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5 de agosto 2024 - 11:48hs

El reciente retiro de la triatleta belga Claire Michel de la prueba mixta, debido a problemas de salud tras competir en las aguas del Sena, ha puesto en primera plana el tema de la contaminación, cuestionando así la verdadera sostenibilidad de los Juegos Olímpicos de París 2024. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué tan "verdes" son realmente estos Juegos?

París olímpica 2024 se ha promocionado como un evento que marcaría un antes y un después en la sostenibilidad ambiental. Algunos ya adelantan, contrariamente, que será un fracaso ecológico. El gobierno francés ha proclamado con orgullo que esta edición dejaría un legado ecológico significativo, un desafío especialmente relevante para una ciudad que dio nombre al histórico Acuerdo de París sobre el cambio climático. No obstante, mientras los Juegos avanzan, crecen las dudas sobre si estas promesas podrán cumplirse.

El compromiso inicial era ambicioso: París 2024 sería el primero con una "contribución positiva al clima", es decir, que compensaría más emisiones de gases de efecto invernadero de las que generara. Este objetivo ha sido revisado, y actualmente la meta es reducir la huella de carbono a 1.5 millones de toneladas de CO, menos de la mitad en comparación con los Juegos de Río 2016 y Londres 2012. A pesar de esta reducción, expertos y organizaciones como Carbon Market Watch cuestionan la transparencia y viabilidad de estos números, calificándolos de incompletos y difíciles de verificar.

Volver a nadar en el Sena y el Marne ha sido una de las promesas más ambiciosas de París 2024, con una inversión de 1.400 millones de euros destinada a mejorar la calidad del agua. Sin embargo, algunos ecologistas critican las medidas adoptadas, calificándolas de insuficientes y señalando que con esos recursos se podría haber implementado una política más sostenible. Este desafío refleja los problemas más amplios en la lucha contra la contaminación y la gestión del agua en grandes ciudades.

En el ámbito de la movilidad, París 2024 ha puesto un énfasis notable en la sostenibilidad. Todos los lugares de competición son accesibles en transporte público y se han creado 415 kilómetros de carriles bici, incluyendo 120 km de nuevas rutas. Esta iniciativa pretende fomentar modos de transporte más ecológicos y reducir el uso de vehículos particulares. Sin embargo, las emisiones derivadas de los vuelos internacionales de espectadores y participantes representan un desafío significativo. Se espera la llegada de más de 15 millones de personas, con cerca de 2 millones provenientes del extranjero, lo que incrementa considerablemente la huella de carbono del evento.

El uso de infraestructuras ya existentes ha sido otro punto fuerte en la estrategia ecológica de la ciudad. Francia contaba con numerosas instalaciones deportivas adecuadas para las competiciones, lo que ha permitido limitar el número de nuevas construcciones. El 95% de los lugares ya existían o son temporales, con solo una estructura permanente nueva: el centro acuático de Saint-Denis. No obstante, proyectos como la construcción de una piscina en Aubervilliers, que implicó la destrucción de parte de un huerto urbano, y la tala de árboles en Élancourt para crear un sendero de bicicletas de montaña, han generado controversia y críticas.

El compromiso de "cero plástico" también ha sido revisado. El evento se promociona como "sin plástico de un solo uso", con un enfoque en la instalación de fuentes para reducir el uso de botellas desechables. Pero, la presencia de grandes patrocinadores como Coca-Cola, conocida por su producción masiva de plástico, ha generado escepticismo sobre la autenticidad de este compromiso.

El impacto social y ecológico de los Juegos también ha sido cuestionado en áreas como Seine-Saint-Denis, donde la construcción de infraestructuras ha llevado a la destrucción de espacios verdes y la gentrificación. A pesar de los beneficios a largo plazo prometidos, como la modernización de instalaciones deportivas y la creación de nuevos distritos, las comunidades locales enfrentan desafíos significativos.

Todo esto vuelve a una pregunta muchas veces escuchada: ¿es realmente necesario seguir celebrando eventos globales de esta magnitud? Los defensores argumentan que los Juegos Olímpicos pueden impulsar el desarrollo urbano y la cohesión social, promoviendo valores de paz y solidaridad. Por el contrario, los críticos señalan los elevados costos ambientales y sociales, y la necesidad de repensar la organización de estos eventos para hacerlos verdaderamente sostenibles.

En definitiva, aunque París 2024 ha hecho esfuerzos notables hacia la sostenibilidad, las promesas ambientales están lejos de cumplirse en su totalidad. Esto plantea dudas sobre el futuro de los grandes eventos deportivos y su compatibilidad con los objetivos de lucha contra el cambio climático. Los Juegos Olímpicos, en su intento de ser más "verdes", enfrentan un camino lleno de desafíos y contradicciones que reflejan los complejos dilemas de estos tiempos.

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París 2024

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