Hace 101 años, Uruguay se posicionaba como la mejor selección de fútbol del mundo. Hace 101 años, un pequeño país se consagraba con el oro en la ciudad que en ese entonces era una de las capitales del mundo. París presenciaba el comienzo de un legado futbolístico que nadie esperaba ver nacer.
La victoria de la selección uruguaya en los Juegos Olímpicos de 1924 fue la primera semilla. La gesta de Colombes dio paso a múltiples victorias posteriores, y consiguió que hoy el fútbol sea un rasgo identitario clave de Uruguay. Un país que emana fútbol, cuyos niños juegan desde que aprenden a caminar y que aporta tantas estrellas al fútbol profesional mundial como otros países, cuyos habitantes lo superan en enormes cantidades.
Pero la memoria es frágil.
Los sucesos de 1924 están presentes en los libros de historia, pero no parecen ser tan recordados a nivel colectivo. Hay hinchas de la selección que defienden las cuatro estrellas de la camiseta otorgadas por la FIFA, pero pocos saben quiénes fueron sus protagonistas, cuáles eran sus nombres. Quiénes hicieron posible una larga lista de triunfos nacionales.
Quienes preservan de primera mano y de la mejor manera la historia de Colombes, son aquellos que se encuentran atados a la misma a través de lazos de sangre. Hay cinco familiares que guardan con orgullo, y sobre todo con amor, los restos materiales de vidas recorridas. Medallas, recortes, fotografías.
Alicia Mazali, hija del golero del equipo Andrés Mazali, conserva una medalla que los jugadores recibieron como regalo una vez se proclamaron ganadores. Un grupo de uruguayos adinerados que se encontraban en París las financiaron, con el objetivo de obsequiar algo a los campeones mientras esperaban la entrega de medallas oficiales. La medalla es dorada y conserva los aros olímpicos en color, así como la inscripción “Champion du monde, Andrés Mazali”. Aparte de esto, guarda fotografías originales de su padre junto a sus compañeros. En algunas entrenando en el Desirade, el vapor en el que viajaron de América a Europa, en otras aguardan el momento de jugar en el castillo de Madame Pain, aquel que les sirvió de alojamiento una vez llegados a París. Algunas, de la llegada del Desirade a Vigo, puerto en el que desembarcaron en el Viejo Mundo.
Alfredo Ghierra, nieto de Alfredo Ghierra, conserva la misma medalla. También retratos de su abuelo en el barco y fotografías del mismo con sus compañeros. Guarda algunos pósters oficiales de los Juegos Olímpicos de 1924, enmarcados, así como la fotografía de aquella primera vuelta olímpica que realizaban los campeones, una vez ganada la final. Y guarda también el menú de una de las cenas conmemorativas.
Ruben Marteau, nieto de Ángel Romano, conserva una medalla obtenida por su abuelo, en Colombes, con sus iniciales inscritas. La foto de la primera vuelta olímpica, y el menú original de una de las cenas organizadas para recibir a los campeones una vez llegados a Montevideo. Un diploma otorgado a su abuelo por la AUF, tras cumplirse los 42 años del evento de Colombes. Notas de prensa y recortes de publicaciones de la época. Un cinturón otorgado como homenaje por el Club Nacional de Fútbol.
Susana Saldombide, hija de Zoilo Saldombide, proporcionò un sinfín de fotografías originales de la experiencia, tanto del barco como de los jugadores posando para la cámara, o del castillo de Madame Pain. Conserva un telegrama enviado por Zoilo, en plenos Juegos, a Montevideo, consultando por la salud de su hermano Aurelio. Conserva también una serie de caricaturas realizadas por un dibujante, que enmarcan el rostro de cada uno de los jugadores.
Mayli Arispe, nieta de Pedro Arispe, conserva notas de prensa de la época. Algunas narran la llegada o la partida del barco que los transportaba, otras cuentan qué fue de la vida de los olímpicos varios años después. Intentos de conservar una historia que permanece guardada en los corazones de sus seres queridos.
Este artículo fue producido en base al proyecto final de tesis de la Licenciatura en Comunicación de la Universidad de Montevideo: “1924, el legado de la primera estrella”. El equipo de investigación estuvo compuesto por Rodolfo García Torres, Ianina Coutinho, Julieta Vargas, Catalina Zabala, Bruno Masello y Felipe Capó.