Ines Guimaraens

"Tienen que existir medidas fiscales que mitiguen el aumento real de jubilaciones” en años de vacas flacas

El director académico de Ceres considera que la reforma más profunda y filosófica que se debe el sistema político es qué seguridad social quiere definir

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07 de diciembre de 2019 a las 05:03

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Hay un elefante blanco que desvela al director ejecutivo de Ceres Guillermo Tolosa y que esta semana se encargó de tirar sobre la mesa para iniciar una discusión profunda y filosófica sobre el modelo de seguridad social de Uruguay. En entrevista con El Observador, el académico advirtió que la solución de fondo no pasa por elevar la edad de retiro o reducir las tasas de reemplazo de los futuros jubilados y consideró que el sistema político hoy debe estar a la altura para abordar este tema. Además, explicó por qué es necesario no dejar sola a la futura ministra de Economía Azucena Arbeleche cuando le toque poner la cara del doloroso y difícil ajuste fiscal de su gestión. 

En su encuentro de Ceres empatizó con el rol tecnócrata que tendrá que asumir la futura ministra de Economía (Azucena Arbeleche) y dejó estampada una frase en un slide de su presentación: ‘Todos somos Azucena’. ¿Por qué hizo foco en dejar este mensaje?
Porque se nos viene un momento difícil como país. El gobierno que asumiera iba a tener que dar malas noticias. Va a tener que administrar descontento en un mundo que se ha vuelto bastante enojado. Y con mucho descontento, el gobierno uruguayo va a tener que administrar más descontento aun. Es un proceso muy delicado para el país. Si uno elige el camino de no enfrentar esa realidad y no hacer un ajuste fiscal, tiene riesgo de caer en una situación de inestabilidad económica. Sin embargo, si uno se equivoca en la otra dirección y hace una ajuste demasiado duro y poco focalizado, uno puede llegar a generar inestabilidad social. La ministra (por Arbeleche) y el gobierno tiene que transitar ahora por este mundo tan complejo en un camino muy estrecho entre inestabilidad social e inestabilidad económica. Un paso en falso en cualquiera de las dos direcciones te absorbe y es muy difícil de escapar, como acaba de ocurrir en Chile con el estallido social. Es muy delicado el terreno en el que nos tenemos que meter como país. Creemos que es factible ese camino, pero requiere una actitud como sociedad que trasciende al gobierno de turno, para que lo viabilice. ¿A qué me refiero? Cada vez es más importante pensar en lo que es el humor, el sentimiento, cuál es la tónica en la que opera nuestra sociedad. Si todos empezamos a generar un discurso de descrédito, de agravio hacia el gobierno por las medidas difíciles que va a tener que tomar –porque esa es la realidad en la que estamos–, eso genera un relato social de malhumor, de enojo, que puede terminar llevándonos a lugares que no están buenos. El ajuste no es una decisión de un partido político en particular sino del Estado porque era inevitable. La futura oposición del Frente Amplio ha demostrado madurez en momentos difíciles para el país como en 2002, y en la última campaña porque también anunciaron un ajuste fiscal. Nadie tiene por qué pensar que va a ser diferente. La llamada a ‘Todos somos Azucena’ es para el sistema político pero va mucho más allá, a la sociedad civil, a los técnicos. Venimos de un agotador año de extrema politización de la sociedad. Es hora de empezar a pensar en ayudar en este proceso desde técnicos con diferentes afinidades ideológicas para ayudar a proponer soluciones concretas. 

¿Qué es lo que hace particular este ajuste?
En Uruguay nunca hubo y en el mundo hay muy pocos ajustes solo del lado del gasto. La experiencia internacional muestra que en promedio los ajustes exitosos en el tiempo son 70% reducción de gasto 30% incremento de los ingresos. Incluso el último ajuste del gobierno actual que fue muy basado en los ingresos fiscales, pero antes que estuviera el Frente el Amplio también recurrieron en una forma importante a los impuestos. Sería una experiencia nueva (por un ajuste solo por el lado del gasto), sin precedentes, porque es lo más difícil de hacer. Es más fácil castigar en pequeñas dosis a toda la sociedad y el sector privado que tratar de encarar los problemas en el Estado. Es admirable ese grado de ambición, pero no hay que dejar de reconocer que es un desafío enormemente complejo. No hay un ajuste donde el sector privado no sufra porque al final de cuentas va a ver muchos contratos a proveedores que se van a eliminar, van a ver muchas vacantes de gente que va a quedar desempleada. Y eso va a enfriar la economía con respecto a la trayectoria que tenía. Es algo que nos va a afectar a todos, estemos en la actividad que estemos, y tenemos que estar preparados como sociedad. La gente puede decir a estos políticos se van a ajustar, se bajan el sueldo, despedirán un par de empleados en el Parlamento, y la sociedad queda totalmente inmune de lo que va a pasar. No, no. Por más que sea esa la intención –y creo en ese compromiso– a todos nos va afectar indirectamente y eventualmente directamente. Esto no es algo que nosotros proponemos (por subir impuestos), pero queremos dar otro ángulo a una decisión que es difícil de sobrellevar cuando hay despidos o contratos que se cortan, por ejemplo.  No estoy pronosticando que vayan a quebrar sus promesas (por el gobierno electo de no subir impuestos), pero se podría hacer algo para que el nivel de impuestos en general no suba pero haya algunos tributos para algunos segmentos que sí suban.

Diego Battiste

El eje central de su exposición fue ese elefante blanco de la seguridad social y la brecha creciente que existe entre el gasto que destina el Estado a las personas adultas en detrimentos de los jóvenes. En la campaña electoral tuvo una discusión marginal, incluso hubo propuestas para la eliminación de un impuesto sobre las jubilaciones más altas como el IASS, que son un poco contrarias su advertencia. 
Los uruguayos tendemos a que el debate público se procesa de una forma suficiente en la cuestión política. Entonces, vamos a todos los asados y hablamos de política, de qué dijo aquel, de qué propone como si esa fuera la única forma de discutir lo realmente importante para el país. La política por su propia naturaleza y por más que es ejemplo a nivel mundial, hay puntos que no les conviene hablar y que por ahí son los grandes temas del país. Si nosotros nos acercamos a la cuestiones de política pública solo desde la política, quizás no estamos hablando de cuáles son los temas más grandes y los desafíos que tiene el país hacia adelante. Hablar del tema jubilaciones cuando hay tanto votos en juego, va a quedar fuera o tocada de alguna forma muy marginal. Sin embargo, desde Ceres consideramos que es uno de los grandes temas a abordar, entre otros, y que debería ocupar la mayor atención y foco. Cuanto tanto el oficialismo como el gobierno hacen tan poco hincapié en este tema, es natural que como ciudadano, creas que este tema no es tan importante, cuando en realidad lo es. La tercera parte del gasto del gobierno es seguridad social. ¿Cómo podés hablar de racionalizar el gasto hacia adelante, si no pensamos en eso? El rubro que creció más en los últimos 10 años con un crecimiento del 70% real es la seguridad social. Entonces, ¿cuál es el modelo de Uruguay? ¿El modelo es solidaridad, justicia social, crecimiento y libertad? ¿O el modelo es tener el mejor sistema de seguridad social del mundo? Uruguay gasta más que cualquier otro país que tenga demografía parecida y el doble que el promedio de países con una demografía similar a la uruguaya. Somos un país donde el modelo es ser el mejor sistema de seguridad social del mundo. Si mirás los números, ese es el modelo que terminamos eligiendo los uruguayos con una serie de decisiones de los últimos 30 años. El grueso de eso tiene que ver con decisiones que se tomaron en 1989 o en 2008. Fueron decisiones que la clase política tomó y que hoy  marcan la asignación de los escasas recursos que tenemos. Estamos gastando los mismos recursos en infraestructura que hace 10 años.

Y tensiona déficit fiscal
El déficit del sistema de seguridad social impone una demanda desde Rentas Generales que si le suma el déficit de los jubilados al Fonasa es de más de 7% del PIB (unos 
US$ 4.300 millones anuales). Este 7% del PIB es mucho más alto de lo que gastamos en niños y adolescentes con su educación. Hoy estamos pagando una seguridad social para que las jubilaciones sean más altas que los sueldos en la vida activa. Para un trabajador promedio constituye una especie de promoción. Estamos apostando a darle ingresos a gente cuyos gastos son mucho menores porque se fueron sus hijos de sus casas o necesitan menos espacio para vivir. Estamos haciendo esa apuesta que desde un punto de vista de indicadores como Gini lo mejoran. Ahora estamos mejorando los ingresos de los futuros jubilados, incluso cuando no lo necesitan y no son vulnerables. Ahí me parece que entramos en un tema de justicia intergeneracional que va mucho más allá del índice de Gini o la reducción de la pobreza.

Hay una definición filosófica de por medio.
Claro, quiero tener la posibilidad de elegir tener ingresos desiguales a lo largo de mi vida. No me paguen más mientras estoy jubilado. Prefiero contribuir menos cuando soy activo y ganar menos cuando soy pasivo. Eso es lo normal. Tenemos un Sistema Nacional de Cuidados, Fonasa, un apoyo mayor que el pasado para los posibles gastos en salud que es la principal causa de gasto. Tenemos que tomar el debate desde una nueva estructura del tema de salud que antes no estaba presente. Además, ha cambiado sustancialmente la forma en la que evolucionan los salarios reales en Uruguay. Antes, hasta el 2003 o 2004, en las épocas de bonanzas subía el salario real y en las épocas difíciles caía. Entonces, para el Estado, era una situación muy cómoda. Así fue que se pensó la reforma de 1989. Esto hacía que el Estado esté equilibrado en cualquier momento y cuándo más lo necesita, se le reducía el gasto en seguridad social. Era otro tipo de discusión a la realidad que tenemos ahora donde hace cinco años que el empleo cae y el salario real sigue subiendo. Esto hace que un Estado –que tiene sus ingresos trancado por el ciclo económico actual–, se encuentra con sus pasividades que siguen subiendo. Esto cambia por completo la lógica de la reforma cuando se pensó en 1989. ¿Por qué pasa esto? Porque se sabe que los salarios reales son muy rígidos a la baja incluido por la acción de los Consejos de Salarios no solo en Uruguay sino en otras partes del mundo. En tiempos malos, hay una parte de los trabajadores que sufren por sus ingresos, pero otros que sigue subiendo. Eso funciona así y genera una desequilibro gigante en las cuentas públicas. En Uruguay, para darte un ejemplo, desde el 2015 hasta ahora, hubo un deterioro de casi 2% del PIB por esa variable sobre las cuentas públicas sumando al Fonasa de los jubilados. Eso hizo que Uruguay en un momento tan duro como el que estaba pasando (desde 2015) tuviera que aumentar impuestos para compensar. Está bien que una  parte menor fue IASS, pero el grueso del ajuste recayó sobre los empresarios y la clase media de trabajadores. Así, que el mensaje fue: ‘en este momento que la estás pasando mal te voy a pedir una transferencia para seguir aumentando jubilaciones por encima de los sueldos en la vida activa de los trabajadores’.¿Alguien planteó en la campaña electoral si es esto justo? La estás pasando mal como empresa, despidiendo gente y te piden más impuestos para seguir aumentando las jubilaciones. Creo que son preguntas que tienen que estar hoy arriba de la mesa. Los políticos tendrían que olvidarse que ya terminó la campaña electoral. Seguimos en la chicana y la pelea de la cosa chiquita. Y estas enormes preguntas de cómo estamos asignando recursos como sociedad nadie las hace.  Ceres está colaborando con expertos en seguridad social como Rodolfo Saldain para definir cuáles deberían ser las medidas concretas que deberían discutirse. 

¿Cómo podría corregirse el mecanismo de indexación salarial de las pasividades sin modificar la Constitución?
No podemos ser naif y pensar que vamos a volver atrás la reforma de 1989, por más que las consecuencias cambiaron y la realidad fue radicalmente distinta de lo que creíamos. Es políticamente inviable, por mejores políticos que tengamos. Los adultos mayores son una parte demasiado importante de nuestra sociedad. Tenemos que pensar creativamente cómo encarar este problema. A nosotros nos parece que hay margen para vincular este enorme de jubilaciones. El aumento de las jubilaciones representa el 55% del 70% total del gasto. Hay mucho más altas por la reforma de 2008, pero ese es otro tema y que no pesa tanto. Hay margen para mitigar en los malos tiempos cuando desaparece la razón filosófica. Hasta 2014, estábamos todos compartiendo la bonanzas, entonces vamos a pasarla todos bien. Lo hacemos a pesar de que solo hay cinco países en el mundo que comparten la bonanzas. Eso quiere decir ajustar las jubilaciones por salario real. El problema serio es que después desde 2015 cuando hay dificultades, tienen que existir medidas fiscales que mitiguen este creciente aumento real de las jubilaciones, por ejemplo, subiendo el IASS temporalmente, que es exactamente lo contrario a lo que se propuso en la campaña electoral. 

¿Hay otras opciones?
Hay que pensar también en otras alternativas y con esto me gano muchos enemigos en la profesión. La Constitución refiere al Índice Medio de Salarios. ¿El Índice Medio de Salarios de los uruguayos debe incluir a aquellos ingresos que son cero, de aquellos que no están trabajando? Si es medio, porque no incluimos los que tienen cero ingreso con la enorme cantidad de desempleados que tenemos. Así cuando hay más trabajadores que tienen cero de ingreso, el índice medio debería menor. Para los estadísticos y técnicos desde el manual de cómo se construyen un Índice Medio de Salarios, esto es una especie de herejía de máximo grado por tener esa interpretación tan parcial. Por qué no podemos pensar en cambiar la forma de indexación. Es lo que de alguna manera hace Suecia. Tiene un factor de sustentabilidad que dice: ‘si a nosotros nos va bien podemos pasar parte de los recursos de la bonanza’. Pero cuando se complica y el Estado empieza a sufrir ahí y no se quiere castigar más a las empresas, se suspenden por un tiempo los aumentos (jubilatorios). Esto hay que pensarlo de una forma más integral, para pensar también que la gente pueda ahorrar más antes del retiro y no depender tanto del gasto del Estado. Parece que la reforma de la seguridad social fuera algo tan fácil como subir la edad de jubilación un par de puntos o tocar la tasa de reemplazo. Eso no alcanza, no mueve la aguja para lo que es el desafío que tenemos. Y tampoco para el dilema filosófico de que tenemos una niñez y juventud en Uruguay que tienen 13 veces más probabilidades de caer en la pobreza que los adultos mayores, y tienen una educación que sigue estando muy limitada en recursos y malos resultados. Además, tiene que enfrentar una deuda pública más alta por el déficit que se han generado en esto malos tiempos por las transferencias a la seguridad social. Desde 2015 hasta ahora ese supuesto despilfarro del Mides y los planes sociales contribuyó en 0% al déficit en valor agregado. El empleo público en Uruguay está en estándares internacionales, la remuneración pública también. El tema no está ahí. En el deterioro fiscal la cuestión es la seguridad social.

El ahorro que no fue: "Si hubiéramos ajustado las jubilaciones como el grueso de los países del mundo, esto es indexación a través de inflación, entre 2008 y 2018 Uruguay habría gastado casi US$ 3.000 millones menos".

 

"En el Estado hay muchos Pórtland de Ancap, que tienen que ser revaluados"

¿Ve chance de subir algunos impuestos generales como el IVA, por ejemplo?
Creo que eso, por ahora, no va a suceder. Es todavía prematuro discutir cuál sería el impuesto más apropiado. Ceres no lo ha considerado por ahora porque creemos que no está en la agenda y que sea deseable, pero sí señalar que el hecho del gasto trae muchas dificultades porque buena parte es rígido y lo que es gasto en infraestructura ya está apretado y no queremos que siga cayendo. Entonces, al final lo que tenés que ajustar son aquellas áreas donde Uruguay ha estado pagando cosas durante por mucho tiempo que tenemos que repensar como sociedad. Hay mucho gasto que no está focalizado en los objetivos que se quiere cumplir. El ejemplo paradigmático y obvio es el Pórtland de Ancap, que viene de décadas y décadas de pérdidas que todos los uruguayos tenemos que financiar y pagar. Es una actividad que hoy no tiene sentido que esté dentro del sector público. En el Estado hay muchos Pórtland, gastos que todos financiamos que tienen que ser revaluados.

Muchas veces esas deficiencias o "grasa" que pueda tener el Estado se diagnostica, pero luego el sistema político no avanza con el bisturí a fondo por sus costos y quedan en parches o soluciones parciales. A su vez, las calificadoras de riesgo parecen no darnos demasiado tiempo para bajar un déficit que hoy orilla el 5% para no perder el grado inversor.
Exacto. Estamos en una situación donde hacer las cosas como la hicimos durante mucho tiempo ya no va más. Ahora se elevó la vara y tenemos que encarar la cuestión del costo político de otra forma. Tenemos que tener más firmeza y carácter para arremeter pese al costo político. Así como le exigimos eso al gobierno, como sociedad tenemos que estar a la altura de un ajuste que va a ser más difícil de lo que solía ser. Estoy de acuerdo que las decisiones que más necesita el país, que va mucho más allá de la necesidad del ajuste fiscal, hay que encararlas de cualquier manera y esto es una oportunidad para hacerlo. No nos queda otra. Por más que esté efatizado el tema de los riesgos y el dolor, es algo que nos debería poner contentos que finalmente tenemos un gobierno encerrado en tener que hacer el tipo de ajustes que hay que hacer. Acá sí tendríamos que protestar si vemos un ajuste que diga no cambio las bombitas de luz, no se viaje nunca más, no se hace pintura; ese tipo de medidas temporarias que no aportan absolutamente nada porque el gasto viene después. Si hay una promesa de la campaña de que se va a recortar el gasto, quiere decir un recorte de gasto sustentable que no va a volver a pasarnos la cuenta en un par de años. Esto es algo que el país viene necesitando desde hace décadas, desde antes del Frente Amplio. Que haya un gobierno con en capital político y con el mandato de haber sido elegido sobre esa promesa es un enorme oportunidad para el país y espero que las consideraciones de costo político no vuelvan a meterse en el camino. 

¿Y cómo se puede hacer para administrar las expectativas de cambio que genera en la sociedad una nueva administración con esa desafío por delante?
En Uruguay y el mundo, el vigor reformista de un gobierno por una serie de razones es mucho más intenso en los primeros años del mandato. Entonces hay una ventana de oportunidad porque un nuevo gobierno siempre quiere demostrar rápidamente su capacidad de hacer cosas diferentes a lo que hacían los otros. Es normal que todos tengamos expectativas altas, sea del partido que sea, de una aceleración del proceso de reformas que genera ilusión porque no son para volver atrás y cancelar lo que hizo el gobierno anterior. Son reformas hacia adelante, desde el agradecimiento de lo que se hizo hasta ahora. El Frente Amplio le agradeció más o menos explícitamente grandes reformas orientadas a los mercados que se hicieron en la década de 1990, que le permitieron al país crecer durante este gobierno. Y ahora está bastante claro que la coalición le va a agradecer al Frente Amplio por mucha políticas, incluidas las sociales que generaron un equilibrio social más sustentable y sólida hacia el futuro. Ahora la coalición tiene el desafío de llevarnos a una nueva agenda de reformas que constituya un nuevo pilar que nos permitan el esfuerzo final para ser un país avanzado. Está bien que exista expectativa porque eso genera presión para cumplir con los cambios. Es muy importante que vuelva a aparecer ese fuego reformista que el país ha sabido tener muchas veces. Es clave que se cumpla con esas expectativas de reformas importantes, sobre todos con algunas señales incipientes como el debilitamiento en la creencia de la democracia o los partidos políticos. 

CV

Profesión 
Economista
Nacionalidad
Uruguaya
Edad, 44 años 
Estado civil
Casado, 3 hijos
Fanático de
Filosofía y hacer deportes
Carrera
Trabajó para el FMI y fue consultor global de Oxford Economics. Es profesor de grado y posgrado en la Universidad de Montevideo y tiene un doctorado en Economía por la Universidad de California.

 


 

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