mejor de la historia de Durazno. La gente votó para que una calle tuviera mi nombre y una tribuna en el Estadio Silvestre Landoni. Ni hablar que es un orgullo y estoy agradecido de por vida por todo lo que me brindó mi pueblo. Mi vieja vio cuando inauguré la tribuna, pero mi viejo no, y me hubiera gustado que él viviera para verlo. Hubiera sido un orgullo para él que su apellido estuviera allí. Mis hijos ya lo ven y mis nietos lo van a ver”, sostuvo.

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