Cuando yo era estudiante en los 80 Nicaragua era un tema ineludible. Los revolucionarios sandinistas al mando de Daniel Ortega habían derrocado a la dictadura de los Somoza y puesto fin a casi ochenta años de un intervencionismo ominoso de Washington que, desde la famosa Nota Knox en 1909, ponía y sacaba presidentes a su antojo. Hasta que en 1934 se quedó con el que le hizo el trabajo sucio de traicionar y fusilar al liberal patriota Augusto César Sandino: Anastasio Somoza padre (el ‘Tacho’), a la sazón jefe de la Guardia Nacional.
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