En noviembre de 2024, Rumania celebró la primera vuelta de sus elecciones presidenciales, en la que el candidato independiente y pro-ruso Calin Georgescu obtuvo una sorprendente victoria con el 22,94% de los votos.
Sin embargo, el 6 de diciembre de 2024, el Tribunal Constitucional anuló los resultados debido a informes que señalaban una campaña de desinformación extranjera que habría influido en el proceso electoral. Como consecuencia, se programó una repetición de las elecciones presidenciales para mayo de 2025.
En las elecciones generales de Uruguay de 2024, celebradas el 27 de octubre, ningún candidato obtuvo la mayoría absoluta lo que llevó a una segunda vuelta el 24 de noviembre. En este balotaje, el candidato frenteamplista Yamandú Orsi se impuso con el 49,81% de los votos, superando a su par del Partido Nacional, Álvaro Delgado, quien obtuvo el 45,90%.
Pero las elecciones estuvieron en muchos más países que estos.
En 2024, un total de 64 elecciones nacionales se llevaron a cabo en países con representación en las Naciones Unidas, más Taiwán.
Se trató de elecciones presidenciales, parlamentarias/legislativas y generales (cuando ambos comicios ocurrieron simultáneamente, como en Estados Unidos). En algunos casos, como en Macedonia del Norte, se celebraron elecciones presidenciales y parlamentarias por separado, mientras que en otros, como en Bulgaria, hubo múltiples elecciones en el mismo año.
El 2024 se consolidó como un año electoral sin precedentes, donde más del 44% de la población mundial acudió a las urnas para renovar sus liderazgos políticos.
En total, se emitieron más de 1.500 millones de votos que configura una cifra histórica. Países con poblaciones masivas, como India, Estados Unidos e Indonesia fueron protagonistas en un proceso que abarcó a más de 2.000 millones de personas.
Pero, además, en 2024 se llevaron a cabo las elecciones parlamentarias de la Unión Europea, que involucraron a 27 naciones.
El alcance global de los comicios no solo radicó en la cantidad de países involucrados, sino también en la diversidad de sus sistemas políticos y electorales. Algunas naciones llevaron a cabo procesos con amplias garantías democráticas y una alta participación ciudadana, mientras que otras registraron niveles de abstención significativos o enfrentaron cuestionamientos sobre la transparencia del voto.
La participación electoral promedio fue del 61%, aunque hubo extremos como Ruanda, con un 98,2%, y Túnez, donde solo el 28,8% del electorado acudió a las urnas.
El 2024 no solo fue el año de mayor actividad electoral en la historia, sino también un año de tendencias: del ascenso de los populismos (especialmente de la derecha), del castigo a los gobiernos en ejercicio, el año en que el electorado joven dejó en claro su desilusión con la democracia.
Ascenso de los populismos, especialmente de la derecha
En el libro Populismos (2017), los politólogos Máriam M. Bascuñán y Fernando Vallespín desarrollan esta idea: el populismo se nutre de la confrontación entre un "nosotros", el pueblo, y un "ellos", las élites, estableciendo una dicotomía que simplifica la realidad política.
En el “súper año electoral”, la mayoría de las pérdidas de los partidos tradicionales se beneficiaron, justamente, de discursos disruptivos, anti-élite y con un fuerte énfasis en temas identitarios. Si bien el populismo de izquierda tuvo algunos éxitos, como en México con Claudia Sheinbaum o en Indonesia con Prabowo Subianto, el crecimiento más notorio se dio en la derecha que avanzó en Europa, América y partes de Asia.
En Francia, la Agrupación Nacional de Marine Le Pen logró su mejor desempeño histórico en las elecciones parlamentarias, con un aumento de 15 puntos. En el Reino Unido, el partido Reform UK de Nigel Farage se consolidó como una fuerza emergente al captar un 14% del electorado. En Austria y Portugal, los partidos de extrema derecha alcanzaron avances históricos transformándose en actores clave en la nueva configuración política.
El ascenso de la derecha populista no se limitó a Europa. En Estados Unidos, el regreso de Donald Trump a la Presidencia confirmó el giro hacia un discurso más nacionalista y anti-establishment.
El doctor en Ciencia Política, docente e investigador de la Universidad de la República (Udelar) Camilo López definió que ser de derecha hoy en día "es mantener la visión donde hay desigualdades naturales".
"El asunto es que esa dimensión puede quedar corta para entender la derecha actual. Por ejemplo, en Francia podemos encontrar grupos de derecha que tienen una visión donde el Estado ocupa un lugar muy importante", reparó en diálogo con El Observador. López agregó que la definición del término "está mutando" debido a que se está frente a "un momento histórico".
Sobre el populismo y su vínculo con la derecha, López consideró que no es un atributo solamente de esta corriente política. "Estas derechas más nuevas lo que tienen, creo, es esa visión antiglobalista. Es una característica que uno podría utilizar como un denominador de derechas que a lo largo del globo son muy distintas", expresó.
En América Latina, Nayib Bukele en El Salvador obtuvo una reelección aplastante con su discurso de "mano dura" contra el crimen.
En Uruguay, aunque los partidos tradicionales mantienen su dominio, el crecimiento de sectores con discursos más confrontativos y anti-élite dentro del sistema político ha reflejado una tendencia similar. Ese ha sido el caso del candidato anti-establishment Gustavo Salle, que logró la cantidad de votos suficientes para llegar con dos lugares a la Cámara Baja.
Sobre Salle, López definió su discurso como "rojipardismo", debido a que es "ultraderechista" pero tiene implicancia y resonancia en la izquierda. "Es un tipo de nuevas derechas", acotó en referencia a cómo el concepto está cambiando.
Un patrón particularmente llamativo en 2024 fue la división generacional en el apoyo a los populismos de derecha. Encuestas en Europa y Estados Unidos revelaron que los hombres jóvenes fueron un motor clave de este crecimiento, con una inclinación marcada hacia partidos de derecha radical.
En Estados Unidos, la encuesta de AP VoteCast concluyó más de la mitad de los hombres menores de 30 años respaldaron a Trump, mientras que en Europa, partidos como Alternativa para Alemania (AfD) y el Partido de la Libertad de Austria captaron un sector cada vez más amplio del electorado joven.
El fenómeno no fue uniforme entre la juventud. Mientras los hombres tendieron a inclinarse hacia la derecha radical, las mujeres jóvenes, en cambio, mostraron un mayor respaldo a partidos progresistas especialmente los de corte ecologista y feminista.
Según una encuesta de YouGov, en el Reino Unido, el apoyo a Reform UK fue mayor entre los hombres, con un 29% de ellos considerando votar por el partido, en comparación con el 19% de las mujeres.
La fractura es generacional y de género. Sin embargo, pareciera que el populismo de derecha no es un fenómeno homogéneo, sino que está moldeado por distintos factores sociales y económicos según el grupo demográfico.
El castigo a los gobiernos en ejercicio
Más que una ola de castigo a gobiernos en ejercicio, lo que predominó fue una sensación de la misma. En países como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido los partidos en el poder sufrieron derrotas significativas, reflejando un malestar generalizado entre los votantes.
Sin embargo, cuando se observa el panorama global, la tendencia no es tan clara. La reelección sigue siendo la norma en la mayoría de los países.
“Las condiciones económicas y geopolíticas de los últimos dos años han creado posiblemente el entorno más hostil de la historia para los partidos y políticos en el poder en todo el mundo desarrollado”, escribió el analista John Burn-Murdoch en el Financial Times.
Y agregó: “Los gobernantes de cada uno de los 10 países principales que han sido seguidos por el proyecto de investigación global ParlGov y que celebraron elecciones nacionales en 2024 recibieron una patada de sus votantes. Esta es la primera vez que esto sucede en casi 120 años de registros”.
Por su parte, Alejandro Tulio, observador electoral internacional y secretario electoral de la provincia argentina de Chubut, sostuvo que las elecciones demuestran que "la gente no está tan atada a votar hacia un lado o hacia otro o dejarse llevar por olas internacionales".
Para Tulio no hay un ascenso de los populismo de derecha, lo que hay "es un enojo hacia gobiernos anteriores". "Pero quizá la causa no tenga que ver con que de repente está de moda la derecha", consideró.
El caso más emblemático de castigo electoral en 2024 fue, quizá, el de Estados Unidos donde el Partido Demócrata perdió la Casa Blanca y el Senado en un contexto de descontento con la gestión económica y la inmigración.
Para Tulio hay "una falta de pudor" de los candidatos de derecha. "El 60% las elecciones las perdieron los incumbents, las perdieron los gobiernos, los oficialismos", añadió en referencia al voto castigo a los partidos que se alejaron del poder luego de los proceso eleccionarios.
A su vez, agregó que una tendencia que viene desde hace algunos años tiene que ver con los cuestionamientos a los métodos de selección de las candidaturas.
En el Reino Unido, los conservadores sufrieron su peor derrota desde la Segunda Guerra Mundial. En Francia, la coalición de Emmanuel Macron perdió 150 escaños respecto a 2022.
Tulio, siguiendo con las tendencias que se pueden marcar a nivel global, manifestó que hay una "correlación más clara que en cualquier otro momento entre los estados de ánimo causados por un estado de desilusión con el desempeño de los gobiernos, que prima sobre las orientaciones ideológicas".
El experto indicó que "lo que verdaderamente predomina es la insatisfacción con el delivery, con la capacidad de responder a las expectativas sociales".
A pesar de estas derrotas, en otras partes del mundo los partidos gobernantes lograron resistir mejor el desgaste. En India, el Bharatiya Janata Party (BJP) de Narendra Modi logró formar una coalición para continuar en el poder, a pesar de perder su mayoría absoluta.
En El Salvador, Nayib Bukele obtuvo una victoria arrolladora con su discurso de "mano dura" contra el crimen, consolidando su modelo de gobierno. Incluso en América Latina, donde históricamente el voto de castigo es fuerte, la reelección ha sido más frecuente de lo esperado.
Aunque la sensación de castigo a los gobiernos en ejercicio ha sido fuerte en algunos países, especialmente en las economías avanzadas, la realidad global mostró un panorama más matizado. La mayoría de los partidos en el poder han logrado mantenerse, aunque con un desgaste progresivo.
Los jóvenes lideran el desencanto con la democracia
Las elecciones de 2024 no solo evidenciaron una crisis de los oficialismos en los países desarrollados y el ascenso del populismo, sino también un fenómeno más profundo: el creciente desencanto de los jóvenes con la democracia.
En múltiples países, los votantes más jóvenes protagonizaron algunas de las reprimendas más contundentes contra los partidos tradicionales, mostrando un alejamiento cada vez mayor de las estructuras políticas establecidas.
Encuestas globales del Pew Research Center revelaron que en 31 países, un 54% de los ciudadanos expresaron insatisfacción con el funcionamiento de la democracia en sus países, una cifra que se disparó entre las generaciones más jóvenes.
En muchos casos, esto se tradujo en un voto de protesta hacia fuerzas populistas, tanto de derecha como de izquierda, o en una abstención elevada.
Uno de los patrones más marcados en 2024 fue la brecha de género en la orientación política de los jóvenes. Mientras que los hombres jóvenes se inclinaron en gran medida hacia la derecha radical, las mujeres jóvenes tendieron a apoyar opciones progresistas.
En el Reino Unido, el partido Reform UK de Nigel Farage tuvo su mayor nivel de apoyo entre hombres de entre 18 y 24 años, mientras que en Estados Unidos, los jóvenes varones mostraron una inclinación creciente hacia Donald Trump.
Pero, además, en Estados Unidos una encuesta de 2023 del Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research reveló que el 76% de los estadounidenses de entre 18 y 29 años consideraban que Joe Biden, de 81 años, era demasiado mayor para postularse nuevamente a la presidencia.
La insatisfacción juvenil con la democracia no solo se refleja en su comportamiento electoral, sino también en su actitud hacia el sistema en sí. Estudios han demostrado que los jóvenes son más propensos que las generaciones mayores a considerar alternativas no democráticas si perciben que el sistema no les ofrece soluciones efectivas.
Un informe de Harvard, publicado en 2024, identificó que las generaciones que crecieron en contextos de bajo crecimiento económico y menor movilidad social son más propensas a ver la política como un juego de suma cero, donde el progreso de un grupo solo puede ocurrir a expensas de otro. Esta mentalidad ha alimentado tanto el auge de la derecha populista como el crecimiento de movimientos radicales de izquierda, evidenciando que el descontento juvenil no se canaliza en una única dirección, sino que se fragmenta en respuestas ideológicas diversas.
Factores que explican el fenómeno
El 2024 dejó en evidencia una serie de factores estructurales que explican estas tendencias.
Aunque la inflación y la crisis del costo de vida fueron los detonantes inmediatos del voto de castigo, según estudios del Pew Research Center en 2024, los cambios en el comportamiento electoral responden a fenómenos de largo plazo, como la disminución de la movilidad económica ascendente, la fragmentación mediática y el desgaste de la confianza en la democracia representativa.
El impacto de la crisis económica fue el factor más inmediato y visible en las elecciones de 2024. En muchos países, los votantes expresaron su frustración por el encarecimiento de los bienes y servicios esenciales, especialmente la vivienda, los alimentos y la energía.
En India, por ejemplo, el descontento con el desempleo juvenil llevó a que el partido de Narendra Modi perdiera su mayoría absoluta. En el Reino Unido, el deterioro del sistema de salud pública y la crisis económica fueron factores decisivos en la derrota histórica del Partido Conservador.
Otro factor clave ha sido el impacto de la fragmentación mediática y el auge de las redes sociales, que han transformado la manera en que los ciudadanos consumen información y se relacionan con la política. Mientras que en el pasado los grandes medios de comunicación ejercían un rol de filtro y control del discurso público, las redes sociales han permitido que figuras políticas ajenas al sistema tradicional hablen directamente con el electorado, erosionando la influencia de los partidos establecidos.
En Estados Unidos, la campaña de Donald Trump en 2024 se basó en una estrategia de comunicación directa a través de plataformas digitales, eludiendo a los medios convencionales. En Europa, partidos de extrema derecha han utilizado con éxito TikTok y otras plataformas para llegar a votantes jóvenes con mensajes simplificados y altamente emocionales.
En Rumania, una campaña de desinformación en redes llevó incluso a la anulación de la primera vuelta de las elecciones presidenciales, evidenciando el poder de estas herramientas en la manipulación electoral.
Juan Pablo Luna, autor del libro "¿Democracia muerte?" y titular de la cátedra Diamong Brown Chair en estudios democráticos de la Universidad McGill de Canadá, indicó que hay un "recambio generacional" porque el electorado hoy en día es más joven.
"Son jóvenes que articulan su relación con la política desde la insatisfacción de expectativas que no han logrado satisfacer o de futuros que no logran ver como promisorios en las sociedades donde viven", sostuvo Luna.
El catedrático define a estos jóvenes como "una base social", pero indicó que hay otra que tiene que ver con la derecha y la extrema derecha en la que no aparecen vinculados las personas con menos años de edad.
"Por un lado, la reacción ante lo que es, por ejemplo, la agenda de género o la agenda de derechos por parte de hombres de mediana edad frustrados que se sienten desafiados por cosas tales como el feminismo y en ese sentido el descontento es bastante masculino en muchos de estos países", expresó y agregó que otro facto son los "brotes xenófobos no en contra de migrantes y que también son vistos como quienes vienen a desafiar a estos hombres de mediana edad desplazados en su trabajo".
Ambos aspectos que mencionó Luna, según sus propias palabras, se dan tanto en Europa como en países de América Latina.
Por último, sobre las redes sociales, el experto las definió como "un síntoma". "Son el emergente de tendencias más profundos de cómo ha cambiado, por ejemplo, la economía política", sostuvo.
A modo de ejemplo, Luna sostuvo que el capitalismo de plataforma es "completamente diferente al de hace 20 años". Argumentó que el nivel de concentración que genera, tanto económica como de poder político en los datos, la manejan "diez plataformas en el mundo".
"Diez plataformas que hoy tienen buena parte de poder que radica en los datos y en todas las actividades que requieren y que se estructuran en torno al manejo de datos", insistió.
Elecciones disputadas: descontento y falta de confianza en los procesos electorales
El año 2024 ha estado marcado por una serie de elecciones disputadas que reflejan un creciente descontento y falta de confianza en los procesos electorales a nivel global. Los boicots, la impugnación de resultados, las protestas y la violencia poselectoral han sido fenómenos recurrentes, evidenciando la fragilidad de algunos sistemas democráticos y la polarización en diversas regiones.
Un caso emblemático fue el de Bangladesh, donde el principal partido opositor se negó a participar en los comicios, repitiendo la estrategia utilizada en 2014. Sin embargo, las tensiones se intensificaron meses después: en agosto, una serie de protestas estudiantiles provocaron la caída del gobierno, lo que llevó a la planificación de nuevas elecciones en los próximos años.
Además en un 15% de las elecciones de 2024, según Idea International, algún candidato o partido perdedor rechazó públicamente los resultados. Más alarmante es el hecho de que, según la organización, el 26% de las elecciones estuvieron seguidas de protestas, muchas de ellas violentas. En un 18% de los casos, se registraron enfrentamientos que resultaron en la muerte de civiles, evidenciando los riesgos de procesos electorales percibidos como poco transparentes o manipulados.
La violencia poselectoral se concentró en ciertas regiones del mundo. De las 13 elecciones que registraron muertes de civiles, siete ocurrieron en África. Al mismo tiempo, de los 11 países donde algún candidato o partido perdedor rechazó los resultados, cuatro estaban en Europa y otros cuatro en África, mostrando que este fenómeno no es exclusivo de contextos con democracias frágiles.
Uno de los datos más llamativos de 2024 es la ausencia de boicots electorales en América. Aunque la región ha enfrentado desafíos en sus procesos democráticos, no se registraron boicots de la oposición. Sin embargo, esto no significa que los países del continente estuvieran exentos de disputas políticas o cuestionamientos a la legitimidad de los comicios.
¿Entonces?
En conjunto, estos factores explican por qué las elecciones de 2024 marcaron un punto de inflexión en la política global. Si bien la crisis económica actuó como un desencadenante inmediato, la transformación de los sistemas de información, la falta de movilidad social y la crisis de representación han configurado un escenario en el que los votantes buscan alternativas a los partidos tradicionales, ya sea a través del populismo, la abstención o la fragmentación del voto.
De cara al futuro, estas tendencias sugieren que el malestar político no desaparecerá con la estabilización de la economía, sino que es parte de un cambio estructural más profundo en la relación entre ciudadanos y gobiernos.