Ucrania y la sombra de los nazis

Cuando ambas partes se acusan entre sí de ser los herederos de Hitler, el compromiso se vuelve casi impensable

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12 de mayo de 2022 a las 15:03

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Gideon Rachman

No hubo ninguna victoria que Vladimir Putin pudiera celebrar en el Día de la Victoria. En lugar de ello, el líder ruso se encuentra sumido en una guerra agotadora, inconclusa y cada vez más humillante.

Antes de su gran discurso en la Plaza Roja para conmemorar la victoria en la segunda guerra mundial, el presidente ruso tenía tres opciones, ninguna de ellas buena. Podría empezar a reducir paulatinamente la guerra en Ucrania, lo cual implicaría aceptar que Rusia habría fracasado en la consecución de la mayoría de sus objetivos. Podría intentar alentar a las tropas y a la nación, pero no anunciar ningún cambio importante de política. O podría intensificar, de palabra o de acción, quizás anunciando una movilización militar o insinuando el uso de armas nucleares.

En este caso, Putin eligió la segunda opción, lo que ilustra cuán atascado está. No tiene una vía rápida hacia la victoria. Pero la derrota es inaceptable.

Al tachar una vez más al gobierno ucraniano de "neonazi", Putin se ha puesto en un aprieto retórico. Después de todo, ¿cómo se puede hacer un trato con el fascismo? Pero Putin no es el único líder que insiste que está volviendo a librar la segunda guerra mundial. En su propio discurso del 9 de mayo, Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania, acusó a Rusia de repetir "los horribles crímenes del régimen de Hitler".

La segunda guerra mundial también se cierne sobre la forma en que EEUU y sus aliados de la OTAN están pensando en el conflicto de Ucrania. Ben Wallace, secretario de defensa británico, acaba de acusar a Rusia de "imitar el fascismo" de la década de 1930.

Un paquete masivo de miles de millones de dólares en ayuda a Ucrania, que fue aprobado recientemente por el Congreso de EEUU, fue llamado "Ley de Préstamo y Arriendo de Defensa de la Democracia de Ucrania". Se trata de una evocación deliberada de la Ley de Préstamo y Arriendo de 1941, mediante la que EEUU le entregó armas a Gran Bretaña para luchar contra los nazis.

Existe un peligro evidente en una situación en la que ambas partes se han convencido — hasta cierto punto — de que están luchando contra los nazis. Esto hace que el compromiso o un acuerdo de paz sea mucho más difícil. A Hitler no se le dio una 'rampa de salida'.

La segunda guerra mundial terminó con los tanques rusos en Berlín y Hitler muerto en su búnker. Pero la Alemania nazi no tenía armas nucleares. Una lucha hasta el final es difícil de imaginar en una era nuclear, cuando 'el final' podría ser el Armagedón.

La realidad es que, debajo de la retórica sobre los nazis, hay algunos indicios de que todas las partes han aceptado que la "victoria total" no es posible. El Kremlin ya ha ajustado sus objetivos bélicos. El objetivo inicial de tomar Kiev y decapitar al gobierno ucraniano ha tenido que ser abandonado; o, al menos, puesto en pausa indefinidamente. Rusia incluso está teniendo dificultades para alcanzar sus objetivos bélicos revisados de la ocupación de Donetsk y Luhansk.

Ante esta situación, Putin podría decidir finalmente ponerle fin al conflicto, después de obtener algún compromiso con la idea, al menos, de una "desnazificación" en Ucrania y garantías de neutralidad ucraniana. Zelensky ya ha señalado que aceptará la neutralidad, a cambio de algún tipo de garantías de seguridad occidentales.

Pero, tal como lo ven los altos funcionarios de Washington, el problema central es ahora el territorio. Putin aún no puede aceptar un acuerdo de paz en el que Rusia no gane absolutamente nada, a cambio de miles de soldados muertos y heridos. Pero Zelensky no puede aceptar un acuerdo de paz que implique ceder más territorio ucraniano, más allá de Crimea.

Mientras Rusia lidia con todos sus problemas en el campo de batalla, está aumentando la tentación en la alianza occidental de adoptar objetivos bélicos más expansivos. La narrativa oficial de EEUU es que sus objetivos siguen siendo los mismos que el 24 de febrero, cuando Rusia lanzó su invasión. El objetivo central es ayudar a Ucrania a resistir la agresión rusa y a sobrevivir como Estado independiente.

Pero también hay voces influyentes en Washington, Londres y otras capitales, como Varsovia, que ven ahora la oportunidad de "expulsar a Rusia de la escena mundial", como dice un exfuncionario estadounidense. Este tipo de pensamiento se reflejó en las declaraciones del mes pasado de Lloyd Austin, el secretario de defensa de EEUU, en las que afirmó que EEUU buscaba ahora "debilitar" a Rusia de forma permanente.

Conseguir un debilitamiento permanente de Rusia sería claramente una gran victoria geopolítica para Occidente. Reduciría la amenaza a la seguridad de Europa, disminuiría el aliado más importante de China y daría nueva credibilidad a la insistencia del presidente Joe Biden de que "EEUU está de regreso".

Pero adoptar abiertamente una política de "debilitar a Rusia" también conlleva riesgos importantes. Aumenta los peligros de una escalada, incluyendo una escalada nuclear. Y también corre el riesgo de validar la narrativa del Kremlin de que la guerra está impulsada por la animadversión de la OTAN contra Rusia, en lugar de la agresión de Rusia hacia Ucrania. Esto, a su vez, puede debilitar el apoyo internacional a los esfuerzos de EEUU por aislar a Rusia.

Sabiendo todo esto, la Casa Blanca se está esforzando por mantener la disciplina del mensaje en la alianza occidental. Una escalada retórica no sólo supone un riesgo de escalada en el campo de batalla. También hace que un eventual acuerdo de paz sea aún más difícil de alcanzar.

La realidad es que, a pesar de todo lo que se dice sobre los nazis y los préstamos y arriendos, la analogía más cercana es la guerra afgana, en la que, a lo largo de una década, EEUU y sus aliados apoyaron a los afganos que luchaban contra el ejército ruso de ocupación. Algunos funcionarios occidentales incluso evocan la guerra de trincheras de 1914 a 1918, en la que dos bandos se enfrentaron durante años en un extenso frente.

La sombría conclusión es que la conclusión de esta guerra no está a la vista.

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