Gustavo Petro y Nicolás Maduro avanzan en una articulación estratégica. Mientras Estados Unidos endurece su narrativa contra el régimen venezolano -con acusaciones de narcotráfico y una recompensa de 50 millones de dólares por la captura de Maduro- el presidente colombiano profundiza su acercamiento. Con apoyo explícito, coordinación militar en la frontera y el impulso de una zona económica binacional, Petro desafía a Washington y apuesta por una alianza que compagina afinidad ideológica con objetivos pragmáticos.
La fiscal general de Estados Unidos, Pam Bondi, acusó a Maduro de ser "uno de los mayores narcotraficantes del mundo" para justificar la recompensa. En contraste, Petro respaldó al mandatario venezolano y afirmó que le ha brindado un apoyo "contundente" para "derrotar a los grupos narcotraficantes de la frontera" y agregó: "No creo que la solución de los problemas políticos de los venezolanos pase por poner dinero para matar o capturar líderes políticos".
El Cartel de los Soles, una estructura en la que supuestamente participan altos mandos militares venezolanos, y el Tren de Aragua, una banda delictiva de origen venezolano, fueron designados como organizaciones terroristas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Según The New York Times, el presidente Donald Trump habría dado instrucciones al Pentágono para comenzar a utilizar la fuerza militar contra este tipo de agrupaciones.
Petro respondió de manera enfática a través de su cuenta en X: "Transmito públicamente mi orden dada, como comandante de las fuerzas armadas de Colombia. Colombia y Venezuela son el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia. Cualquier operación militar que no tenga aprobación de los países hermanos es una agresión contra Latinoamérica y el Caribe".
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Su postura no solo buscó marcar distancia frente a posibles intervenciones externas, sino también reafirmar una agenda de cooperación. Colombia y Venezuela firmaron un memorando de entendimiento para crear una zona económica binacional en la frontera que conecta los estados venezolanos de Táchira y Zulia con los departamentos colombianos de Norte de Santander, La Guajira y Vichada.
Maduro planteó "unir a las fuerzas militares de Colombia con la Fuerza Armada Nacional Bolivariana" y luego Petro aclaró que la idea es "articularlos para acabar el narcotráfico en la zona de frontera y eso es conveniente para las dos naciones y ha dado mucho resultado".
Afinidad ideológica
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AP
Para el gobierno de izquierda de Petro, una eventual caída del chavismo en Venezuela configura un escenario de alta incertidumbre. El posible ascenso de una oposición con la que mantiene distancias ideológicas -y que percibe alineada con Estados Unidos y con sectores de la oposición colombiana- es interpretado como una amenaza potencial.
Tras la controvertida reelección de Maduro en julio de 2024 mediante unas elecciones marcadas por contundentes denuncias de fraude, Petro evitó reconocer el resultado, pero mantuvo las relaciones diplomáticas y buscó posicionarse como mediador entre el oficialismo y la oposición, en coordinación con México y Brasil. El intento no prosperó y con el correr de las semanas, el tema quedó en el olvido.
En los hechos y en el discurso, ha habido un reconocimiento explícito por parte del gobierno colombiano. Tras la firma del memorando de entendimiento para la zona económica binacional, Alfredo Saade, jefe de Despacho de la Presidencia, afirmó a W Radio: "Hicimos un acuerdo con un gobierno legítimamente establecido en Venezuela porque lo decidió el pueblo de Venezuela".
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Manuel Camilo González, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Javeriana, sostiene que "es obvio" que existe una afinidad ideológica entre ambos gobiernos y entre ambos líderes, Petro y Maduro. A su juicio, comparten "la percepción sobre la democracia que tenía el expresidente de Venezuela, Hugo Chávez" y, en consecuencia, "un profundo rechazo a la democracia liberal".
Agrega que, para el gobierno de Petro, el régimen de Maduro "es un aliado más dentro de la región: frente a los Estados Unidos, frente a los gobiernos de derecha".
La internacionalista Beatriz De majo señala que "el fracaso del izquierdismo en Venezuela significaría un fracaso total de ese género de izquierdismo que Gustavo Petro trata de llevar a cabo en Colombia".
Combate en la frontera
Durante el gobierno de Maduro, grupos armados colombianos vinculados al narcotráfico, como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la Segunda Marquetalia, han operado con relativa facilidad desde territorio venezolano, aprovechando zonas de refugio y tránsito. Según Petro, su acercamiento con Caracas habría modificado sustancialmente ese escenario.
“He movido diplomáticamente al gobierno de Venezuela para que golpee al ELN, y lo está golpeando”, aseguró el mandatario colombiano, y agregó que lo mismo ocurre con la Segunda Marquetalia.
En la misma línea, el ministro de Defensa, Pedro Sánchez, declaró a Blu Radio: “La información que hemos recibido de parte de quienes manejan las relaciones diplomáticas es que Venezuela está adelantando operaciones contra la amenaza que tenemos ambas naciones en la frontera”.
Para Gustavo Petro, el giro del gobierno venezolano -si se confirma y se mantiene en el tiempo- podría convertirse en un respaldo clave para su estrategia de reducción de la presencia armada en la frontera. El involucramiento activo de Caracas no solo limitaría los espacios de refugio y operación del ELN y la Segunda Marquetalia, sino que también incrementaría la presión sobre sus mandos para avanzar en los diálogos de paz.
“Venezuela juega un papel crucial en el conflicto entre organizaciones criminales. A veces actúa como jueza, otras como parte, y eso termina afectando a Colombia de forma significativa, porque ciertamente genera muchas vulnerabilidades en términos de seguridad”, advierte Manuel Camilo González.
Comercio desigual
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Un mural refleja la crisis cambiaria en las calles de Caracas
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Para Colombia, la relación comercial con Venezuela es beneficiosa, aunque aún se mantiene en niveles modestos. En 2024, las exportaciones colombianas alcanzaron los 1.003 millones de dólares, mientras que las importaciones desde Venezuela apenas sumaron 134 millones. Este desequilibrio, junto con los desafíos de seguridad en la frontera, plantea interrogantes sobre la viabilidad de avanzar con la zona económica binacional.
Beatriz De Majo atribuye la debilidad del flujo comercial a la contracción de la demanda venezolana, consecuencia directa del deterioro del poder de compra. A ello se suman los riesgos logísticos y la inestabilidad cambiaria, que alimentan la desconfianza sobre la capacidad de pago de los importadores. Del lado colombiano, señala, el interés se limita prácticamente a la compra de petróleo y gas.
"Es una falacia monumental eso de tratar de revivir una zona económica fronteriza, pero es una manera de molestar a los Estados Unidos. Nada de eso se va a materializar. El empresariado colombiano y las fuerzas políticas opositoras a Petro simplemente no se lo van a permitir", agrega.