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¿La globalización nos hace más libres?

Carta del lector Bernardo Camou
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04 de enero de 2021 a las 05:00

Por Bernardo Camou

Gran parte de la historia del ser humano ha sido una lucha para obtener mayor libertad. El anhelo de ser libres es algo innato al ser humano. Se luchó contra la esclavitud, se luchó contra la monarquía, contra la oligarquía, contra la dictadura, contra los ejércitos invasores que ocupaban nuestra tierra. Siempre hubo un tirano o un sistema contra quien luchar para obtener eso tan preciado que llamamos libertad. Y ahora, luego de tantas luchas, seguimos anhelando ser más libres y yo me pregunto: ¿quién es el tirano? ¿No será la globalización, que se lleva tantas loas de muchos y sin embargo implacablemente nos indica qué y cómo hacer las cosas? ¿No será el sistema capitalista que nos obliga a permanentemente competir entre nosotros haciendo que la darwiniana ¨supervivencia del más apto¨ sea hoy una realidad implacable e innegable.

En un pasado relativamente cercano en la televisión teníamos solo cuatro señales de aire: canales 4, 5, 10 y 12, y nos ingeniábamos para encontrar algo entretenido para ver. Ahora los cables tienen más de 100 canales y se escucha a la gente decir: “No hay nada para ver”. El exceso genera banalidad. En general cuando se dispone de más canales cada canal vale menos por sí mismo. Cuando estudiaba en EEUU, en el comedor universitario había como una docena de salsas diferentes para ponerle a la ensalada (mayonesa, kétchup, salsa golf, y muchas otras desconocidas para mí). Este exceso provocó en mí asco y lo único que le ponía a la ensalada era italian sauce (aceite y vinagre básicamente).

Los creadores de software y teléfonos celulares trabajan permanentemente para que sus creaciones sean más fáciles de usar, según su criterio, pero nos obligan a los usuarios a tener que aprender permanentemente a usar programas y aparatos que nosotros ya sabíamos usar bien. A veces una mejora consiste en que ahora podemos efectuar una operación apretando solo dos teclas cuando antes había que apretar tres. A mí esto me dificulta porque yo antes sabía usar el aparato y ahora, con la modificación, no. Un pequeño grupo de informáticos de Sillicon Valley han inventado (de acuerdo a sus criterios sobre lo correcto e incorrecto) las redes sociales que se han desparramado por todo el mundo. ¿Esto nos hace más libres?

Sacamos millones de fotos que después ni siquiera miramos. El exceso de cualquier objeto devalúa su valor y luego se transforma en basura. Coincidentemente, el ícono en el celular y la computadora para eliminar archivos es un tacho de basura. Los seres humanos somos muy creativos y al mismo tiempo generamos mucha basura.

La globalización nos encandila con sus creaciones pero al mismo tiempo nos saca libertad, a veces mecanizándonos como si fuéramos robots. Cuando quiero hacer una transferencia bancaria a mí me gusta ir al banco y que me la haga un empleado bancario. Entiendo que haya gente que hace varias transferencias al día y las máquinas le queden más cómodas pero no es mi caso: que lo haga una persona me transmite seguridad y gano con el vínculo humano. La publicidad dice “hacelo por internet desde la comodidad de tu casa”. ¡Lo que no te dicen es que se quieren ahorrar los sueldos de los empleados bancarios! El objetivo no es favorecerte sino ganar más ellos y te lo envuelven con una mentira.

Se promociona la idea de que se puede hacer todo desde casa. Pero sabemos muy bien que hay una población muy grande que no tiene los conocimientos informáticos para hacerlo. Al entrar en internet se nos bombardea con promociones y siempre quieren vendernos algo. Es como si nos obligaran a emplear tiempo en escuchar gente o ver cosas que no nos interesan. La competencia lucha del más apto al desnudo sin tapujos. Y luego que compraste un objeto o un servicio las inefables evaluaciones que nuevamente roban tu tiempo para que esa empresa de la que fuiste cliente pueda competir mejor. Y así todo el tiempo, todo cambia a un ritmo vertiginoso que apabulla.

A veces me siento como un robot que se pasa el día haciendo “pin y verde” y la globalización con el eslogan de darnos “más libertad” decide por nosotros.

Los creadores de esta paranoia creen que dándonos muchas opciones nos dan más libertad y no es así. Muchas veces lo que nosotros elegiríamos no existe como opción. Otras veces nos inundan con tantas opciones que nos marean, nos confunden y desearíamos que hubiera menos.

La globalización es una maquinaria tan inmensa que el papel de cada individuo parece insignificante. No parece que el arrollador avance de la informática y la telefonía celular haya redundado en seres humanos más libres. La vida de cada ser humano debe ser revalorizada. El puesto de trabajo que pierde una persona por la mecanización debe ser reemplazado por otro similar que no deje una persona desocupada y una familia dañada.

Hace unos siglos existía la clase aristocrática y la clase campesina. Hoy nos horrorizamos de las grandes diferencias que existían entre ellos. ¿Pero acaso hoy no pasa algo similar?

¿Para la sociedad vale lo mismo un obrero, un carpintero, un profesor, un abogado o un ingeniero?

Nos escandalizamos de las desigualdades del pasado pero ignoramos las del presente.

Pero aunque la sociedad valore diferente a las personas por sus pertenencias y estudios, todos somos iguales ante los ojos de Dios (para quien sea creyente) o ante la vida. También deberíamos ser iguales ante la ley pero sabemos que lamentablemente eso no sucede.

A cualquiera que se sienta abrumando por esta realidad que se nos impone; que se sienta empequeñecido por lo global y coartado en su libertad yo le recuerdo:

Nadie es más que nadie.

Cada uno es importante e imprescindible.

 Y, como decía en una cartelera del colegio Jean Piaget, donde trabajaba:

“Lo tuyo podrá ser como una gota en el océano, pero sin ti, al océano le faltará una gota”.

 

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