Sí, podemos acercarnos al arte como a una oportunidad. Podemos comenzar este nuevo año desde una mirada activa y cuestionadora, donde nos dejemos guiar por la curiosidad y la intuición de manera desprejuiciada. Me interesa pensar el arte como potencia, como la apertura o lo abierto, como aquello que está por descubrirse aún, lo desconocido, lo latente. Eso que no se ha desarrollado todavía, lo que está por venir.
En algún punto podemos pensar el arte como un viaje de aprendizaje y conocimiento hacia otras culturas y realidades. Pero es un viaje en dos dimensiones: la espacial y la temporal. El arte no solo nos permite conocer o imaginar nuevos lugares posibles, sino que también nos permite especular sobre otros tiempos, ya sea del pasado o del futuro. Y digo especular porque el arte no busca sellar grandes verdades, sino que justamente le gusta jugar en los límites de lo posible, de lo imaginable, de lo comprensible…
De igual modo, podemos pensar el arte como un viaje hacia nuestra interioridad, nuestro mundo interno, un viaje que en lugar de trasladarnos hacia el exterior nos ayuda a conectar con nosotros mismos. Es que el arte puede ser una invitación a la reflexión y a la introspección, una invitación a revisarnos y repensarnos. Muchas veces el arte nos desencaja, nos provoca, nos cuestiona. Busca poner en jaque algunas de nuestras creencias e ideas más inamovibles para que emerjan otras.
Hay un rasgo vivencial en el arte, que es muy difícil de reproducir. Se nos presenta una situación o una propuesta para ser experimentada y percibida por nuestros sentidos e intelecto. Hay una dimensión intelectual en la apreciación del arte, porque es a partir del conocimiento y la comprensión que nos adentramos en sus profundidades. Estas son herramientas y vías de acceso que nos ayudan en su desentramado, en eso que es tan característico del arte que tiene que ver con lo inefable. El arte tiene una cierta sustancia que es muy difícil de asir o poner en palabras. Es complejo tratar de descomponer el por qué nos atrae más una pieza que otra, usamos distintos recursos para ello, pero a medida que nos acercamos y cuanto más esfuerzo ponemos más nos damos cuenta de que es incomprensible en su completitud. Y esa es justamente su potencia: su capacidad para continuar creando o emanando significados.
Cada obra de arte teje un diálogo y una red de relaciones con un conjunto de otras obras, con la historia, con el contexto, con lo local, lo regional y lo internacional. Las obras no surgen de forma aislada, sino que se conectan, suman y complejizan un desarrollo argumental, que continúa en puntos suspensivos a la espera de una nueva activación... De esta forma, el arte tiene la capacidad de generar un entramado relacional, urdir vínculos que nos devuelven a lo comunitario y, en algunos casos, nos sacan de nuestro ensimismamiento y alienación.
En Uruguay, una feria de arte como ESTE ARTE, una feria internacional, funciona como un portal que nos conecta y posiciona al país y a sus artistas en la escena del arte internacional sin perder el paso tranquilo y el gusto a arena y sal. Es un espacio de diálogo para entrar en conversación con lo regional e internacional a partir de la participación de galerías y referentes locales y extranjeros que nos permiten profundizar en la obra de diversos artistas desde diferentes miradas.
En definitiva, el arte es una oportunidad para reinventarnos desde lo personal hacia lo comunitario en una trama donde lo posible y lo imaginable coinciden.
Elisa Valerio es curadora y crítica de arte. Curadora del Pabellón de Uruguay de la 60.ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia 2024 con el proyecto Latente, del artista Eduardo Cardozo, en colaboración con Álvaro Zinno.