La última semana argentina dio cuenta de ser un verdadero cambalache. A partir de una serie de hechos el país escribió su propia versión del tango: en el mismo lodo, todos manoseados.
Parece que todo da lo mismo. No hay relieves, no hay matices y sobre todo no hay rigor para distinguir lo importante de lo accesorio. El delito del puterío.
El juez federal Julián Ercolini investiga la causa del fraude en los seguros. El juez encontró en el marco de ese proceso pruebas que indicarían que se pudo haber cometido otro delito (fotos de golpes y chats que hacen referencia al episodio) y contactó a la víctima. Por lo que escuchó de ella, entendió que la vida de Yáñez estaba en riesgo y tomó medidas durísimas contra el ex presidente, entre ellas prohibirle salir del país o contactarla.
La fiscalía allanó el departamento de Puerto Madero donde vive Alberto Fernández. Se llevó un teléfono y una veintena de dispositivos electrónicos.
Se habló de más videos. ¿Registro de las denunciadas golpizas? Nada más alejado. Apareció la imagen de la periodista Tamara Pettinato relajada en un sillón de la casa Rosada con una cerveza en la mano. Divertida y seductora, le habla a la cámara. Del otro lado del celular que graba la escena está el mismísimo entonces presidente y dueño del alterado escenario del despacho presidencial. Se escucha claramente su voz. Golosa. Hablando de la relación que los une y suplicándole que le diga algo lindo.
Después de guardar prudente y confuso silencio -un manejo de crisis que la ha caracterizado a lo largo de su vida política- reapareció Cristina Fernández de Kirchner. La mujer que lo ungió presidenciable a Alberto Fernández. Él había sido el jefe de gabinete de Néstor Kirchner y luego un anticristinista furioso. Sorpresa. Es el hombre que encabezara la fórmula que ella integró. Su aval logra llevarlo a la Presidencia de la Nación.
CFK condenó la violencia de género y también el gobierno de su ex aliado y hoy, tras la penosa gestión, su enemigo acérrimo. “Las fotos de la Sra. Fabiola Yañez con hematomas en su cuerpo y rostro junto a los chats publicados que revelan el diálogo entre ella y el ex Presidente, no sólo muestran la golpiza recibida, sino que delatan los aspectos más sórdidos y oscuros de la condición humana”. CFK, que se considera a ella y al kirchnerismo víctimas de la mala praxis de Fernández presidente recordó que “en lo personal y como mujer que ha sido objeto de las peores violencias verbales y políticas, hasta la máxima experiencia de violencia física, como fue el intento de asesinato del 1 de septiembre del 2022”.
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Apareció en escena Wado de Pedro, ex ministro de Fernández durante su presidencia. Aseguró que fue “testigo del maltrato y las operaciones contra Cristina Kirchner”. “Me avergüenza el hecho de que haya sido presidente”, dijo.
Y remató la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, mujer cercana a CFK si las hay, con una diatriba, que describe al gobierno de Fernández como una mezcla de maldad, inoperancia y violencia: “Alberto la traicionó. Ella no tiene que pedir disculpas. Ella fue víctima”.
La palabra víctima se repite una y otra vez. En la causa seguros, en la de violencia de género, en el morbo de pasar una y otra vez la imagen de Pettinato en el sillón presidencial, en el análisis del rol que CFK tuvo en el gobierno de Fernández.
En medio del revoleo y ante la muerte civil de Fernández, más allá de cómo él ejerza su defensa y la presunción de inocencia, el presidente Javier Milei no deja pasar la oportunidad de capitalizar los episodios de corrupción y violencia. La ocasión de matar dos pájaros de un tiro se le sirve en bandeja. Disfruta pisotear al feminismo y al progresismo que cree encarnados en los “boluprogres” votantes de Alberto Fernández: “Ellos pueden golpear, maltratar, violentar, robar y cualquier otra atrocidad pintados de verde” dice el libertario. Sus voceros justifican gustosos el hachazo presupuestario a los programas de asistencia a victimas de violencia de género y que el 144 bajo la orbita de Justicia pase a ser un canal de denuncia para todos los argentinos en riesgo.
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La periodista Luciana Bertoia del diario Página 12, en una investigación minuciosa luego apoyada con registro fotográfico, dio cuenta del encuentro entre un grupo de diputados libertarios y sanguinarios genocidas detenidos por delitos de lesa humanidad, entre los que se encontraban Alfredo Astiz, Ricardo Cavallo y Raúl Guglielminetti. Luego de que se conociera la noticia, los propios diputados del bloque oficialista se enredaron en una polémica con acusaciones mutuas sobre la responsabilidad del hecho, que según la diputada Rocío Bonacci habría tenido el OK de Patricia Bullrich.
Más allá de las excusas inverosímiles de los diputados de LLA sobre que fueron engañados, no sabían quién era Alfredo Astiz o sólo querían chequear las condiciones de detención de pobres octogenarios, la trama es menos inocente.
Fuentes cercanas al Ministerio de Justicia descartan que haya un proyecto tendiente a darles la domiciliaria a los represores, pero confirman que hay una “idea en estado embrionario” de la cual tanto la vicepresidenta Victoria Villaruel como la ministra de Seguridad Patricia Bullrich están al tanto. Villaruel siempre lo tuvo en su agenda y nunca negó que ella misma tuviese contacto con parte de quienes integraron el aparato represor.
Diputados libertarios con represores
Parte del peronismo, golpeado por Fernández en términos políticos, aprovechó la ocasión y ya en el subsuelo de la vergüenza dio la discusión golpeadores versus colaboracionistas: ¿qué es peor? El oficialismo logró con el fracaso de la sesión evitar tratar los pedidos de expulsión de sus diputados amigables con los represores y los kirchneristas sin dar quórum evitaron escuchar en el recinto las acusaciones vinculadas al gobierno anterior del que fueron parte pero no tuvieron nada que ver.
Fabiola Yáñez le dio una nota a Infobae. A la denuncia, le agregó que había pedido ayuda al Ministerio de la Mujer y se la habían negado. Las dos ex ministras, Eli Gómez Alcorta y Ayelén Mazzina, negaron esa comunicación.
Alberto Fernández dio su versión a través de la pluma crítica de Horacio Verbitsky.
Si todo es grave, nada es grave. Si todo es corrupción, nada es corrupción. Si todo es violencia de género, nada es violencia de género. Si jugamos al “lo mío es malo, pero lo de ellos es peor”, entramos en un juego donde perdemos todos. O, por lo menos, la verdad.
Un caso de corrupción que involucra a un ex presidente y a su entorno es un hecho grave. Sobre todo cuando hasta ahora se conoce solamente el 10 % del contenido del teléfono de María Cantero, la ex secretaria de Fernández. Todo indica que en breve será citado a indagatoria. Tendrá que dar ahí las explicaciones correspondientes a su primer acto de defensa. ¿ Cuántos funcionarios más están involucrados? ¿Quiénes se llevaban comisiones por un acto de intermediación innecesario?
Que la ex pareja y madre del hijo del ex presidente lo acuse de violencia física y psicológica es grave. No son comparables los hechos porque en ese ejercicio que tratan de hacer alguno se termina perdiendo la dimensión de ambos. El martes Yáñez declarará por primera vez en una audiencia judicial vía Zoom. Hasta ahora dijo estar amenazada y no profundizó en hechos, circunstancias ni lugares. Recién ahí el delito o los delitos podrían tener alguna configuración.
El chichoneo de un presidente en el despacho presidencial es obsceno. No es su departamento de soltero. Se trata del espacio físico al que llegó por el voto de los argentinos y por el cual debería velar o por lo menos dar alguna muestra de respeto. Lo que se vio es por lo menos desagradable. Pero aunque no constituye delito alguno, fue la cara de la coprotagonista la que ocupó la centralidad mediática. ¿Por que no él, que estaba del otro lado de la cámara, sosteniendo el celular y llevando adelante la conversación?
Cuestiones que en el país se creían zanjadas vuelven a discutirse de la mano de Milei, como la política de derechos humanos y los juicios de lesa humanidad. Argentina fue pionera en juicios contra represores, condenas por delitos sexuales como delitos autónomos a las torturas, condenas fundadas. Se probo la sistematicidad del robo de bebes y las maternidades clandestinas. El horror tuvo nombre y apellido. Urge conocer si la agenda libertaria trabaja hoy para morigerarles a los monstruos la pena a la que se llegó con tanta verdad y esfuerzo.
No. No es todo lo mismo.