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¿Hacia dónde vamos?

La amargura y frustración que deja el final de año por los tres femicidios de Navidad y por el clima fractura social donde para unos la vida no vale nada
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29 de diciembre de 2019 a las 05:00

Termina el año y en lugar de celebraciones hay amargura y frustración. Amargura por los tres femicidios de Navidad, cuyas causas nadie atina a explicar de tan banales que son y frustración por la imposibilidad de evitarlos, hágase lo que se haga. Amargura y frustración que fueron creciendo a medida que se conoció, la semana pasada, que el asesinato del joven hincha de Nacional Lucas Langhain al finalizar el clásico en el Estadio Centenario no fue obra aislada de un loco sino de un sicario teledirigido desde la cárcel de Libertad porque un barrabrava que había ordenado “hacer daño a la hinchada de Nacional en caso de ganar el campeonato”. Lucas no era barrabrava, no se metió en ninguna pelea. Simplemente fue a festejar junto a su novia y una de seis balas disparadas al azar le truncó la vida. Pero alguien en el penal de Libertad festejaba esa muerte aunque en realidad no era a Lucas a quien quería muerto sino a un barrabrava de Nacional. ¿No es algo de locos? ¿No indica esto que algo funciona mal en Uruguay? ¿Que ya no es la delincuencia habitual de los hurtos y rapiñas, aún con lo que aumentaron en los últimos años? Que estamos en una fractura social donde para unos la vida no vale nada -tres tizas de pasta base y algunos miles de pesos- y ni siquiera en defensa propia.

Ante los femicidios de Navidad y ante el asesinato a mansalva y sin ningún beneficio propio del domingo 15 -que ni siquiera encaja en el tan manido ajuste de cuentas- es sintomático de la impotencia con que Uruguay asiste al deterioro de sus relaciones de convivencia. ¿Será cierto el pronóstico que a mediados de 2018 formuló el Jefe de Policía Mario Layera que de seguir así vamos camino a ser Nicaragua, Honduras o El Salvador?

Como nación nos negamos a este destino. Sabemos que podemos evitarlo. Sabemos que tenemos las reservas morales y el sentido político para lograrlo. Pero debemos aplicar los medios adecuados para lograrlo. Como demuestra la acción de Primer Comando Capital, nacido en Brasil luego de una rebelión carcelaria, el problema principal no está fuera sino dentro de las cárceles y allí es donde la batalla debe comenzar. Pero no convirtiendo las cárceles en una especie de Alcatraz, en la Bahía de San Francisco, sino en cárceles que no sean “universidades del delito”, es decir, cárceles que sean lugares de socialización, trabajo, aprendizaje. El partido de la lucha contra el delito se juega allí y mientras no se arregle, enviar más gente a la cárcel es potenciar el problema futuro.

Es preciso mejorar las condiciones carcelarias, cosa que buena parte de la población no comparte. Cuando en 2011 murieron 12 reclusos en la cárcel de Rocha a consecuencia de un incendio mucha gente se expresaba en términos lamentables, casi aplaudiendo esas muertes y diciendo que habría 12 delincuentes menos.  La situación de las cárceles no ha mejorado y la opinión pública no se muestra muy dispuesta a invertir recursos presupuestarios en ellas. El último informe de Derechos Humanos del Departamento de Estado de Estados Unidos señalaba que  “Las condiciones de las cárceles y los centros de detención siguieron siendo malas e inhumanas en algunas instalaciones debido al hacinamiento, condiciones higiénicas y la atención médica inadecuadas, programas socioeducativos inadecuados y altos niveles de violencia entre los reclusos”.

El documento, referido al año 2018, destaca que de las 47 muertes registradas, 17 fueron en enfrentamientos entre internos y 10 fueron suicidios. “La superpoblación, el aislamiento y la falta de actividades socioeducativas llevaron a un alto riesgo de violencia. La falta de personal y de elementos básicos de control, como cámaras de seguridad, hizo que la prevención,  el control y la aclaración de hechos en los incidentes de seguridad fueran difíciles”.

Mejor caldo de cultivo para el delito, ya sea dirigido desde la cárcel o perpetrado por quienes salen de allí, no hay. Además esas condiciones constituyen una clara violación del inciso 2 del art 26 de nuestra Constitución que dice claramente: “En ningún caso se permitirá que las cárceles sirvan para mortificar, y sí solo para asegurar a los procesados y penados, persiguiendo su reeducación, la aptitud para el trabajo y la profilaxis del delito.”

Buena cosa sería que todos los integrantes de la nueva Legislatura aprendieran este artículo de la Constitución de memoria. Y es de celebrar que el doctor Rodrigo Ferrés, encargado de redactar la ley de urgente consideración que se enviará al Parlamento haya hecho referencia a que el tema de las cárceles estará incluido para adaptarse a estándares internacionales y lograr la mayor reinserción posible.

La batalla de las cárceles es vital para ganar la batalla del delito en todos sus órdenes. Si no, comenzaran a salir escuadrones del tipo del Primer Comando Capital. En esta batalla está en juego la supervivencia de la república tal cual la conocemos.

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