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17 de junio 2025 - 5:00hs

El historiador José Pedro Barrán contaba que, hace unos 200 años, la muerte y el dolor eran parte del paisaje cotidiano de Uruguay. Se celebraban. El golpe físico era para el gaucho una demostración de virilidad. El parto con dolor era para la mujer católica una ofrenda a Dios por la supervivencia de la especie. El niño que fallecía era retratado como un ángel. Los funerales se festejaban. Pero el paso del disciplinamiento —y de la civilización— hizo de la muerte una “mala palabra” en la que ni siquiera hay que pensar.

Los primeros resultados de la “primera encuesta nacional sobre percepciones sociales de la muerte, el duelo y suicidio” de la Udelar así lo confirman. Solo la cuarta parte de los uruguayos adultos pensó sobre su muerte en el último trimestre. Y algo más del 45% jamás pensó en ella en toda su vida. Así han pensando (o no) en cada grupo de edades:

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“Un dato llamativo en la sociedad uruguaya es que la muerte no sólo se niega, sino que se piensa en ella muy poco”, dice la primera parte del estudio que, en las siguientes entregas, incorporará los informes de los grupos de discusión y de cobertura mediática (todo parte de un proyecto cuyo financiamiento aprobó la Rendición de Cuentas en el año 2023).

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Según el sociólogo Pablo Hein, uno de los investigadores responsables del proyecto, “en la sociedad uruguaya somos muy modernos y occidentales, somos más parecidos a la sociedad europea que a la que nos rodea en América Latina”. ¿Y eso cómo afecta? “Si no pensás en la muerte, no valorás la vida. La existencia del velorio, como ceremonia aunque no sea religiosa, es un culto a la vida. Es la manera de arroparnos ante un sufrimiento que es social”.

Casi dos tercios de los uruguayos discrepan con la afirmación que sostiene que “el velorio es una ceremonia antigua que debería eliminarse”. Pero, a la vez, una misma proporción dice que esa ceremonia “debería durar menos de cuatro horas”, como si fuera un trámite expreso.

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Hein advierte que, a priori, esta percepción de los uruguayos da cuenta del problema de colectivizar el dolor que causa la muerte… “se vive en privado”. Y eso no significa que no duela. Al contrario. Cuando a los encuestados se les pregunta cuál ha sido el mayor dolor psicológico que ha padecido, casi la mitad responde: “la muerte de un ser querido”.

El suicidio: una “prioridad” de la que “se sabe poco”

Los datos preliminares del Ministerio de Salud dicen que, cada 100.000 habitantes, en Uruguay el año pasado se suicidaron 21,3. Es una tasa casi idéntica a la registrada un año antes, pero más alta que la de hace un lustro o una década. Porque como ya fue anunciado hasta el hartazgo por medios de comunicación y autoridades sanitarias, el suicidio es la causa de muerte externa más extendida en el país y que lleva una década de suba (como en escalones).

Pese a esa evidencia, la primera encuesta nacional sobre percepciones sociales de la muerte, el duelo y suicidio” revela cierta distorsión entre la creencia y la realidad. Un tercio considera que hubo más homicidios que suicidios o fallecimientos por accidentes de tránsito. Un tercio entiende que hubo más accidentes. Y un tercio piensa que suicidios. ¿La realidad? La tasa de suicidios casi duplica a las anteriores.

Para más de la mitad de los encuestados (52%), los jóvenes adultos son los que más se suicidan en Uruguay. ¿La realidad? La prevalencia es mayor entre los mayores de 70 años.

Para una mayoría (42%) los suicidios aumentan durante el invierno, tal vez por esa imagen oscura y con menos horas de sol con la que se identifica la época más fría del año. ¿La realidad? Suele incrementarse el suicidio previo a fin de año, en la vorágine de noviembre y diciembre, en tiempos de balances.

Aunque la percepción no sea del todo acertada, los uruguayos prefieren priorizar la reducción de los suicidios sobre los homicidios o las muertes en accidentes de tránsito si les dieran la posibilidad de elegir. Entre los jóvenes y las mujeres casi seis de cada diez prefieren reducir los suicidios.

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La razón no está del todo clara. Los investigadores están estudiando cuánto pesa la religión en esa percepción. Cuánto hay de “empatía” o “culpabilidad” asociada a otras causas de muerte externas. Por ahora, concluye el sociólogo Hein, “lo que vamos viendo es que hablar de la muerte es complicado, hasta se le esquiva un poco en los grupos de discusión”.

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