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¿Quién es el dueño de la papa frita? Dos países en disputa

Bélgica quiere que la reconozcan como el país donde se originaron, pero Francia reclama su creación
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26 de agosto de 2018 a las 05:00
En Bélgica, las papas fritas, ícono gastronómico e insólita fuente de disputas con Francia, constituyen uno de los pocos elementos identitarios que flamencos y valones abrazan sin reticencias.

Y es que las papas fritas siempre están de actualidad en este pequeño país del norte de Europa, tanto por su progresivo reconocimiento cultural como por el debate que suscitan con Francia.

El pasado 1° de agosto, Día Internacional de las Papas Fritas, el periódico galo Le Figaro publicaba una entrevista al historiador gastronómico Pierre Leclercq, que situaba el origen de las frites en el París del siglo XIX.

Pero, según el Frietmuseum, el único museo dedicado a este alimento, ubicado en Brujas, la leyenda popular en Bélgica sostiene que las frites nacieron en el siglo XVII durante una helada que impidió la pesca en el río Mosa, y que llevó a los pescadores belgas a cortar papas en forma de pequeños peces.
Además, ese mismo día las famosas frites, vendidas en miles de friteries belgas desde finales del siglo XIX, se colaron en la actualidad comunitaria: en la rueda de prensa diaria de la Comisión Europea dos periodistas se enzarzaron en un debate sobre su origen ante la posibilidad de que la Unión Europea (UE) les otorgase protección geográfica.

Pese a no haber ninguna petición al respecto en curso, Bruselas prevé la posibilidad de otorgar privilegios a determinados productos gastronómicos locales en la UE –en tanto que indicaciones geográficas protegidas, denominaciones de origen o especialidades tradicionales garantizadas–, lo cual supondría una grave estocada para aquellos que defienden su esencia francesa.

La UE ya estuvo en el punto de mira de los belgas cuando, en 2017, la Comisión sugirió la prohibición de la doble fritura para reducir la acrilamida, un químico cancerígeno que aparece en alimentos ricos en almidón si se fríen a altas temperaturas, según la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria. Pero el gobierno flamenco instó a la Comisión Europea a aseverar que no tenían nada en contra de las frites y que no prohibirían su doble fritura.

En un país ampliamente dividido, las papas fritas constituyen uno de los pocos elementos identitarios que flamencos y francófonos comparten sin reservas. Junto con la cerveza y el chocolate, las papas fritas son la trilogía de la gastronomía en Bélgica, donde popularmente se llaman frites, en francés, o frietjes, en flamenco.

La expresión french fries (papas francesas), como se denominan en Estados Unidos, surgió en la primera guerra mundial, cuando al parecer unos soldados valones, hablando en francés, ofrecieron degustarlas a los militares estadounidenses.

Bélgica es, al día de hoy, el mayor exportador de papas congeladas del mundo, con una cifra récord de 2,2 millones de toneladas en 2017 habiendo cosechado cerca de 5,1 millones de toneladas, según la asociación belga de productores de papa. Sin embargo, los agricultores belgas están preocupados por los posibles efectos negativos de la reciente ola de calor en Europa.

"Es probable que el tamaño de las papas sea menor y que los precios suban, pero no tiene por qué afectar a las papas fritas como producto final", dijo el presidente de la asociación belga de friteries, Bernard Lefèvre.

Tras su introducción por el gobierno en 2017 dentro del patrimonio inmaterial del país, los productores de papas belgas se preparan ahora para conseguir el reconocimiento por la Unesco como patrimonio cultural de Bélgica, un título que ya ostenta su cerveza, contó el secretario general de la asociación de productores, Romain Cools. "Más allá del origen de las papas fritas belgas, estamos orgullosos del aspecto cultural de su consumo, que es único y belga", valoró.

El secreto

Para conseguir el característico color dorado de las papas fritas es necesario freírlas primero en aceite vegetal durante cinco minutos a 160 grados, aguardar otros diez y volver a freír, esta vez en grasa de vaca y a unos 180 grados.

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