Europa dio un salto trascendental en la carrera tecnológica global con la inauguración de Júpiter, la primera supercomputadora con capacidad de efectuar más de un trillón de operaciones por segundo, ubicada en el Centro de Supercomputación de Jülich, al oeste de Alemania.
Con esta infraestructura sin precedentes, el continente busca recuperar el terreno perdido frente a Estados Unidos y China en áreas clave como la inteligencia artificial (IA), la previsión climática y la transición energética.
Con una capacidad de procesamiento superior a un exaflop —equivalente a mil millones de millones de operaciones por segundo—, Júpiter representa una apuesta estratégica por parte de la Unión Europea y Alemania, que cofinanciaron el proyecto con una inversión conjunta de 500 millones de euros.
La UE cubre el 50% del costo, subrayando el carácter paneuropeo de esta iniciativa.
"Jupiter es un hito tecnológico que sitúa a Europa en una nueva liga de potencia computacional", dijo el canciller alemán Friedrich Merz durante la inauguración. "Este es un proyecto pionero que demuestra que Europa puede liderar en innovación científica". "Jupiter es un hito tecnológico que sitúa a Europa en una nueva liga de potencia computacional", dijo el canciller alemán Friedrich Merz durante la inauguración. "Este es un proyecto pionero que demuestra que Europa puede liderar en innovación científica".
El primer superordenador europeo de exaescala
Júpiter (Joint Undertaking Pioneer for Innovative and Transformative Exascale Research) es una máquina de dimensiones colosales: ocupa 3.600 metros cuadrados, contiene 24.000 chips Nvidia —los preferidos para tareas de IA—, y consume 11 megavatios de energía, con sistemas de enfriamiento sostenibles y aprovechamiento del calor residual para calefacción urbana.
El sistema fue desarrollado por un consorcio europeo liderado por Eviden (filial de Atos, Francia) y ParTec (Alemania), demostrando la capacidad industrial conjunta del bloque.
“Es como usar 10 millones de laptops a la vez”, ilustró Merz, comparando su potencia con la de dispositivos cotidianos.
Un impulso vital para la soberanía tecnológica europea
En un contexto donde Estados Unidos domina el sector tecnológico y China avanza en silencio, Europa había quedado rezagada. Según un informe reciente de la Universidad de Stanford, Estados Unidos produjo 40 modelos de IA influyentes en 2024, frente a 15 de China y apenas 3 de Europa.
“Con Júpiter, Europa por fin tiene una plataforma competitiva para entrenar modelos de IA avanzados”, aseguró Thomas Lippert, director del centro de Jülich. “Es un avance histórico que puede cambiar las reglas del juego”.
José María Cela, del Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona, calificó a Jupiter como "muy significativo" para el futuro de los grandes modelos de lenguaje (LLMs), que impulsan herramientas como ChatGPT o Gemini. Cuanto mayor la capacidad de cálculo, mejores y más potentes serán estos modelos.
Más allá de la IA: clima, energía y salud
Júpiter no solo será clave para la inteligencia artificial. Su potencia también permitirá proyecciones climáticas de hasta 100 años, fundamentales para anticipar fenómenos extremos como olas de calor, inundaciones o sequías prolongadas.
Además, apoyará la investigación neurológica, simulando funciones cerebrales para desarrollar tratamientos contra enfermedades como el Alzheimer, y optimizará procesos vinculados a la transición energética, como el diseño de turbinas eólicas más eficientes.
La dependencia de la tecnología de EEUU
Aunque Júpiter es un logro continental, su construcción aún depende de componentes clave fabricados en Estados Unidos, como los chips Nvidia. Esta dependencia tecnológica subraya la necesidad de seguir fortaleciendo la autonomía estratégica europea en sectores críticos.
Pese a ello, Júpiter se convierte en uno de los cinco superordenadores más potentes del planeta, junto a El Capitan, Frontier y Aurora (EEUU) y Lumi (Finlandia).
Actualmente, Europa cuenta con cinco de los diez primeros puestos en el ranking mundial, un reflejo del esfuerzo colectivo por cerrar la brecha tecnológica.