Pancho Perrier

Una muerte absurda y una conmoción nacional

Mientras la familia, amigos, la Justicia y buena parte de la opinión pública sigue preguntándose el por qué de tamaña y cruel sinrazón, por unos días el tema de la seguridad dejó de ser eje de la agenda de gobierno

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04 de diciembre de 2021 a las 05:03

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Muertes violentas en Uruguay hay muchas, lamentablemente. Pero la del joven Lucas Zanolli provocó esta semana una conmoción como pocas en los últimos tiempos. Fue una de esas noticias que atraviesan a la sociedad, aún a los que están bien lejos de seguir las noticias policiales.

Siempre es absurdo ver una vida cortada a los 18 años. Pero en el caso de Lucas se agregaron razones que fácilmente generan empatía, porque su perfil se parece mucho a lo que uno quisiera para sus hijos: alegre, buen estudiante, con muchos amigos, inquieto, emprendedor, con una vocación clara, en su caso por la mecánica y los autos. 

También influye la era de las redes sociales, bajo la cual la búsqueda de personas ausentes adquiere un nuevo contexto: cada persona que comparte una imagen del desaparecido, o incluso los que lo ven compartido por un conocido, pasan a sentirse parte de un mismo colectivo, expectante de su suerte, esperando que se trate de un acto de irreflexión, como pasó con algunas de las últimas personas que desaparecieron sin explicación y que aparecieron a las pocas horas luego de que su cara se hiciese conocida por todo un país a través de las redes, incluso antes de llegar a los medios. En el impacto también incide el contexto en el que se dio el crimen: el contacto con un desconocido para realizar una venta a través de plataformas web es algo que miles de nosotros hemos hecho alguna vez.

Pero esta vez no hubo huida irreflexiva, y el mazazo cayó en forma de noticia el martes por la tarde: Lucas Zanolli había sido asesinado. Luego supimos que, cuando apenas lo empezaban a buscar sus familiares, había sido ahorcado y asfixiado hasta la muerte, supuestamente con el objetivo de robarle el auto, y que el asesino y una cómplice intentaron torpemente esconder el crimen cambiando la matrícula del coche, mientras dejaban el cuerpo tirado en el fondo de la casa del asesino. El crimen siguió siendo el tema del día el martes, y también el miércoles y el jueves, cuando rápidamente la fiscal Adriana Edelman pidió imputar a un joven por asesinato muy especialmente agravado y pedirle seis meses de prisión preventiva. Aún hay muchos detalles sin esclarecer, en parte porque el joven se guardó información, y porque su abogada aceptó el pedido del fiscal sin más trámite.

Además del drama familiar de una vida cortada sin una razón mínimamente lógica, a nivel político el crimen también tocó fibras en el Ministerio del Interior. Es difícil pensar cómo se puede evitar que alguien decida ahorcar hasta la muerte a otra persona para robarle un auto que supuestamente le iba a comprar, pero de todos modos afecta a uno de los principales argumentos del gobierno: la mejora en la gestión de la seguridad pública. Y es otro golpe a la imagen del ministro Luis Alberto Heber, que desde que asumió en la cartera de seguridad sumó varias polémicas que minaron su imagen, sobre todo en contraste con la gestión del extinto Jorge Larrañaga. 

Sin embargo, el crimen no generó grandes críticas del Frente Amplio a la gestión de seguridad, seguramente por el riesgo de que le achacaran intentar sacar rédito político de una muerte violenta.

Siguiendo esa línea es difícil que trascienda como una muerte emblemática para la gestión, así como fue en 2012 la del planchero de La Pasiva de la avenida Albo. La diferencia es que aquella encuadraba de forma ideal en uno de los principales puntos sobre los cuales la oposición centraba críticas a la gestión de seguridad: la necesidad de aumentar penas a los menores infractores.

De todos modos, mientras la familia, amigos, la Justicia y buena parte de la opinión pública sigue preguntándose el por qué de tamaña y cruel sinrazón, por unos días el tema de la seguridad dejó de ser unos de esos asuntos con los que el gobierno venía sacándose chapa.

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