En 1844, en Inglaterra, un grupo de tejedores —luego de un periplo no exento de conflictos y obstáculos— dieron origen a una empresa autogestionada, posiblemente sin saberlo y mucho menos sin ser conscientes de la relevancia que tendría esta experiencia en la diversificación de la tipología de emprendimientos económicos durante los siguientes dos siglos.
Los pioneros de Rochdale (Inglaterra) marcaron el origen de lo que hoy entendemos como el cooperativismo moderno. Experiencia empresarial de autogestión basada en valores allí definidos: membresía voluntaria y abierta, sin discriminación de ningún tipo; el control democrático de las decisiones; participación económica proporcional de los miembros; emprendimientos autónomos e independientes; fomento a la educación y capacitación de sus miembros; cooperación entre cooperativas e interés por la comunidad.
Entre sus notas sobresalientes destacan el legado de la relevancia de una planificación concreta y pragmática y el rol del fomento a la capacitación y formación continua de sus miembros. La cooperación, operar en conjunto, como un modo de establecerse para cumplir su misión.
Como cada primer sábado de julio, todos los años desde 1995, se celebró el Día Internacional de las Cooperativas. Lejos han quedado aquellos días del siglo XIX donde todo comenzó. El desarrollo de las organizaciones cooperativas tiene un impacto notable y significativo en la economía mundial. Se estima que 12% de la población mundial es cooperativista de las más de tres millones de cooperativas que existen a nivel mundial.
Ha superado sesgos de implementación y apoyos en la medida que ha ido traccionando, en base a casos que sobreviven, el diseño de un modelo de organización posible, alternativo y complementario.
En Uruguay, en base a estimaciones del Instituto Nacional del Cooperativismo (Inacoop), existen unas 1.203 cooperativas y sociedades de fomento rural con personal remunerado, que acumulan una dotación total de más de 28.000 trabajadores, generación de empleo directo.
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Inacoop
El informe excluye a las cooperativas que no cuentan con aportantes al BPS. Lejos de lo que un sesgo inicial podría suponer, las cooperativas en Uruguay tendrían una mayor tasa de supervivencia que los emprendimientos tradicionales, según una investigación realizada por el economista especializado Gabriel Burdin.
El empleo se sitúa en diversas áreas dependiendo del tipo de cooperativa (de trabajo, sociales, artistas, consumo, vivienda, agrarias, ahorro y crédito, seguros), a su vez dependiendo de la tipología, las cooperativas gozan de diferentes exoneraciones fiscales establecidas por ley, que además establece una regulación garantista.
A pesar de la tendencia creciente en materia de empleo directo, su relevancia es poco significativa, en el universo de empleo privado cotizante en BPS (en el entorno del 2,8%).
En el 2021 en el marco de mis actividades académicas visité a la Universidad cooperativa de Mondragón en el país Vasco, España. Allí tuve la oportunidad de tomar contacto con su experiencia modelo donde han desarrollado un grupo económico de más de 250 cooperativas segmentadas en 11 divisiones industriales de un amplio rango de actividad.
Además, han logrado internacionalizarse, incluso algunos de sus productos se han comercializado en Uruguay. Como en toda operación, han tenido sus éxitos y fracasos, sosteniendo un modelo cooperativo fortalecido, influyente y creciente a lo largo del tiempo.
El cooperativismo señala un camino complementario que es posible, y tiene el potencial para dinamizar sectores de la economía donde muchas veces escasean los emprendimientos de tipo tradicional. Servirse de experiencias que han funcionado, fortaleciendo programas de capacitación y formación en gestión y planificación, acompañando desde las fases de incubación, y fomento al desarrollo, son iniciativas posibles para fortalecer su desarrollo.
El legado impensado de “los pioneros de Rochdale” goza de vigencia y salud aún con gran potencial por nuestras latitudes.