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"El Resplandor" cumplió cuarenta años: la historia de su filmación en seis escenas

La película de Stanley Kubrick cumplió 40 años la semana pasada y todavía no hemos podido escapar de la claustrofóbica atmósfera del hotel Overlook ni de sus fantasmas
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01 de junio de 2020 a las 05:00

Stanley ya era Kubrick. El director nacido en Nueva York ya tenía su propia odisea espacial, una sátira bélica, una oda a la superviolencia y una polémica con Lolita. Pero le faltaba la película de terror. Y él quería su película de terror. En 1966 ya le había dicho a un amigo que quería hacer “la película más aterradora de todos los tiempos”. Cuando él quería algo, lo hacía.

Escena 1: Antecedentes

No le preocupaba lo que los críticos dijeran de su obra. Ni de los rumbos que pudiera tomar. El cine de género era visto como un mero entretenimiento para las masas sin profundidad alguna, pero él no lo consideraba tan así. Había demostrado con 2001: Odisea del espacio que sus fronteras estaban en otra galaxia, y además encontraba en el terror un desafío intelectual que le quitaba el sueño. Pero tampoco es que fuera a agarrar cualquier cosa. La Warner ya le había enviado dos guiones a su casa en Inglaterra y él se los había devuelto sin interés. Eran El exorcista y El exorcista II. Les mandó un abrazo y les dijo “gracias, pero no gracias”.

En 1977 le mandaron algo diferente: una novela titulada El resplandor. Estaba firmada por el incipiente Stephen King y se iba a publicar en algunos meses. Kubrick la leyó, la volvió a leer y la llenó de anotaciones. El texto tenía un par de cosas que no le cerraban del todo, pero estaba seguro de que quería filmarlo. Al final y antes de devolverla, rotuló lo siguiente: “Es una de las historias de género más emocionantes e ingeniosas que leí en mi vida”. 

Las condiciones estaban dadas. Kubrick empezaba a gestar su película de terror.

Escena 2: Stanley en el laberinto

Para el director siempre fue más interesante filmar una obra escrita por alguien más que pensar en una propia. En efecto, la gran mayoría de sus películas son adaptaciones de historias ajenas. Según contó en varias entrevistas, esto le ayudaba a aproximarse de manera más objetiva al proyecto, al mismo tiempo que le daba la posibilidad de tener una primera impresión que, en caso de ser él el autor, no existía.

Sin embargo, adaptar El resplandor no fue fácil. Para empezar, Kubrick se negó a utilizar un tratamiento de guion que King había hecho y lo dejó afuera de cualquier tipo de vínculo con la película, algo similar a lo que ya había hecho con el escritor Anthony Burgess en la adaptación de La naranja mecánica. De ahí en adelante, la relación entre el director y el autor se espinó; King rechazó tajantemente la película de Kubrick, la condenó para siempre y pautó el mito de su férrea enemistad. Kubrick, en tanto, cortó y cambió todo lo que pudo, a veces con justificación, a veces por puro capricho. El viejo Stanley era difícil.

Con el guion pronto, se apuró el casting de la familia Torrance. El cineasta tenía a Jack Nicholson en mente para un proyecto frustrado sobre la historia de Napoleón, así que lo volvió a fichar. Luego llegó Shelley Duvall, a quien Kubrick consideraba de una “calidad excéntrica”. El casting se completó cuando de entre 5.000 niños se eligió a Danny Loyd para el papel de Danny.

La pesadilla estaba lista para rodarse.

Escena 3: Corre cámara

Como no podía ser de otra manera, la filmación de El resplandor se fue al demonio. En lugar de las planeadas 17 semanas, el rodaje duró 14 meses. Se hacían alrededor de 200 tomas por día, el director exprimía a sus actores al máximo y el ambiente en los estudios Elstree y Pinewood en Londres era tenso.

El aire, espeso y cargado, se puede experimentar en Filmando El resplandor, un pequeño documental detrás de cámaras que Vivian, la hija de Kubrick, rodó entre bambalinas. Allí se ve cómo Shelley Duvall se desmayaba continuamente por la presión, cómo el rodaje corría contra reloj y también algunas cosas más extrañas, como que Nicholson no paraba de lavarse los dientes antes de cada escena y que Kubrick no dejaba de teclear en su máquina de escribir, muy parecida a la que aparece en la película

Lo que no sale en ese documental de Vivian, pero que a esta altura es casi una leyenda atada a la filmación de la película, es el hostigamiento del cineasta a su actriz principal. Cuentan varios de los involucrados que Kubrick no paró de gritarle a la pobre Duvall, y que era común verla perder los estribos y terminar entre llantos de rabia y frustración. Dicen que en la famosa escena en la que Jack la acorrala en la escalera y ella se defiende con el bate de béisbol, sus lágrimas son reales y responden a los insultos de Kubrick.

Cuando la última toma terminó, el director tenía casi 400 kilómetros de película en el bolsillo, una actriz al borde de la crisis nerviosa, un estudio que se había prendido fuego, un hotel construido de la nada, el odio del verdadero creador de la historia y la ira de la Warner, que sufría por el atraso monumental y la pérdida de dinero. Pero Kubrick tenía al fin su película de terror. Vaya a saber qué se le cruzaba por la cabeza. Quizá ya tenía la certeza de que acababa de filmar una obra maestra.

Escena 4: Hachazos y alabanzas

El resplandor se estrenó en mayo de 1980 y aunque la primera tanda de copias fue pequeña, pronto los icónicos afiches amarillos diseñados por Saul Bass se expandieron por todo Estados Unidos y el mundo. Pero la respuesta de la crítica no fue la mejor.

Varios atacaron la simplificación del personaje de Duvall, la banalidad del planteo y la obsesión por la simetría de Kubrick, que a juicio de los críticos se apoderaba de la esencia de la película pero en el mal sentido. De paso, también saltó Stephen King. El autor, dolido por las acciones de Kubrick, aseguró que el cineasta no tenía idea de cómo se contaba una historia de terror.

Pero los hachazos de la crítica no alejaron a la gente. El resplandor se convirtió en uno de los grandes éxitos de taquilla del director y fue una de las películas más vistas de aquel año. Y eso, como sabemos, fue apenas el comienzo. 

Escena 5: La genialidad

En mayo de 2020, la película cumplió 40 años. Y es una coincidencia sobrenatural; una de las parábolas más terribles y dementes sobre el aislamiento cumple años, justamente, cuando ese estado marca la vida de gran parte de la población mundial.

Más allá de las coincidencias, si El resplandor es una obra de culto y una de las exponentes más perfectas del cine de terror es porque logró enmarcar un relato clásico de fantasmas –no hay nada muy novedoso en la idea de un hotel embrujado– en la historia de una familia que se hace pedazos a partir de la locura galopante e inevitable del pater familias. Hay pocas cosas más espeluznantes que ver como la ira y la paranoia se van apoderando de Jack Torrance hasta convertirlo en una marioneta, en un saco de huesos que solo vive para arrancarles la cabeza a hachazos a su esposa y a su hijo. Pocas cosas, quizá, si dejamos afuera al resto de las pesadillas que pueblan esta fábula claustrofóbica, pesadillas que todavía hoy son efectivas y contundentes: la vieja podrida de la habitación 237, el ascensor que vomita una cascada de sangre y esa tonada maldita y ominosa que persigue a los personajes desde el momento mismo en el que los vemos desde el aire, mientras el Volkswagen amarillo come ruta y se acerca a su destino fatal.

La maestría de El resplandor bebe de muchas fuentes, pero casi todas se relacionan con el poder creativo y el ingenio de Kubrick. En el tejido de la historia de los Torrance y el hotel Overlook hay un juego de dualidades perverso que escala y encuentra su punto cúlmine en Jack, pero también un manejo del horror que se basa más en atmósferas y ambientes que en sustos puntuales. Hay, también, un virtuosismo técnico que todavía sorprende y que sentó precedentes, sobre todo por el uso de la steadycam como vehículo narrativo principal, pero también con las simetrías y un montón de significados ocultos que han hecho de esta película un mito del cine. 

Escena 6: La mitología

Que quiso denunciar los atropellos contra las comunidades indígenas. Que es una alegoría del Holocausto. Que es la manera que encontró para confesar que, en realidad, el alunizaje del Apolo 11 fue una farsa y que él fue el encargado de filmarlo. Que hizo trizas la carrera de Shelley Duvall. Que hay amenazas directas a King en varios pasajes. Que su cara aparece en las nubes al comienzo. Que si se la mira en reverso y se la superpone a otra copia proyectada de manera normal, hay coincidencias increíbles. Que Jack Nicholson enloqueció de verdad.

El resplandor, más que una película, es un laberinto en el que miles de seguidores de la obra del cineasta se han perdido durante años. Debido a la meticulosidad con la que el director pensaba sus obras –en las películas de Kubrick nada está puesto al azar–, muchos han aventurado que en la historia de la caída en desgracia de Jack Torrance hay una multiplicidad de significados ocultos a la espera de ser descifrados.

De hecho, en 2012 se estrenó un documental titulado Room 237 en el que algunos fanáticos con mucha imaginación debaten teorías, conspiraciones, preguntas sin respuestas. Algunos de sus postulados son bastante creíbles; otros directamente no tienen ni pies ni cabeza.

Más allá de esta cualidad conspiranoica, la película se da el lujo de ser una de las más referenciadas de la cultura popular. Desde Los Simpson hasta la última película de Steven Spielberg, las referencias a sus icónicas escenas, a sus personajes y a todo lo que sucedió en torno a su rodaje son miles y se reproducen año a año. Es posible que mucha gente no haya visto nunca El resplandor; también es posible que esas mismas personas puedan decodificar varias de sus imágenes más famosas o sus frases antológicas –el “here’s Johnny” y la cara de Jack a través de la puerta blanca, a esta altura, tiene vida propia, por ejemplo–.

Y no se precisa más para poner a prueba su vigencia. Así es como entendemos que continúa siendo irresistible y que lo será por muchos años más. Es como si la propia esencia del hotel Overlook viviera en los datos de este filme y nos llamara con sus espíritus, sus habitaciones cerradas, sus pisos cambiantes, sus formas fantasmagóricas. Es como si ese laberinto helado no nos dejara escapar, como si estuviéramos entre los brazos de la mujer del 237, como si los hachazos estuvieran dirigidos a nosotros. A veces se siente que es el propio hotel el que no nos deja escapar de la película. Porque, de hecho, en ella seguimos. Pasan los años y el encierro se vuelve más claustrofóbico, pasan los años y seguimos encandilados por el resplandor del Overlook y de todos sus fantasmas. Incluido, claro, el de Stanley Kubrick.

Tres documentales para conocer más

Stanley Kubirck: A life in pictures (2001)
Entrevistas con cineastas y colaboradores que mapean la carrera de Stanley Kubrick.
Room 237 (2012)
Explora –de manera no oficial– los mitos y los significados ocultos que se esconden en El resplandor según un grupo de fanáticos.
Filmworker (2017)
Leon Vitali dejó una posible carrera como actor para convertirse en el asistente de Kubrick. Acá cuenta su historia junto al director.
El resplandor se puede ver HBO GO y NS Now

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