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18 de septiembre 2024 - 5:00hs

*Hoy cumplo 25 años y supongo que en unos años voy a saber qué significa, pero por ahora es solo un año más de mis veinte: una época en la que ya sé quién soy, en la que pienso que puedo llevarme al mundo por delante y en la que el mundo se esfuerza por recordarme mi juventud. Pero en todo este año pasado, en lo único que pensé respecto a los 25 es que fue la edad que nunca pudo cumplir alguien que como yo solo quería ir por ahí, escribir poesía, conocer pibas y cambiar la literatura nacional. Esta nota trata sobre Humberto Megget.

Humberto Megget solo publicó en vida un poemario: se llamó Nuevo sol partido y en la presentación, en julio de 1949, recitó dando la espalda al público. Cuando su amiga Idea Vilariño se enteró de esto, pensó "lo peor que autorizaron a pensar los lados menos buenos de su persona", según le confesó ella misma. Para Vilariño, la poesía era algo demasiado serio como para ese tipo de actuaciones. Además, los poemas que había leído hasta el momento de Megget le habían parecido inmaduros con "trasnochadas influencias surrealistas y afectaciones primitivistas".

Pero después de leer los últimos poemas de Megget, reinterpretó los primeros como intentos por "romper formas y reglas". Los siete poemas de Nuevo sol partido hicieron que Vilariño —quien luego sería su albacea literaria— estimara su poesía. Y los que le envió en una carpeta desde el hospital le gustaron mucho "sobre todo como actitud, como aceptación de que la poesía es, antes todo, canto". A continuación uno de ellos que, como la mayoría del poeta sanducero, no tiene nombre:

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Tengo el sueño

y el viento

y el traste aparte

la comodidad de verme todos los días

y el oído de siempre oyendo mis palabras

tengo también el cuerpo que es un arco

esperando lanzarse sobre algo

y en los movimientos que hace mi cabeza

tengo todo un paisaje de cosas diarias

el fusil

el alba

mi medalla

tengo la voluntad de verme fácil

pero también el cierre de no entregarme

y entre tener el tengo de mil cosas

tengo

tengo

tengo

tengo este sonido de tengo con gusto a guitarras.

Retrato del poeta Humberto Megget (1926-1951) por parte de Gustavo "maca" Wojciechowski

Megget nació el 1° de mayo de 1926 en Puntas del Gualeguay, una localidad de Paysandú. Lo anotó su padre, un hombre de 32 años, llamado Carlos María Megget. La partida de nacimiento decía "madre desconocida". El poeta contaba que su padre, un juez de paz, era un hombre muy lector y una figura romántica que había raptado a su esposa. Decía también que había muerto cuando él era chico.

A los cinco años de vida de Humberto, en 1931, su madre María Francisca Giménez González lo reconoció como hijo. Para entonces, el niño y su hermana ya vivían en Montevideo con su tía paterna Victoria Megget de Basílico. ¿Por qué su madre demoró tanto en reconocerlo? El motivo no está claro. El profesor Pablo Rocca, que se encargó de las dos ediciones de la Obra Completa de Megget (una publicada en 1991 y otra en 2019), señaló la hipótesis de que la mujer era menor de edad cuando parió a su bebé. Pero no hay mucha más información al respecto.

"(...) pudo ser una jovencita pobre y rural; pudo pertenecer a una familia de la región con mejores condiciones económicas. Al ocultarse como madre salvaba al hombre que la embarazó de cualquier acusación, pero debía entregarle la criatura", dice Rocca en el prólogo de la edición de 2019 que publicó Yaugurú.

En cualquier caso, cuando Megget tenía 19 años, en 1945, un juez declaró que era hijo natural de Carlos Megget. Le sacó el apellido materno y le quitó cualquier derecho a la madre sobre él. ¿Para entonces ya estaba muerto el padre de Megget? Según contaba el poeta, había muerto cuando era niño, pero para Rocca puede que haya "sobrevivido bastante más".

Megget siempre fue muy reservado sobre su vida familiar, la que dejó atrás en Paysandú: no está claro si tuvo más hermanos y qué pasó con su madre. De adolescente, tuvo una escapada abrupta hacia Paysandú. Se fue sin plata y haciendo dedo. Caminó bajo la lluvia por la carretera y se terminó subiendo a un camión. Pasó meses allí mientras se quedó en la casa de un familiar. Pero nunca dio detalles de qué pasó en ese tiempo. Por lo menos, según lo que el amigo de Megget, Justo Manuel Aguiar, dejó entrever al contarle esa anécdota a Rocca en 1989.

Al parecer, Megget sí le hizo una confesión al respecto, con lágrimas en los ojos, a Raquel Costa, la mujer con la que tuvo un amorío en los últimos días de su vida. Le dijo que había roto completamente la relación con su padre y que su madre estaba viva, pero que prefería no hablar de ella.

Su familia aparece en varios de sus poemas. En uno de ellos, proyecta toda su vida. Imagina a su madre "besada" y a su padre "rodeado". Repasa su vida desde que empezó a usar sombrero y sueña con ser un viejo de bastón que es reconocido por los suyos: supe que nuestro pueblo iba a recibir la visita de altas autoridades/supe que se iba a descubrir una placa/supe que todo era en mi honor.

La influencia de Joaquín Torres García

Megget era un joven delgado y de mediana estatura. Tenía la piel pálida y los ojos negros y grandes. Llevaba un pequeño bigote sobre labios gruesos. Era ceceoso, tímido y bueno, pero también taciturno, exigente y a veces desdeñoso, según lo recordaban sus amigos. "Se ponía un poco duro cuando tenía que juzgar a los que le parecían malos poetas", contaba Vilariño en un documental de 2005 por Jorge Sclavo y emitido por TV Ciudad. "Pero en los hechos era el tipo más mansito y más suave que te puedas imaginar", añadía la poeta.

Megget vivió con sus tíos hasta que a los 22 años se casó con Raquel Genis, "Coca" como le decían, y se fue de la casa.

Los amigos fueron muy importantes en la vida de Megget, no solo la vida social, sino también la artística e intelectual. Los principales fueron el pintor Manuel Aguiar, el filósofo Juan Fló y el poeta Carlos Brandy. Con amigos tuvo revistas de corta duración: Letras y Sin Zona.

Junto a Fló fue que Megget conoció al excéntrico escritor surrealista José Parrilla. Parrilla le "sacudió los restos de su puritanismo" con su "percepción natural de la música" y su "oído que solía no fallar", según el profesor Rocca. Pero además, Parrilla le presentó a dos pintores que serían claves para él: Javier Cabrera, conocido como Cabrerita, y Joaquín Torres García, cuyo taller Megget empezó a frecuentar antes de los 20 años.

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Puerto de Nueva York, obra de Joaquín Torres García
Puerto de Nueva York, obra de Joaquín Torres García

El taller funcionaba en el sótano del Ateneo de Montevideo, frente a la Plaza Cagancha —epicentro de la vida artística de la capital a fines de los cuarenta—. En esos años, los integrantes eran vistos, incluso por artistas e intelectuales, como locos fanáticos. Así lo recordaba el pintor Aguiar, discípulo de Torres García. Les decían "cavernícolas" por la forma encorvada de caminar, por hablar poco y por ir al sótano. En su prólogo a la Obra Completa de Megget, Rocca cita un fragmento de una conferencia de Torres García donde hace hincapié en la idea de la "estructura" y plantea la pregunta de si "puede hacerse un arte cualquiera, y sea poesía y literatura, música o pintura, sin construir".

Rocca —profesor titular de Literatura Uruguaya en la Facultad de Humanidades— resume la influencia de Torres García, Cabrera y Parrilla de la siguiente manera:

"Torres, pintor y teórico; Cabrerita, pintor, bohemio y doloroso ejemplo de vida; Parrilla, poeta y provocador le hacen ver a Megget trazos de la vanguardia europea y complementariamente algunas lecturas sobre las culturas amerindias y africanas. Todo devorado y asimilado con sorprendente y productiva velocidad, que se traduce en una escritura poética de una asombrosa madurez. El sentido del canto, que Vilariño celebrará en sus poemas, será el último recurso al que Megget pudo llegar".

Lo mejor de nuestra poesía, según Benedetti y Vilariño

Como el nombre de su revista, Megget era un Sin Zona. Aunque publicó algún poema en la revista Marcha, pasó desapercibido en su época. Nuevo sol partido fue un libro apenas leído. Pero Megget tampoco parecía interesado en formar parte de la movida cultural imperante. Mario Benedetti, quien reivindicaría la poesía de Megget tras su muerte, quería leerlo cuando estaba vivo, pero el poeta de Paysandú no mostró entusiasmo.

A fines de 1950 y principios de 1951, Vilariño y Megget se escribieron cartas cada uno desde su enfermedad (ella estuvo más de un año aislada, pero sobrevivió), y en una de ellas, la poeta le dijo que Benedetti le había pedido Nuevo sol partido. "También me ha pedido que consiga otros poemas de los últimos. Si quiere enviarme algunos recientes, yo se los paso", agregó.

Megget le dijo que ya le había enviado a Benedetti el libro cuando se publicó y que ya no le quedaba ninguno. Respecto a nuevos poemas, le explicó que los estaba "ordenando y corrigiendo para una futura publicación en conjunto" y que consideraba "prematuro hacerlos conocer sin antes cumplir con tal tarea". Además, le dijo que solo le interesaba el juicio sobre su poesía que podía tener ella o Sarandy Cabrera u "otros redactores de Número".

"Varonilmente suyo", cerró Megget en una carta que empezó diciendo, con humor, que escribía "desde su invernadero".

De todas formas, Benedetti se preocupó porque Megget no fuera olvidado. En 1961 publicó un artículo llamado El malabarismo lírico de Humberto Megget —que después recogió en su libro Literatura uruguaya del siglo XX—. Ahí, Benedetti decía que "aun en su inevitable envase juvenil, la obra de Megget es lo suficientemente original y valiosa como para ser incorporada a lo mejor de nuestra poesía".

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Montevideo tendrá una guía que recorrerá enclaves reales y ficticios de Benedetti
Montevideo tendrá una guía que recorrerá enclaves reales y ficticios de Benedetti

Benedetti señalaba que Megget usa las palabras "de todos los días", pero gracias al ritmo adquieren "una resonancia que las hace nuevas". El siguiente poema es un buen ejemplo:

cómo me gusta

me gusta sí

sentir el seno

me gusta ir

estar y escaparme

cómo me gusta

me gusta claro

el árbol partido

la flor silvestre

estar de frente

estar torcido

cómo me gusta

me gusta claro

a quién no le gusta

tener un verbo

o un verso verde

me gusta claro

dame tus dedos

cabeza abajo

cabeza arriba

me gusta claro

me gusta acaso

me gusta verde.

"Casi todos son poemas in crescendo, ganan en efecto si se los dice en voz alta. Megget no es un poeta de las cosas, pero sí un malabarista que usa las cosas, que las lanza por el aire y las recoge ya cambiadas, dispuestas a servirle como expresiones poéticas de su estado del alma", decía Benedetti.

Benedetti recordaba que habían pasado diez años de la muerte de Megget y que esos diez años se habían parecido "mucho al olvido": "Los críticos de poesía, rara vez se acuerdan de él. Los antólogos no lo incluyen en sus selecciones, los actores no lo tienen en cuenta en sus recitales". Para Benedetti, cuando "otras generaciones de críticos o de antólogos lo reintegran al sitial que su obra merece, seguramente se asombrarán de que poemas de tanta inspiración y originalidad hayan pasado sin pena ni gloria entre quienes compartieron su tiempo y su mundo".

En una de sus novelas más famosas Gracias por el fuego unos versos de Megget sirven de epígrafe: "yo soy pues de este mundo / y de estas cosas que son y que me llevan".

Vilariño pensaba que, si ella no lo publicaba, Megget se iba a perder en la historia. Se encargó de que saliera, en Ediciones Número, Nuevo sol partido en 1952 con treinta poemas más y otro texto de prosa de Megget. Con Banda Oriental, en 1965 publicó Nuevo sol partido y otros poemas, donde aparecían 14 poemas más, seleccionados por ella otra vez, junto con un prólogo suyo y más prosa de Megget.

En ese prólogo de 1965, que escribió desde su casa en Las Toscas, Vilariño dijo: "No sabemos qué hubiera escrito Megget si estuviera vivo hoy, en sus 39, 40 años; sabemos, sí, que sería uno de nuestros primeros poetas, si no el primero. La excelencia de sus últimos poemas escritos a los 25 años alimenta esta certeza".

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La siguiente publicación de Megget fue su Obra Completa en 1991 cuando Vilariño le había pasado la posta a Pablo Rocca. Esa edición, publicada por Banda Oriental, agregaba un epílogo de Carlos Brandy, una ilustración de Manuel Aguiar, 23 poemas más, artículos de Megget en la revista Letras, las cartas a Vilariño y otras a su esposa Raquel Genis.

Pasaron casi 30 años hasta que salió una nueva edición de la Obra Completa de Megget, gracias a la Intendencia de Paysandú. Esta vez incluyó más datos del nacimiento de Megget y su historia familiar —Rocca contó finalmente con la partida de nacimiento gracias a la escritora Ana Rocha— y otras dos cartas, las que Megget le había escrito a la mujer que conoció en las últimas dos semanas de su vida: Raquel Costa.

Esta última edición existió gracias a la iniciativa de jóvenes pobres de la periferia de Paysandú.

Un rescate en su tierra

Aunque en 1961, según Benedetti, Megget había sido olvidado, para 2016 eso no era del todo cierto. A lo largo de los años, varios músicos nacionales interpretaron sus textos: como lo hizo Gastón "Dino" Ciarlo con Ahora que todo gira, Rossana Taddei con Va a dormirse una luz y Eduardo Darnauchans con Tengo ganas de risas, Raquel.

En 2016, Mayra Migliónico, que estaba terminado la carrera para recibirse de educadora social, presentó un proyecto de lectura recreativa como trabajo práctico final en el centro donde trabajaba. Se trataba del Centro Juvenil Estrella de Sur, al que iban jóvenes de la periferia más carenciada de Paysandú. Propuso varios autores, entre ellos Megget.

"(...) trabajamos características del texto lírico y las emociones que suscita este poeta con un lenguaje sencillo, enraizado en la cotidianeidad. Y a partir de sus palabras inauguramos instancias en las que –tendidos sobre una alfombra, tomando té con mucha azúcar o saboreando caramelos– expresábamos sentimientos. Vimos videos con textos de Megget interpretados por músicos uruguayos como Darnauchans, Rossana Taddei, Lágrima Ríos y Gastón Ciarlo “Dino”; indagamos en su bibliografía y cuando fuimos a la biblioteca municipal de Paysandú y pedimos su único libro publicado en vida, Nuevo sol partido (1949) no lo tenían. Eso fue muy frustrante para todos", contó a Brecha en 2017.

Los jóvenes aprovecharon la actividad departamental de Ediles por un Día y plantearon "que no había edición de los libros de este poeta sanducero", recuerda el por entonces intendente Guillermo Caraballo. La iniciativa era promover una nueva recopilación, de manera que la intendencia apoyó financieramente la edición de la Obra Completa de Megget. La publicó Yagurú en 2019 con las actualizaciones que hizo, y que donó para no generar más gastos, Rocca.

"Pasó a integrar parte de los obsequios institucionales que la Intendencia tenía cuando recibía visitas", continúa el exintendente Caraballo y recuerda en diálogo con El Observador cuando le dio una copia al embajador de China, Wang Gang, que había llegado al Teatro Florencio Sánchez después de hacer unas donaciones.

El por entonces intendente de Paysandú, Guillermo Caraballo, le entrega el Obra Completa de Humberto Megget al embajador de China, Wang Gang,

En 2019 también se anunció un Fondo Humberto Megget para que lo recaudado por las ventas del libro se destine a la publicación de autores sanduceros.

Además de lograr que se reeditara la Obra Completa de Megget, los jóvenes del Estrella de Sur hicieron un audiovisual llamado Ahora que todo gira donde se interpreta musicalmente el texto homónimo —del estilo más infantil y juguetón de la poesía de Megget— y se recitan otros poemas como Tengo ganas de risas, Raquel.

"Tiene mucho de comunitario", destaca el exintendente. Esta obra audiovisual, disponible en YouTube, cuenta con la participación del coro del Farol Comunitario “Chaplin”, la comparsa La Covacha, la Usina Cultural de Paysandú, el Programa Uruguay Trabaja del Ministerio de Desarrollo Social, vecinos de Paysandú, la cantante Rossana Taddei y la escritora Ana Rocha.

Rocha integraba el colectivo cultural Cíclopes, celebraba actividades artísticas en su casa y fue quien obtuvo, a partir de los registros cívicos de la intendencia, la partida de nacimiento de Megget. Este importante hallazgo, que le cedió a Pablo Rocca, motivó una reescritura del prólogo por parte del profesor para la edición de 2019. El día de la presentación de este libro, Rocha le dedicó un gesto al poeta muerto. Caraballo recuerda que ella "leyó de espaldas al público".

Las Raqueles y la muerte

Megget sufría de asma desde los dos años y en 1950 la tuberculosis le afectó un pulmón. Los rumores de que tenía la enfermedad comenzaron desde antes. Una mañana de 1949 pasó por la Biblioteca Pedagógica, en la rinconada de la Plaza Cagancha, para decirle a Idea Vilariño, que trabaja en la Sala de arte, que "alguien propalaba la versión de que él estaba tuberculoso".

—No lo crea, Idea.

No lo creí. Poco después la enfermedad es un hecho. Vienen el Sanatorio, algunos de sus mejores poemas en los que ronda la idea de la muerte, algunas locas escapadas nocturnas con los amigos, un último relámpago de amor...

En ese tiempo que estuvo en el Sanatorio Moreno, con solo 24 años y hastiado de estar allí, escribió un poema donde habla "esta manera impersonal que es ser Megget":

(...)

quiero sentarme en el ángulo de un rayo

en la o formada por las sábanas colgadas

quiero dejarme tender al sol

para secar estas ansias

de ser cuadrado

o polvo

o guante abandonado en la vereda

quiero escaparme

para no ser siempre así como soy

el mismo hueco

el mismo todo en mis movimientos

y la misma piel

en su calesita de enfermo.

Pero aunque estaba cerca de morir, la vida le permitió a Megget un último giro.

Cuando Vilariño escribió el prólogo para la edición de 1965 de Nuevo sol partido se limitó a decir que su amigo había tenido "un último relámpago de amor" antes de su muerte. No dijo, aunque lo sabía, con quién lo había tenido, quién era esa otra mujer. Se llamaba Raquel, como la esposa de Megget, pero su apellido era Costa.

El poeta llevaba meses internado, cuando lo dejaron salir 15 días para que hiciera ejercicio, contó su amigo Carlos Brandy en el documental de TV Ciudad. "Megget se lo tomó como si fueran los últimos 15 días de su vida... Y así fue".

El 20 de marzo fue al Sorocabana, el café que gobernaba la esquina norte de 18 de Julio frente a la Plaza Cagancha. En ese ambiente de "humo e intelecto", se conocieron Humberto Megget y Raquel Costa. Cuando se acercó a su mesa, a Costa le pareció "simpático" pero recién vio algo diferente cuando leyó "aquellos versos", según escribió ella en su diario. Todo el grupo con el que estaban se fue a caminar a la rambla. El poeta y Raquel se alejaron del resto para estar solos. Ella, un año y medio mayor que él, también escribía poesía y Megget le pidió que le recitara. Aunque nunca lo llegaron a publicar, trabajaron en un poemario juntos.

Megget —con una poesía repleta de erotismo— era un romántico que dejó sacar toda su pasión en esas dos semanas con Costa antes de morirse: "te amo tanto aquí como allá, detrás o por delante, te amo en la espiral, en el punto o en la línea", le dijo en una carta. Costa recuerda en su diario el día que ese joven de 24 años le confesó que era casado: "lloró como un niño loco sobre mis senos". A Megget le daba pánico la idea de operarse: "necesito permanecer más a tu lado".

Uno de sus poemas, que no llegó a publicar en vida, es testimonio de ese sentimiento:

(...)

tengo miedo quizá como los peces a los barcos del río

miedo a los labios taciturnos que cierran sus moradas

tengo miedo

y bien sabes que te amo más de lo que tu sonrisa quiere que yo exprese

y bien sé que te amo más de lo que me prestan tus dedos

no seré todo el año sólo vuelo de tos

algo resta a mis números

(...)

Tirado en la cama del hospital, Megget se imaginaba a Raquel trabajando en su oficina, haciendo poses como una "escultura viviente".

Yo sabía de pequeñeces, sabía de dominios mas nunca de entregas, sabía de combinaciones de paletas y no de colores puros, sabía de tormentas y me agradaba soplar las nubes hacia lugares sensibles para herirlas, carecía de ese sentido de comunidad que tú en mí delineas y que capacita para el amor en el recibir y en el entregar; sólo me alimentaba de mimos intelectuales y me caracterizaba por un complejo de inferioridad que de pronto tú destruyes con tu personalidad y cae sobre tus faldas destruido. Te amo mi vagabunda, te amo cuando veo galopar libres los corceles, cuando un loco hace gestos en mi ventana y cuando algunos de mis compañeros de cuarto necesitan de mis servicios, te amo en todos los actos que caracterizan lo mío y te veo en tu oficina trabajando en las diferentes posiciones de tu escultura viviente.

Megget pospuso todo lo que pudo su operación, pero el 5 de abril finalmente lo operaron. Hubo complicaciones y unas horas después murió. Fue enterrado en el Cementerio Central, a espaldas de la rambla por la que días antes había caminado con Raquel Costa.

El profesor Pablo Rocca conoció a Costa en una entrega de premios en la Intendencia de Montevideo. Era ya setiembre de 1991. Hablaron y ella le contó que tenía dos cartas que su amante le había enviado 40 años antes. Rocca le pidió si podía enviárselas, aunque ya no podía agregarlas a la Obra Completa de Megget. Costa le respondió días después. Explicó su decisión con estas palabras:

Lo he pensado mejor y creo que a esta altura del tiempo no pueden dañar a la otra Raquel. Con ella hemos hablado en varias ocasiones con toda franqueza, con mutuo respeto y hasta te diría, con mucho cariño. Es una mujer inteligente y amplia a quien Humberto admiraba y quería aunque se hubiese enamorado de mí.

Aunque al parecer la relación entre Megget y Genis se había desgastado, ella cuidó de su salud los últimos meses y de su obra todo el tiempo que ella vivió. Según Vilariño, Genis "atendió con rara comprensión y fino sentido crítico a la tarea creadora de su compañero". Pero fue la poeta y crítica quien logró que su amigo no fuera olvidado.

"Siempre pienso que si no lo hubiera publicado, porque publiqué en Marcha y después sacamos la edición en Número, Megget se hubiera perdido. Nadie sabía mucho que existía más que sus amigos de Sorocabana; era gente que no trascendía mucho", dijo Vilariño en el citado documental.

El profesor Rocca, que tomó la posta de Vilariño, le dedicó tanto tiempo a la obra de Megget porque entiende que "es una poesía que introduce una visión novedosa" y que "da extrema relevancia al ritmo", dice a El Observador.

Pero para no cerrar esta nota con sus palabras, ni las de Idea Vilariño, ni las de Mario Benedetti, ni las de Raquel Genis, ni las de Raquel Costa, queda la voz del propio Humberto Megget. Que la termine él con su mejor poema, y su mejor final:

Cuando nos recojan los frutos

y nos pongan en el árbol colgando

cuando estemos corriendo por la gota de rocío

y cuando nos dejemos beber por los niños

cuando nos volquemos furiosos sobre ciudades

y a hojas hagamos caer con nuestro aliento

será porque hemos cumplido la primera etapa

la del fruto al árbol

la del árbol al rocío

la del rocío al agua

la del agua al viento

y cuando las nubes se calcen nuestros zapatos

y los pájaros picoteen con nuestros labios

y cuando nos veamos observados por telescopios

y en asfalto transportados a los nuevos edificios

será porque hemos cumplido una segunda etapa

la de nubes a pájaros

la de pájaros a estrellas

la de estrellas a ciudades

y cuando ya dentro de las calles

los niños no nos miren

y cuando ya dentro de la luz del mediodía

el alimento no se nos ofrezca a los labios

y en la ciudad

no seamos porteros del sol

ni agentes representativos de la luna

será porque hemos cumplido la tercera etapa

la de caernos sin dominio en un nuevo principio.

Temas:

Idea Vilariño Mario Benedetti Montevideo

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