Como parte de esta estrategia, el gobierno creó el Consejo Nacional por la Soberanía y la Paz, una instancia orientada a proyectar un cierre de filas frente a la “agresión de Estados Unidos”. Convocó a rectores de universidades, artistas, deportistas, empresarios y a figuras de la oposición institucional porque, como dijo Jorge Rodríguez, presidente del Parlamento y miembro del oficialismo: “Esta es la hora de la unidad, del encuentro, de estrechar nuestras manos”.
Maduro invoca la soberanía ante la presión de Washington. El Departamento de Justicia lo acusó de liderar el llamado Cartel de los Soles, una organización que cataloga como narcotraficante y en la que, supuestamente, participan altos mandos militares venezolanos. En paralelo, aumentó la recompensa por información que conduzca a su captura, mientras el Pentágono desplegó buques en aguas del Caribe, frente a Venezuela, como parte de una operación antinarcóticos que ha pulverizado cuatro lanchas, supuestamente, vinculadas al narcotráfico venezolano.
Durante la instalación del Consejo, Rodríguez recurrió a la historia para construir una narrativa de unidad frente a la amenaza externa. Evocó el bloqueo naval que sufrió Venezuela entre 1902 y 1903, y afirmó que, en aquel momento, “nadie preguntó a qué bando pertenecía uno o a cuál bando pertenecía otro”. Trazando un paralelismo con el presente, añadió: “Hoy están aquí todas y todos los representantes de los más importantes partidos de gobierno y oposición”.
Rodríguez se refería a partidos con estructuras intervenidas judicialmente y a agrupaciones que mantienen acuerdos parciales o canales de entendimiento con el chavismo. María Corina Machado, la dirigente opositora con mayor respaldo popular, así como los partidos que respaldaron su llamado a la abstención en las elecciones parlamentarias y regionales celebradas tras la controvertida reelección de Maduro en 2024, permanecen al margen.
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La líder opositora venezolana María Corina Machado
EFE
Al dirigirse al Consejo, Maduro afirmó que “se oye un espíritu de unión nacional” y apeló a un discurso de reconciliación: “Conciliación, reconciliación, bienvenida, siempre te hemos buscado y aquí te hemos encontrado, estamos reconciliados y unidos”.
Unidad con represión
El llamado a la reconciliación convive con cifras que reflejan la persistencia de la represión. Según datos de la ONG Foro Penal al 15 de septiembre, en las cárceles venezolanas permanecen 823 presos políticos, de los cuales 42 no tienen paradero conocido. En un primer momento, la represión sofocó las protestas tras las elecciones presidenciales, y luego se centró en desarticular los cuadros opositores, especialmente los del partido Vente Venezuela, liderado por María Corina Machado.
Entre los asistentes a la instalación del Consejo estuvo Alberto Galíndez, miembro de la oposición que participó en las elecciones regionales y único gobernador no chavista. Galíndez rechazó la “intervención extranjera” y llamó al diálogo.
Por parte del sector empresarial, que ya no emite críticas al régimen, intervino Ítalo Atencio, presidente de la Asociación de Supermercados. Apeló a una metáfora médica para describir el clima social: “El supermercado es un termómetro de la sociedad”, dijo, y aseguró que ese indicador “marca 37 grados de temperatura”, señal de que “está bien”. “Las mejores cosas para nuestro bello país están por venir”, añadió.
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Un mural refleja la crisis cambiaria en las calles de Caracas
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Más allá del optimismo empresarial, la economía emite señales de crisis. A comienzos de este año, el dólar oficial se cotizaba en 52 bolívares; hoy supera los 160. El Banco Central oculta las cifras de inflación, pero según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), solo en el primer semestre acumuló un salto de 123%.
Propaganda sin respaldo
Para el politólogo e historiador Armando Chaguaceda, autor del libro La otra hegemonía. Autoritarismo y resistencias en Nicaragua y Venezuela, las maniobras de Maduro no generan legitimidad, ni interna ni externa. “El nivel de descrédito por su represión y por la gestión económica es tan alto que la impopularidad no hay forma de revertirla”, sostiene.
Advierte que la hipótesis de una invasión clásica carece de sustento: “Todo el mundo sabe que el tema de la operación militar es incierto como invasión, por lo menos la gente más seria, más allá de que hay operaciones y un evento de presión para que se abra un canal de negociación”. Concluye que, como ha sido habitual, el Gobierno presenta “actos de propaganda como realidades”.
Para el politólogo Miguel Ángel Martínez, experto en procesos de pacificación, las recientes maniobras del Gobierno responden a la necesidad de mostrar cohesión ante el creciente desgaste interno. “Tras el 28-J quedó evidenciado el rechazo masivo al régimen actual”, afirma, en relación a las fuertes protestas registradas tras las elecciones de 2024, y advierte que la presión estadounidense potencia la desconfianza entre los miembros de la coalición autocrática.
Movilización militar en apoyo a Maduro (2) - 23-9-25 - AFP
AFP
Según Martínez, la percepción de que la cúpula oficialista puede caer debilita la obediencia que le profesan distintos sectores sociales, “motivada a menudo por el miedo y prebendas”. De ahí, explica, la movilización de milicianos que busca “mostrar respaldo, intimidar y forzar demostraciones de lealtad. Lo mismo, pero con otros sectores, sucede con el Consejo por la Soberanía y la Paz”.
“Con este tipo de medidas no se hace más que tratar de incrementar los recursos que todavía están a disposición del gobierno autocrático: temor y prebendas puntuales. Pero no permiten un cambio estructural en la situación de debilidad creciente que experimenta el régimen; más bien pueden incrementar el rechazo estructural que suscita y, definitivamente, no sirven para disuadir la presión estadounidense”, añade Martínez.
La militarización
Con el discurso de que el país debe prepararse para una eventual “lucha armada” ante el supuesto riesgo de invasión por parte de Estados Unidos, Maduro ha intensificado el control territorial y la militarización. La semana pasada, durante tres días, el ejército realizó ejercicios militares en la isla La Orchila, cerca del punto donde fuerzas estadounidenses interceptaron recientemente una embarcación pesquera venezolana.
En paralelo, el Gobierno puso en marcha la jornada denominada “los cuarteles van al pueblo”, en la que, según cifras oficiales, efectivos militares visitaron 5.000 comunidades para entrenar a civiles en el manejo de armas. Más allá del objetivo declarado, la iniciativa operó como una estrategia para generar imágenes de respaldo popular y proyectar una supuesta “unión entre el pueblo y las Fuerzas Armadas”.
Venezuela - adiestramiento militar de civiles - EFE
Entrenamiento militar de civiles en Venezuela
EFE
El ministro de Interior, Diosdado Cabello, convocó a todos los venezolanos, “del color político que sea”, a sumarse a las jornadas de entrenamiento. Lo importante, afirmó, es “que amen y estén dispuestos a defender la patria”.
Miembros de la oposición advierten que la narrativa de una posible invasión estadounidense podría derivar en un control interno más férreo por parte de los cuerpos policiales. Temen, además, que ese discurso funcione como excusa para intensificar la represión y bloquear cualquier intento de que a la presión externa se sume una presión interna, alimentada por el rechazo al régimen y la escalada inflacionaria.