Juan Samuelle

Uruguay en pos de una ganadería climáticamente inteligente

Una alimentación de mayor calidad, una menor edad de faena e incorporar carbono al suelo son algunas de las estrategias a instrumentar en un proyecto apoyado por la FAO

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25 de abril de 2019 a las 05:00

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En un momento en el que las preocupaciones respecto al cambio climático aumentan y los cuestionamientos amenazan a la imagen de la carne como producto y la ganadería como actividad, Uruguay dará un paso más para evaluar medidas de manejo que minimicen la emisión de gases de efecto invernadero, en particular de metano –CH4–, del que un vacuno adulto emite unos 200 litros por día a través de sus flatulencias.

“El sector ganadero es un blanco fácil para el público, pero en términos de cambio climático todo debe ser considerado, la agricultura, el uso de agroquímicos, todo debe ser evaluado”, explicó Carolyn Opio, oficial de política ganadera y coordinadora del equipo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), expresando uno de los motivos del proyecto que Uruguay está poniendo en práctica en estos días, Producción ganadera climáticamente inteligente y restauración del suelo en pastizales uruguayos, o Proyecto de Ganadería Climáticamente Inteligente. 

El mismo es ejecutado por el Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP) junto con el Ministerio de Vivienda Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (Mvotma), con asistencia técnica de la FAO y apoyo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés).

Ganadería y FAO son sinónimos de polémica. En un principio se había evaluado por la FAO que la ganadería era causante de 18% del calentamiento global. El estudio fue revisado y el impacto a nivel mundial pasó a ser  estimado en 14,5%, “pero ahí debe considerarse el conjunto: la cadena de suministros, el transporte, si se quema una zona de vegetación nativa y la producción de los insumos, además de la emisión de los propios animales”, indicó.

Usamos esa manera abarcativa porque así, si se quiere cambiar, hay que evaluar cuál es la mayor fuente de emisión, donde está y que puede hacerse al respecto, agregó la especialista.

¿Qué puede hacerse para bajar el impacto? Mejorar la calidad del alimento de los animales. “Lo que se ha visto en la Unión Europea y en Nueva Zelanda es que mejorar la calidad de la alimentación del ganado reduce las emisiones del ganado. Hay otros sistemas en América Latina y en Uruguay donde se emite mucho menos. Podría decirse que cuanto más calidad de la alimentación del ganado, menor impacto. También mejora que sea producido ese alimento localmente, en lugar de transportado y que la producción de ese forraje no haya destruido zonas de bosques o selvas”, dijo.

Sobre si el pastoreo rotativo puede ser una herramienta, si tiene impacto en la presencia de carbono en el suelo, explicó que ese análisis entra dentro de lo que se llama la discusión sobre el offset: puedes compensar las emisiones de metano de los animales a través de la incorporación de carbono en el suelo. Pero falta mucho por saber sobre el carbono en el suelo: qué lo hace aumentar, cómo medirlo, qué prácticas en la producción ayudan a aumentarlo.

Este proyecto también refiere a eso: cómo medir el carbono en el suelo en Uruguay y qué medidas de manejo influencian la presencia de carbono en el suelo. 

También se evaluará el impacto de esas estrategias desde un punto de vista holístico, qué pasa con la dinámica del agua, la biodiversidad y otras variables.

 

 

En eso participarán cerca de 120 productores, que cubrirían unas 35.000 hectáreas, explicó Opio. Son escalas muy distintas a las de África –Opio es ugandesa–, donde puede haber productores que tienen dos vacas.

La primera etapa del proyecto es diseñar lo que llamamos una “estrategia climáticamente inteligente”, que deberá ser validada a nivel técnico y de campo. “Yo tengo un modelo de estrategia en mente, pero será un equipo local el que deba ajustar esa  estrategia a las condiciones de Uruguay”, precisó. 

El estudio también es consecuencia del buen posicionamiento del país ganadero. “Es uno de los primeros países en percibir que los temas ambientales son cruciales para el futuro y eso junto a la trazabilidad coloca a Uruguay en una posición privilegiada para alojar este proyecto y otros que permitan explicarle al mundo cómo son generados los productos, de manera que los consumidores puedan reconocer cuando estos productos tienen un impacto favorable”, señaló.

Respecto a soluciones más radicales para amortiguar el efecto de los vacunos sobre el cambio climático, mencionó los estudios y desarrollos tendientes a generar una vacuna que baje drásticamente la emisión de metano (un proyecto neozelandes), algo en lo que se está avanzando y puede cambiar radicalmente la aproximación al tema.

 

 

Por su parte, el representante de la FAO en Uruguay, Vicente Plata, advirtió en Radio Rural que “la generación de energía, el transporte, es el gran causante del problema del cambio climático. Luego viene la agricultura en sentido amplio y dentro de ello la ganadería. Pero cuando se habla de la huella de la ganadería se habla de toda la cadena, incluyendo transporte por ejemplo. En otros países se hace ganadería talando monte nativo. La ganadería uruguaya tiene diferencias apreciables como el país todo, que a partir de la forestación pasa a tener un balance positivo de carbono”.

En la visión de Plata, estas mediciones y los manejos que resulten de este proyecto contribuirán a acentuar la diferenciación de la ganadería uruguaya, “donde los rodeos se mueven libres, tienen una estructura social. En otros países eso no lo pueden tener porque están encerrados en un brete y generan más gases  porque la comida se le lleva al animal, luego se llevan de ahí las heces... entonces la ganadería no es homogénea y la ganadería uruguaya es muy amigable con el medio ambiente. Pero para eso hay que medir y certificar”.

Los vacunos van  a seguir emitiendo metano, pero también sabemos que a medida que mejor es la comida en cuanto a calidad, la relación lignina/celulosa, es diferente la proporción de gases que emiten respecto a la ganancia diaria. Ahí hay una diferencia sustancial en términos de las emisiones por kilo de carne producida. No es lo mismo un animal que se faena a los dos años con un buen manejo que uno de cuatro años cerril”, en una conclusión similar a la que han llegado investigadores argentinos. 

Finalmente, Plata explicó que este proyecto es parte de las acciones de la FAO en términos de mitigación del calentamiento, que van a conducir a un plan nacional de adaptación al cambio climático. Existe un proyecto de evaluación del estado de las pasturas del país, buscando llegar a un formato de evaluación global, porque el estado de las pasturas se mide diferente en distintos lugares del mundo y la idea es armonizar para que globalmente, en Kenia, en Uzbekistan, en distintas partes donde hay praderas naturales, se evalúe de una manera común al caracterizar a las pasturas. 

 

 

La evidencia empírica de Argentina

Llegar a modelos ganaderos “climáticamente inteligentes” no solo refiere al clima, también a que mejoren tanto las cuentas del productor como las de la atmósfera. En efecto, una de las maneras de limitar las cuestionadas emisiones de metano de los rumiantes es mejorar la dieta, bajar la edad de faena y así reducir las emisiones originadas por kilo de carne producido.

En Argentina ya se viene trabajando en estos temas. La última edición de la publicación electrónica argentina Valor Carne da cuenta de los trabajos Eficiencia energética y emisión de metano en diferentes sistemas de recría, de Aello y otros, y Costo energético y emisión de metano en sistemas pastoriles y con engorde a corral, de Peñin, L. y otros, ambos  realizados en base a datos reales de sistemas de producción desarrollados en la Unidad Integrada Universidad de Mar del Plata – INTA Balcarce.

Tal como proyecta la FAO, mayores ganancias diarias de peso permiten más eficiencia energética y menos emisiones. “En síntesis, el tipo de alimentación en la recría afectó el resultado productivo, la eficiencia energética y el nivel de las emisiones de metano. Con baja tasa de ganancia (400 – 450 g/día) durante la recría, cada kilo producido requirió 15% más de energía y produjo 22% más de metano, que cuando las ganancias alcanzaron los 520 a 660 g/día. Por otra parte, niveles similares de eficiencia y de emisiones pueden lograrse con distintas formas de alimentación (verdeos de avena o recría a corral)”.

Si se pasa de la evaluación de la recría al engorde, al menos con grano producido localmente la intensificación disminuye la emisión de metano. En efecto, comparando un engorde exclusivamente a pasto con otro en el que la terminación se hace a grano, éstos fueron más eficientes. “El ciclo productivo todo a pasto duró 575 días (275 de recría y 300 días de engorde) y en el sistema corral-pasto-corral, 361 días (277 de recría y 84 días de engorde). En el primer caso, cada animal consumió 9.535 Mcal de Energía Metabolizable versus 4.728 del segundo. A su vez, el sistema pastoril requirió un 60% más Energía Metabolizable (37 vs. 23) para producir un kilo de res y un 59,5% de dicha energía fue para la etapa de engorde. En tanto, cada animal del sistema corral-pasto-corral utilizó solo el 35,5% de la energía consumida para el engorde”. 

“Evidentemente la limitación más importante para lograr una mayor eficiencia productiva en los sistemas pastoriles está en la etapa de engorde y no tanto en la recría”, opinan los autores.

Cabe apuntar que esa es una dimensión del tema, ya que los sistemas pastoriles, al menos teóricamente son capaces de capturar carbono y secuestrarlo en el suelo, lo que a la vez mejora la fertilidad de los mismos. Lo principal tal vez es que cuidar el ambiente no solo no es contradictorio con intensificar, sino que es un argumento más a favor de la alta productividad.

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