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Saul Bass, los 100 años del hombre que cambió el cine con sus afiches

Creó algunos de los carteles más icónicos del séptimo arte y permitió que el diseño gráfico se colara entre las prioridades del cine; este es su legado
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11 de mayo de 2020 a las 05:00

El cine está hecho de cultos. Algunos le prenden velas a Alfred Hitchcock, otros a Akira Kurosawa. Algunos le rezan a San Stanley Kubrick y otros a Santa Agnés Varda. Hay fieles que prefieren seguir las oraciones de la nouvelle vague, y otros se decantan por el ocultismo del expresionismo alemán. Y hay tantos devotos de la beata Grace Kelly, como de Natalie Wood, la mártir. Sin embargo, hasta mediados de los años 60, no muchos rendían pleitesía a las estampitas del séptimo arte, o sea: a sus carteles, afiches, a sus posters. Considerados como un mero elemento publicitario sin demasiado interés, el diseño gráfico quedaba en segundo o tercer plano a la hora de hablar de las películas. Y fue así por mucho tiempo, hasta que nació el hombre que cambiaría las cosas. El mesías. Saul Bass.

El pasado viernes 8 de mayo, los acólitos cinematográficos festejaron el centenario del nacimiento del hombre. Durante todo el día, las redes congregaron decenas de ofrendas y muestras de agradecimiento, en general enmarcadas o apuntaladas por sus trabajos. Quizás la devoción parezca excesiva, pero hay que entender: desde que Bass entró al juego, el mundo del diseño en el cine nunca volvió a ser lo mismo. Sus diseños colaboraron para convertir a determinadas películas en íconos de la cultura popular y la personalidad que le imprimió a sus trazos, incluso, preceden a su nombre. Cualquier persona con un interés relativamente activo en el mundo del cine sabe cómo son los posters de, por ejemplo, Vértigo, Anatomía de un asesinato o Amor sin barreras

Bass nació en el Bronx de Nueva York en 1920 y fue estudiando en la universidad de esa ciudad donde empezó a cargarse de los estilos que, ya con el diseño en mente, empezarían a influir su trabajo. En líneas generales, su obra parte de las ideas de la Bauhaus, del constructivismo ruso y el expresionismo, que sumados a otras corrientes terminaron por catapultar su talento y crear un estilo único e identificable.

El mundo del cine lo encontró poco después de abrir un estudio de diseño en Los Ángeles, a donde se había mudado desde la Gran Manzana para trabajar como diseñador independiente. Era 1954, la televisión amenazaba con arrebatarle el negocio al séptimo arte y los estudios se arrancaban los pelos por encontrarle una vuelta atractiva a la cuestión. Empezaron, así, a pensar en mejorar la venta. Y fue el director Otto Preminger quien lo introdujo en este universo cuando, impresionado por su trabajo, le pidió que diseñara el cartel de su película Carmen Jones.

A partir de ese trabajo, Bass llamó la atención de los cineastas y poco a poco fue cambiando la concepción que se tenía en esa industria del aparato publicitario de una película. Con el paso del tiempo y de los afiches, los ejecutivos entendieron que los posters de sus películas podían terminar siendo verdaderas piezas artísticas, y que podían cargar con una personalidad y un valor propio que, a la vez, les reportaba ganancias a los proyectos. Hoy, eso ni se discute; los afiches cinematográficos forman parte del combo de una producción y del marketing, y adornan las paredes de los fanáticos alrededor del mundo. Y, entre todos ellos, hay muchos que son producto de la mente del hombre que hizo posible esa nueva relación entre el cine y el diseño.

Además de Preminger, su “padrino” en el séptimo arte, Bass trabajó junto a directores del calibre de Billy Wilder, Martin Scorsese, Stanley Kramer, William Wyler, Stanley Kubrick y John Frankenheimer, pero su mayor socio y el cineasta que le permitió crear sus obras más populares fue Alfred Hitchcock. Junto a Hitch, Bass también desarrolló otra de las aptitudes que lo identificarían a lo largo de su carrera: el diseño de los créditos de apertura de las películas. Hoy, los títulos de Vértigo, Psicosis e Intriga internacional llevan su firma. Y su impronta inigualable.

"Para el público normal los créditos son la señal de que quedan solo tres minutos para comer pop. Yo aprovecho ese tiempo muerto e intento hacer algo más que simplemente listar unos nombres en los que la audiencia no está interesada. Pretendo preparar al público para lo que viene a continuación. Dejarlos expectantes", dijo alguna vez.

Su legado excede al cine. Si bien es la industria en la que Bass se catapultó y de la que se apropió, también tiene una incidencia palpable en el diseño de algunas marcas y empresas globales que confiaron en sus aptitudes creativas a la hora de pensarse en imágenes. Así, Bass creó los logotipos de AT&T, Quaker, United Airlines, J. Paul Getty Trust, entre otras.

Pero Bass no sería Bass sin la pantalla grande y la obra de este diseñador legendario tiene señas de identidad claras que permiten identificarlas al instante. Por ejemplo, explotó la anatomía dibujada a partir de líneas quebradas, temblorosas. Este es el recurso principal de los posters de Vértigo y Anatomía de un asesinato. Su obra gráfica también apuesta al minimalismo, al juego con las formas geométricas, a los contrastes y los colores estridentes, a la tipografía irregular y los dibujos enmarcados. Su estilo, en total, se imprimió en más de 40 películas.

Bass –que tiene un Oscar por el corto documental Why man creates, que dirigió en 1968– murió en abril de 1996. Sus últimos trabajos fueron los créditos de Casino (1995), de Scorsese, y de la remake de Psicosis, que el director Gus Van Sant estrenó en 1996.

Hoy, a 100 años de su nacimiento, su legado es enorme. Que las paredes del mundo estén adornadas con afiches de películas está directamente relacionado con su trabajo y talento. Que el arte en el cine no pase solo por lo que se ve en la pantalla, también.

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