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Una tregua en la guerra comercial entre China y EEUU

Todo indica que el conflicto será de largo aliento pero hasta ahora no se ha dado un ruptura
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28 de diciembre de 2018 a las 05:03

Desde mediados de este año que termina, Estados Unidos y China están enfrentados en una guerra comercial. En el inicio, EEUU impuso un arancel del 25% sobre un monto de US$ 50.000 millones de importaciones provenientes de China, que fue replicado por ésta con el mismo arancel sobre igual monto de importaciones provenientes de EEUU. 
Poco después, Trump amplificó el conflicto e impuso un arancel del 10% sobre otros US$ 200.000 millones de importaciones provenientes de China, con el anuncio de que aumentaría al 25% a partir del 2019. En respuesta, China aplicó aranceles de entre 5% y 10% sobre US$ 60.000 millones de importaciones provenientes de EEUU.

Como resultado, ahora más de la mitad de las exportaciones de China a EEUU están gravadas y lo mismo ocurre con 85% de las exportaciones americanas a China.

En ocasión de la reciente reunión del G20 en Buenos Aires, los presidentes de ambos países, Donald Trump y Xi Jinping, mantuvieron una reunión bilateral, en compañía de varios de sus respectivos ministros y asesores, en busca de un acercamiento de posiciones. El primer resultado de esta reunión fue que ambos mandatarios acordaron abrir una negociación hasta el próximo 1° de marzo, para resolver algunos de los temas que los separan, además del comercial, como la apropiación indebida de la propiedad intelectual y la transferencia forzada de tecnología. Al fin del plazo acordado, y de acuerdo a los resultados, ambas partes quedarán en libertad para decidir sus acciones de futuro. 
Como parte del acuerdo, Estados Unidos se comprometió a postergar el alza previamente anunciada de las tarifas de un 10% a 25% sobre US$ 200.000 millones de importaciones provenientes de China. 

Por su parte, China se comprometió a comprar un monto importante aunque no especificado de bienes de Estados Unidos de los sectores del agro, la energía y la industria, a fin de reducir el excedente comercial a su favor de estos últimos años. En particular, parece que habrá de reanudar en las próximas semanas la compra de unos tres millones de toneladas de maíz. Además, China manifestó su disposición favorable para aprobar la fusión de los fabricantes de chips Qualcomm y NXP, que había bloqueado en los últimos meses
Pocos días después, China anunció otra medida de importancia, que debe verse como otra concesión a su contraparte. Ella fue la rebaja de la tarifa sobre la importación de vehículos americanos desde el 40% al 15%. De hecho, fue un retorno a una situación anterior, porque a principios de año China había rebajado esta tarifa del 20% al 15%, pero meses después le sumó 25% en represalia por las acciones de Trump. 

Este nivel de ahora debe evaluarse en comparación con el de Estados Unidos, que tiene un arancel del 25% sobre la importación de vehículos de China en adición a 2,5% de orden general. 
Además, la semana pasada trascendió que el gobierno de China proyecta prohibir a las autoridades provinciales la imposición a las empresas extranjeras de transferir tecnología a sus socios locales. En resumen, mientras negocian, Estados Unidos postergó su intención de aumentar el arancel sobre las importaciones chinas y China prometió aumentar sus compras de bienes americanos, rebajó el arancel sobre la importación automotriz americana y parece que comenzará a frenar la transferencia obligada de tecnología. 
Esta tregua puede entenderse como parte de una tendencia reciente más dialoguista de Trump, después de sus primeras acciones de ruptura con el orden comercial anterior. Prueba de ello es el diálogo en curso con otros socios comerciales como la UE y Japón y la reciente firma de un nuevo acuerdo comercial con Canadá y México en sustitución del anterior Tlcan. Pero Trump ya ha mostrado más de una vez el carácter errático e imprevisible de sus decisiones. 

De todos modos, aún admitiendo el deseo de ambos países de alcanzar un acuerdo para superar el conflicto comercial de estos meses, la complejidad de los asuntos a negociar y el escaso tiempo disponible, de hecho inferior a los dos meses, vuelve muy improbable un acuerdo de fondo. Para peor, día tras aparecen otras formas de enfrentamiento en la relación entre ambos países. 
Por ahora están en suspenso las consecuencias de la reciente detención en Canadá y el pedido de extradición a Estados Unidos de Meng Wanzhou, una ejecutiva de alto nivel de Huawei, con la acusación de haber violado las sanciones económicas en contra de Irán. Coincidentemente, tres canadienses están detenidos en China con cargos relacionados con su seguridad nacional. 
Más aun, la semana pasada las autoridades de Estados Unidos y el Reino Unido acusaron a China de una campaña que ya lleva años de ciberataques contra ellos y otros países industriales con el fin de robarles secretos a sus gobiernos y empresas de tecnología de avanzada. 
Por ello, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acaba de acusar a dos personas de nacionalidad china por conducir estos ataques bajo las órdenes del Ministerio de Seguridad, el principal centro de inteligencia de China. 
En este marco, la guerra comercial es también tecnológica, por lo que cada vez será más difícil encontrar puntos de acuerdo. Todo apunta a un conflicto de largo alcance, con golpes y contragolpes, sin llegar a una ruptura formal. 

 

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