El dato político no fue solo la media sanción corregida. Fue la capacidad del oficialismo para volver a construir una minoría calificada que le permita sostener un veto presidencial si en la Cámara alta la oposición mayoritaria insiste con trabar el esquema. Ese “tercio” (la póliza que Milei viene buscando desde mediados de año) apareció cuando se cruzaron dos líneas: el teléfono de Caputo y la ingeniería parlamentaria que empujan Francos y Catalán, cada uno con su estilo.
Los roces entre Santiago Caputo y Guillermo Francos
Caputo hizo lo que mejor sabe hacer: política a secas, sin micrófono y con libreta de favores. Llamó a gobernadores que durante meses mantuvieron distancia de la Casa Rosada y les pidió una mano concreta. No fue a la bartola: apuntó al artículo 3, la llave para que el proyecto regresara al Senado, y ordenó la foto grande de la gobernabilidad. En esa ronda aparecieron nombres que suenan a “viejas alianzas” del sistema: Gustavo Sáenz, Osvaldo Jaldo, Raúl Jalil, Hugo Passalacqua. Provincias Unidas y peronismo dialoguista, con códigos de siempre: hoy te acompaño, mañana vemos.
La lectura de las bancas encendió otra alarma en Balcarce 50: varios que venían sin acompañar nada esta vez se sumaron y habilitaron el retorno al Senado. El mensaje fue doble. Hacia adentro: la Casa Rosada todavía puede ordenar el tablero cuando mira intereses concretos y promete previsibilidad. Hacia afuera: los gobernadores, aun con reparos, están dispuestos a hacer una apuesta si ven señales de que el Presidente corregirá (aunque sea en los márgenes) su estilo de conflicto permanente.
El Gobierno festejó su primer victoria en varios meses en el Congreso
En la mesa de control político, el encastre tuvo otro actor clave. Catalán administró los tiempos, cuidó los papeles y tejió con bloques que no responden a WhatsApps sino a pliegos y presupuestos. Es el operador “institucional” de una Casa Rosada que necesita algo más que épica para atravesar el Congreso. Su rol fue de bisagra: ponerle cuerpo y procedimiento a la jugada que Caputo incubó con llamados.
El punto de inflexión llegó cuando empezó a circular que el crédito de la victoria en Diputados quedaba pegado a Caputo. A Francos no le gustó nada. Y lo dijo. “En toda gestión hay gente que trabaja pero no tiene responsabilidad. Hay algunos que firmamos resoluciones, decretos, proyectos de ley, y hay otros que asesoran y no tienen esa responsabilidad. Mi idea es que asuman responsabilidades”, planteó en una entrevista con Infobae. No fue una frase al pasar: fue un límite político. Un “basta de operar por arriba de la línea de flotación” dirigido al asesor con mayor ascendencia sobre Milei.
Lisandro Catalán
El Gobierno festejó la victoria por los DNU pero se abrió una pelea entre Santiago Caputo y Guillermo Francos.
La Libertad Avanza inmersa en las internas en la administración de Javier Milei
La reacción expone el nudo central de la convivencia. Francos se consolidó como el funcionario que garantiza la traducción del proyecto libertario al idioma de la gestión: acuerdos, borradores, firmas. Caputo, en cambio, se mueve en la zona donde Milei respira: la estrategia, el relato, la construcción del “nosotros” y el mapeo de aliados circunstanciales que pueden sostener al Presidente en momentos críticos. Cuando el Congreso le había dado la espalda varias veces al oficialismo, Caputo regresó con una jugada que cambió el clima. Y eso reabre la pulseada por el liderazgo interno.
Lo que viene también ordena prioridades. Con el retorno del proyecto al Senado, los mismos gobernadores que se movieron por el artículo 3 anticiparon que acompañarán la modificación del impuesto a los combustibles líquidos. No es un cheque en blanco: es la continuidad de un puente que puede cortarse si el Gobierno vuelve a chocar contra la pared del maximalismo. Pero envía una señal: cuando el oficialismo ofrece cierta racionalidad y previsibilidad, hay margen para la negociación sector por sector.
Javier Milei Santiago Caputo
El Gobierno festejó la victoria por los DNU pero se abrió una pelea entre Santiago Caputo y Guillermo Francos.
Aumentó la tensión entre Santiago Caputo y Guillermo Francos
En ese punto, la victoria legislativa vale por encima de la letra fina del expediente. Después de una seguidilla de caídas, el oficialismo logró mostrar que todavía sabe contar porotos. La política reapareció con su gramática áspera: llamados, favores, silencios, compromisos y la promesa de que el día de mañana habrá reciprocidad. Milei capitaliza el resultado porque recupera iniciativa, pero el costo interno es visible: cada triunfo que nace de la mesa chica de Caputo tensiona la jefatura formal de Francos.
¿Se rompió algo? No. Se sinceró. Francos marcó la cancha: quiere que quienes definen asuman costos y responsabilidades. Caputo contestó con su idioma: resultados. En el medio, Catalán mantiene en pie la arquitectura que evita que las ambiciones choquen contra el reglamento. La foto final es Milei, de pie sobre una victoria parlamentaria, consciente de que su gobernabilidad depende de mantener abierto ese “tercio” y de administrar la competencia entre su jefe de Gabinete y su estratega.
El cierre político es simple: el Gobierno encontró aire en Diputados y lo usó para enviar un mensaje a todos. A la oposición, que no alcanza con decir “no” si del otro lado hay muñeca para dividir y sumar; a los gobernadores, que hay recompensa cuando el Ejecutivo se corre medio paso de la trinchera; y a su propia tropa, que la batalla por la lapicera interna sigue. Hoy el punto fue para Caputo. Francos, que no come vidrio, ya avisó que la próxima jugada también se va a anotar en la planilla de los que firman. Milei mira, arbitra y anota en su libreta: la gobernabilidad se escribe con tercios. Y con egos.