Jonathan Urretaviscaya se llevó una mala noticia el domingo cuando retornó a su casa porque se encontró con que su camioneta había sido incendiada.
El delantero de Peñarol dejó su Chevrolet Captiva negra estacionada en la vereda de Instrucciones y Batlle y Ordóñez, frente a la cooperativa de viviendas donde vive su padre. En determinado momento, vecinos del padre le alertaron que la misma estaba incendiada.
Delincuentes rompieron con una piedra una ventanilla trasera y luego arrojaron una bomba molotov que incendió el vehículo. A última hora del domingo el jugador esperaba por la Policía técnica tras realizar la denuncia y dar aviso al seguro. Quienes dieron aviso a la familia del futbolista no vieron quiénes perpetraron el hecho y no se conocían testigos del episodio.
Este atentado nada tiene que ver con la violencia en el fútbol, salvo porque el sujeto pasivo del delito es un jugador. Sin embargo, en forma indirecta, otro hecho de violencia salpica al deporte en forma indirecta.
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