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¿Por qué hay personas que siempre tienen hambre?

A pesar de mantener la dieta adecuada, existen otros factores que influyen en el apetito
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25 de enero de 2018 a las 16:14

En momentos en que la persona hace una dieta restringida en bajas calorías o simplemente pasa hambre, el cuerpo tiene mecanismos biológicos para mantener un rango de peso genéticamente predispuesto.

Muchas personas se cuestionan por qué constantemente tienen hambre o ganas de comer. Si a pesar de hacer una dieta regular, donde la ingesta de comida se hace varias veces al día, el apetito continúa, existen varias explicaciones posibles de por qué sucede. Carrie Dennett –dietista y nutricionista estadounidense- explica en The Washington Post que existen seis posibles obstáculos para mantener una alimentación saludable.

1. El cuerpo piensa que tiene hambre

Si bien en los casos en que el peso disminuye el cuerpo necesita menos calorías, el hambre y el impulso de comer aumentan. "Por cada kilogramo de peso perdido, quemamos entre 20 y 30 calorías menos por día, incluso menos para algunas personas, mientras que el apetito aumenta en aproximadamente 100 calorías por día", indica la experta.

Es más sencillo controlarse cuando aumenta el apetito y la ingesta de calorías, que relentecer el metabolismo y consumir menos calorías.

2. Falta de proteínas

Existen tres macronutrientes: las grasas, los hidratos de carbonos y las proteínas. Estas últimas son las que producen mayor saciedad.

De todas formas no hay que excederse en el consumo de proteínas, sino tener una variedad nutricional.

La especialista entiende que la solución es incluir proteínas en cada comida. Ya sea con huevos, yogurt, tofu, frijoles, pescado, pollo o carne.

3. La microbiota intestinal no es lo suficientemente diversa

Dentro del intestino habitan los microbios, que actúan como un "mini cerebro". Allí influye el estado de ánimo, el apetito, los antojos alimenticios, por ejemplo.

"Las decenas de billones de bacterias y otros microbios en nuestro intestino producen una serie de compuestos, incluidos algunos que son idénticos o similares a las hormonas del apetito", opina Dennett.

Cada vez que uno come –a los 20 minutos aproximadamente- las bacterias le envían señales al intestino de que se comió lo suficiente y se libera una hormona que se relaciona con la sensación de saciedad.

Sin embargo, hay personas que no tienen una microbiota muy diversa y eso hace que otras especies sean dominantes y que lo que necesitan para sobrevivir no sea lo mismo que lo que el cuerpo necesita.

Si el grupo dominante de microbios lo siente necesario, manipulará su comportamiento alimentario para su beneficio. "Simplemente pueden aumentar sus niveles de hambre hasta que eventualmente coman lo que quieren que coman".

La clave está en respaldar una microbiota diversa con la ingesta de alimentos ricos en fibra y bacterias probióticas. A su vez, contribuye ser físicamente activo, tener el estrés controlado y dormir lo suficiente.

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4. Falta de sueño

Cuando no se duerme la cantidad de horas suficientes se puede provocar un aumento de apetito y de antojos de carbohidratos.

Según cita la experta en el artículo de The Washington Post, un estudio publicado en 2015 en la revista Sleep Medicine sostiene que la pérdida del ciclo de sueño REM (movimientos ocular rápido) final de la noche puede llevar a tener más hambre.

El ciclo REM final empieza alrededor de las seis, por lo que debería ser el mínimo de horas de sueño.

5. Comer con mayor frecuencia

Dennett argumenta que si bien existen muchas opiniones sobre cuántas veces al día hay que comer, no existe evidencia clara y consistente que lo respalde.

Es importante dar con la frecuencia ideal de comidas, para conseguir la energía necesaria. Tampoco hay que ingerir alimentos con tanta frecuencia sin sentir apetito.

6. Desconocer cómo se siente tener hambre

Una rutina desordenada o acostumbrarse a saltearse comidas contribuyen en que la persona pierda contacto con las señales de hambre a lo largo del tiempo.

Esto conlleva a interpretar otros impulsos del cuerpo como si fuera hambre, como los antojos, las emociones, o la necesidad de estimulación.

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