2 de diciembre 2025 - 23:52hs

Una mujer viaja a Japón para encontrarse con su único hijo que se fue a vivir a ese lejano país. En medio de esa cultura tan bella y extraña descubre que su hijo ya es parte de ese paisaje y el viaje se convierte en la aventura de encontrar quién será ella a partir de ahora.

De eso se trata Okasan (madre en japonés), la obra que la talentosísima actriz argentina Carola Reyna trae a Madrid. El unipersonal está basado en la historia escrita por Mori Ponsowy y adaptado por Paula Herrera Nóbile.

Curiosidades de la vida (o no), Carola sabe que cruzar el charco es una vivencia llena de matices para los que se van y en este caso, para los que se quedan. Su hijo Rafa vive en España hace diez años y ella lleva en la piel los colores de esa transformación del vínculo y de su rol como madre.

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Con todo esto en sus maletas, la premiada actriz viajó a Madrid para presentar `Okasan´ en el Espacio Mistral en el barrio madrileño de Puerta del Ángel, y el éxito superó las expectativas. Con dos fechas a sala llena, hubo que sumar una tercera función para este sábado 6 de diciembre.

Antes de la tercera presentación, recibió a El Observador España en una cálida charla sobre el unipersonal, su vivencia como madre de un hijo que vive lejos y con la alegría de traer la obra que habla de muchas madres que viven esta etapa sin manual.

¿Cómo te trata España?

Yo amo España, amo. Me trata siempre bien, la verdad. No sé, se empiezan a abrir como puertas mágicas, siempre con encuentros divinos, yo ya vengo muy bien dispuesta en general, porque además acá está mi hijo y yo viví de chiquita, cuando era muy muy chiquitita.

¿Viviste muchos años?

No, viví un año cuando empezaba el jardín. Era un quilombo mi vida, porque se estaban separando mis padres, y nadie me lo decía. Vinieron mis tíos que estaban exiliados y en vez de un mes nos quedamos un año. Después mi padre viajaba, así que yo venía bastante cuando lo acompañaba. Mi padre era productor, viajaba, venía y amaba España. Y después, cuando yo ya tenía mi casa sola, mi padre y mi madre se juntaron de vuelta y se vinieron a vivir acá un tiempo. Mi padre produjo acá con Antena 3 y con TV 5. Y después vino a vivir acá mi hijo; o sea que hay mucha historia.

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¿Cómo surge la posibilidad de traer Okasan a España?

Es divino, porque al principio era apenas fantasía. Lo pusimos en marcha porque es un proyecto de autogestión que viene de la mano de una amiga mía, que leyó Okasan, la novela preciosa de Mori Ponsowy que cuenta la historia de una madre en un viaje de visita a su hijo en Japón. Ella tenía una hija en ese momento viviendo en Londres y me decía, "Ay, Carol, leí una novela me hizo acordar a mí y a vos cuando vamos a visitar a los chicos" y todo lo que nos pasa cuando volvemos; lo que se dice y lo que no se dice, todo lo que se puede expresar y lo que hay que guardar, y a lo que hay que amoldarse.

Y entonces ella tuvo la idea de que hiciésemos un espectáculo unipersonal. Fuimos detrás de los derechos, fuimos detrás del sueño.

Llevó un tiempo porque vino la pandemia, después murió mi madre, pasaron cosas, pero fuimos así como una flecha, guiadas por la intuición y el deseo de contar la historia.

Como yo tengo un hijo en Madrid, Mori uno en Japón y Paula tenía a su hija en Londres, siempre la fantasía era: "Qué lindo sería, imagínate hacerla en Japón, Londres y Madrid". Eso no sucedió al principio, no era tan sencillo.

Y cuando Rafa (su hijo) la vio por primera vez, me acuerdo que me abrazaba en el camarín y me decía "La tenés que llevar allá". No sé muy bien por qué. Era como un "ahora venís vos a mi lugar". Pero esa puerta no se abría fácil, yo tampoco insistí mucho hasta que este año el periodista argentino Maxi Legnani, que hace poco vino aquí para abrir el Espacio Mistral, en su despedida me dijo "Bueno, ojalá nos podamos juntar porque yo tengo un teatro" ¿Un teatro? Yo no había prestado atención, y le digo "bueno, ojalá, a ver si un día Okasan" y me dice, "¿Tenés material?" y hablé con las chicas y en minutos le mandé todo el material de la obra.

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Y a los cinco días me dice, "Che, gustó muchísimo allá. Andrea, la dueña de la librería te admira mucho, te quiere, está todo el mundo entusiasmado, ojalá vengan” me dijo. Fue como un mimo, ¿viste? Como que alguien te diga, "Qué lindo que vengas" Todo como muy rodeado de cariño. Porque no es una movida que tenga que ver con el negocio, son pocas funciones, tuvimos la suerte de que la primera y la segunda función se agotaron y sumamos una tercera, para el sábado 6.

¿Cómo es la obra?

Es una obra que invita a verse en el extranjero, porque habla de eso. La historia es de una madre cuyo hijo se va a vivir a Japón y es el primer viaje después de no verlo durante un año. Y llega con esa ilusión y esa fantasía y está todo bien, pero nada es igual. El hijo es el hijo, pero ya se transformó.

A ella le encanta Japón, pero no entiende el idioma y todo es fascinante, pero si se pierde, ahora depende de él, ahora es él quien la guía y no ella quien lo guía. Bueno, los cambios de la vida; es como la cintura para adecuarse a esos cambios.

Ver esto de "qué suerte que está instalado" y por otro lado el "está instalado". Te da esa ambivalencia y también se suma la edad en que los padres empiezan a ponerse mayores, con lo cual uno empieza a ser más padre de los padres.

Todos esos cambios que son inevitables y que requieren primero de aceptación, de cierta sabiduría, de cierta cintura, pero que también tienen un costado del que en general no se puede hablar mucho.

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Es como si fuera la cara B de algo de la maternidad. Como cuando te dicen "Dale, pero si él está bárbaro, dale dejá, está haciendo su vida, genial".

O también como el momento de Argentina que es tan complejo y entonces donde toda la gente a la que le decís que se fue, te dice “Ah, qué suerte que se fue”.

Y uno dice “sí, buenísimo... buenísimo y también te cuento”. O sea, nada es de una sola manera. Entonces, Okasan habla un poco de eso, que son los vínculos, cómo hacer para soltar eso que se ama. Uno cree que amar es controlar, uno está acostumbrado a saber dónde estás, qué hacés, si te veo o no te veo. Y de golpe aparece la distancia. La obra habla de Japón, que es precioso hablar de Japón y sirve como metáfora y es muy bonito para verlo en el escenario, pero no hace falta que nadie se vaya a Japón.

Y sobre la maternidad, tampoco se habla de eso. Hay instrucciones para dar la teta, instrucciones para el puerperio, o sea, el inicio y no hay instrucciones para cómo es maternar cuando te necesitan de otra manera. Y una sigue siendo esa mamá que tal vez necesita del otro, pero tenés que ser una mamá medio libélula, medio que empieza como a sobrevolar, que no jode, que está presente pero que no invade. Pocas veces te preguntan "¿Y vos cómo estás?"

Y aparte esa cosa de que la madre siempre está disponible, para bancar y para lo que sea. Y lógicamente cuando uno es joven y tiene la edad, si tiene la suerte de independizarte, no está pensando ni en su mamá ni en su papá ni en lo que dejás. Está pensando en su propia vida, que está bárbaro. Pero bueno, la vida es todo junto, es el que se va, es el que se queda, es este envejecer lejos del hijo, que se haga grande y vos te hagas grande.

En este momento con tantos argentinos emigrando ¿Tiene más sentido Okasan?

Yo no me lo imaginé nunca cuando hice esto porque esto era un cuento que nos tocaba de cerca a nosotras. Nunca imaginé que iba a haber tanta gente a la que tocaba de cerca.

En el hall del teatro me encontré con unas historias que no lo podía creer. Y también pasaron cosas relindas como estudiantes jóvenes del interior viviendo en pensiones que venían a ver la obra pensando en sus madres, porque Japón también puede ser el barrio de Constitución. Cuando vos sos de Jujuy y el chico viene a estudiar... el Obelisco es Japón. Japón es una excusa. incluso también con cosas mucho menores. Como cuando la vida cambia y por ejemplo te dicen “ay, se casó mi hijo” y ahora hay otras costumbres, la familia de él es no sé qué, no nos llevamos tan bien, no tenemos tanta onda, se fueron a vivir más lejos, hay que llamar por teléfono... Siempre hay que adecuarse a algo y puede ser una distancia física, emocional, hay algo que muta, que es la historia del tiempo y de la vida, y creo que ese es el tema.

¿Es un momento para hablar de las otras caras de la migración?

La migración tiene causas tan diferentes, hay migración obligada, un exilio, otra cosa es los que vienen de África, el que viene expatriado por un trabajo superbueno o el que viene como aventurero.

Yo creo que ya ahí depende mucho de la suerte, de la personalidad del que emigra, porque hay gente que se la banca mucho más que otra. Pero creo que hay una cara B que tampoco se cuenta mucho. Hay algo como que si además uno dice que extraña, te dicen ¿para qué te fuiste? Entonces es como que un poco me la banco, me adapto, me sobreadapto ¿a quién le contás eso que le contabas allá a alguien, bueno, te la arreglas sin contárselo.

A los 21 años como tiene Matías, que es el hijo en la obra, tenés la sensación de que tenés todo por delante y esa fuerza hace que no evalúes mucho y uno piensa "bueno, si me va mal me vuelvo" pero la madre o el padre o el pariente o el hermano del que se fue, el vínculo que queda.

Y esto no es de ahora, los italianos, los españoles venían en el barco, los mandaban sin nada, chau y no veían nunca más a nadie.

¿Cuál es el deseo de la madre que interpretás?

Yo creo que el deseo es que a través de la libertad de su hijo pueda empezar a encontrar también una libertad propia. Reencontrarse ella en ese espacio sin el apoyo o la excusa del rol en el que te transformás. "Bueno, ahora qué hago con mi vida". Es como un vacío, exagerado, si caigo en la nostalgia y en solamente ver el vacío, me hundo.

Hay un momento de la obra en el que ella se va a bañar con las demás mujeres en el Onsen, que es un baño termal que se comparte y le parece genial y cuando termina de bañarse ella tiene como uno de los momentos más felices del viaje, como un poco reencontrándose también con su cuerpo, como con su feminidad, su sexualidad, su mujer, no la madre. Como por un momento dejar la madre un ratito y ver que ahora estoy yo, eso es lo que yo le deseo a la madre.

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Hay personas que migran porque están los hijos, pero no porque sea un deseo propio

Hay mucho de eso en la obra, que es ese ir detrás que no es satisfactorio. Hay algo frustrante ahí, porque hay algo que no sabe, hay alguna fantasía de algo que se tiene que dar que no sabe ni qué es. La falta de cotidianidad hace que uno diga "Bueno, y ahora no sé." Y la vida no te da la gran escena, a veces sí pero en general son momentos.

Entonces, yo creo que también la imagen de irme solamente porque él está ahí es una dependencia. "¿Qué hago acá? me da bola, no me da bola, me llama, no me llama”…

¿Es un buen momento para los artistas argentinos en España?

Yo creo que sí, creo que se abrió. Primero empezaron las plataformas, estamos todos globalizados en un sentido, pero el teatro ya es otro plan. A mí me parece genial porque aunque no está bien que uno lo diga para mí tenemos una calidad artística muy impactante con los pocos medios, siempre con menos o remando o a mano. Lo digo desde todo punto de vista

Buenos Aires es una es una ciudad muy particular, está llena de talleres literarios, de librerías, a la universidad del cine vienen de todo el mundo a estudiar y hoy no hay subsidios ni para una película. Es un hervidero cultural.

Nos salva mucho la cultura. Entonces que la cultura nuestra pueda moverse y verse así como nosotros también apreciamos un montón lo que lo que va para allá así que me parece divino poder salir y que no todo sea pasar por que te conozcan masivamente por la plataforma y tal. El teatro es compartido y con el otro, es sin teléfono. Es una experiencia real, está ahí el actor.

¿Cómo está Argentina?

Rara, la veo rarísima. No comprendo mucho pero está esa fuerza… culturalmente es imparable. Siempre, además de los 1.000 obstáculos hay una fuerza que es como inherente a cómo somos. Algunos dicen que somos fanfarrones, otros dicen que somos charlatanes o que somos no sé qué, pero bueno, jugamos bien al fútbol, tenemos el "coso del Conicet", tenemos a Paco y Catriel girando por el mundo. Hay algo que pasa pero es un país raro, implica una intensidad también de sobreadaptarte todo el tiempo. Estás como muy muy alerta.

¿Qué significa en lo personal para vos traer la obra acá?

Significa un regalo, un abrazo, un premio enorme. Tiene mucho significado que ni me detengo tanto porque es como demasiado. Porque sí, desde el pasado digo mi papá qué contento estaría, y a la vez saber que mi hijo está acá es una linda frutilla de postre.

Y haber agotado las entradas es un agradecimiento mayor porque yo dije, "Bueno, como sea voy a ir" y que se hayan terminado las localidades y hayamos agregado una tercera función es divino.

Es precioso, el amor con el que reprodujeron la escenografía, porque si bien es simple y sencilla, bueno, habla del Japón. Y ellos fueron encontrando, es como en una cajita de fósforos, como si fuera una cosita chiquita y sigue siendo hermosa. El teatro es mágico porque con muy poquito viajas lejos y esta obra es un viaje en todo sentido.

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