A Lacalle lo llevan al terreno que más le gusta: la campaña electoral

De lo que te voy a hablar en esta newsletter EnClave de hoy, es sobre los movimientos políticos que ya está generando el referéndum del próximo año y cómo se está preparando el gobierno.

La obsesión electoral de Lacalle Pou

Ya había pasado casi un año de la victoria electoral de 2019. Era octubre del 2020 y el Partido Nacional no solo había consolidado en las elecciones departamentales el resultado de 11 meses antes, sino que lo había mejorado. Los blancos ganaron 15 de las 19 intendencias –recuperaron Rocha, Río Negro y Paysandú y limitaron al FA solo a Montevideo, Canelones y Salto. Hubo algunos resultados que mostraron la dimensión de la victoria blanca. Por ejemplo, en Maldonado los 68 mil votos que recibieron representaron la votación más alta a un partido en las departamentales desde la vuelta a la democracia. Lo mismo pasó en Artigas, en Cerro Largo, Paysandú y Treinta y Tres, según muestran los gráficos de esta nota.

La incidencia del presidente en eso fue notoria. Lacalle, dentro del reglamento y sin hacer campaña explícita, jugó indirectamente. Visitó en los días finales de la carrera electoral algunos departamentos que eran clave. El ejemplo más concreto y que generó más polémica –porque además del FA protestó uno de sus socios del gobierno– fue Salto. Allí blancos y colorados no lograron acordar y compitieron –por lo que luego dividieron los votos y terminaron entregándole la victoria al FA.

Lacalle visitó el departamento, lo que molestó a los colorados y hay una foto que grafica el momento: parado arriba de una silla en la inauguración de una policlínica, como si fuese un acto de campaña, pero vestido de presidente.

Totalmente legítimo desde el punto institucional, sin pisar la raya que divide lo que puede y no puede hacer un presidente, pero muy contundente en lo visual y, por tanto, polémico. Para completar, además, en la misma recorrida por el departamento visitó el polo educativo de la comisión mixta de Salto Grande –organismo liderado por el que era el candidato blanco– e inauguró una obra con la presencia del postulante.

Durante esos días también visitó Rocha, donde luego su candidato ganó las elecciones y allí defendió sus visitas. “¿Qué campaña electoral he hecho? ¿Alguna vez hablé de algún candidato? ¿Alguna vez agarré una bandera de un partido? ¿Alguna vez hice una diferencia?”, dijo. Tenía elementos para defenderse, pero jugaba al filo del reglamento.

La victoria de los blancos, con todo el peso del gobierno atrás, no logró alcanzar el objetivo de Montevideo, pero sí tuvo éxitos en el otro nivel, el municipal. Los blancos no solo sumaron alcaldías en el interior, sino que agregaron otra victoria en Montevideo, donde ahora gobiernan tres municipios.

A Lacalle lo mueve tanto lo electoral que en esos días posteriores a las elecciones miraba al detalle el resultado de determinadas localidades, según recuerdan algunos dirigentes blancos. Pese a todas las victorias, se lamentaba por la derrota a manos del FA en Los Cerrillos, donde durante los anteriores dos períodos había ganado la dirigente blanca Rosa Imoda.

A Lacalle lo electoral lo mueve, lo motiva y hasta lo obsesiona. Ahora tiene una oportunidad única de entrar nuevamente en ese terreno.

¿Referéndum sobre la LUC o plebiscito del gobierno? Las dos cosas

En el gobierno dan por sentado que el grueso de las firmas que entregó la izquierda van a ser validadas –el descarte en estos primeros días de análisis viene siendo en el entorno del 5% habitual, según Fernando Pereira– y por tanto ya se preparan para dar la batalla.

Y allí se plantean algunas preguntas: ¿hasta dónde jugará el gobierno con su estructura y su investidura en la campaña? ¿Puede hacerlo? ¿Qué herramientas tiene?

Es indudable que Lacalle va a jugar un rol fundamental. Saldrá a hacer campaña por todo el país y además, tiene todos los argumentos para hacerlo.

El Frente Amplio y el PIT-CNT le brindan un escenario ideal para moverse en el terreno que más le gusta y con total libertad, porque lo que hace es intentar tirar abajo una ley del gobierno. Entonces, nada más legítimo que el presidente defendiendo su iniciativa.

Para no “pisar la raya”, como se le cuestionó en la previa a las departamentales, tendrá que encontrar lugares y eventos en los que pueda hacerlo.

¿Dónde está esa línea divisoria? Es evidente que no podrá participar de actos partidarios, pero sí podrá dar discursos en eventos del gobierno por todo el país, al inaugurar viviendas –y hablar sobre los artículos de la LUC de ese tema– o al visitar una comisaría, por ejemplo.

En definitiva lo que hizo en la campaña departamental, pero con muchísima más libertad.

El otro dilema que tendrá el gobierno es dónde enfoca la comunicación. Y allí existe un debate: la elección será realmente un referéndum sobre la ley de urgente consideración (LUC) o un plebiscito del gobierno.

Y la respuesta es que será las dos cosas. En lo argumental tanto el gobierno como la oposición batallarán sobre los 135 artículos de la ley que están en cuestión. Allí estarán centrados los discursos y también los mensajes a través de spots o piezas audiovisuales que elaborará la administración. El gobierno siente que tiene buenos argumentos para defenderlos.

Pero el trasfondo también será una evaluación del gobierno. Por eso es importante el contexto en el que se dé la elección. No es lo mismo, por ejemplo, en un clima de optimismo como el actual ante los buenos indicadores a la baja de la pandemia que en una situación como la de hace algunas semanas. Y no es lo mismo si la economía y los puestos de trabajo empiezan a recuperarse que un escenario de mayor desempleo y pobreza.

El presidente, según ha transmitido, no tiene dudas de que si pierde el referéndum será un mensaje para el gobierno. Por tanto, también puede leerse al revés: si la ley se mantiene, será un mensaje de respaldo a su administración.

El escenario ya cambió

Si hay una muestra de que de a poco ya entramos en un escenario electoral es lo sucedido esta semana con los fideicomisos departamentales. Luego de semanas y semanas de negociaciones, dos líderes nacionales con proyección para ser candidatos como Yamandú Orsi (FA) y Álvaro Delgado (PN) fracasaron en su intento de coordinar un acuerdo nacional que involucre a Canelones, Río Negro y Rocha.

En otro contexto, es probable que un acuerdo de estas características hubiese tenido otras chances. Pero con una campaña electoral tan cerca y la crispación que eso suma, fue mucho más difícil.

El expresidente Julio María Sanguinetti dijo este viernes en En Perspectiva que el edil colorado de Canelones no votó el fideicomiso por una cuestión de “unidad” de la coalición. Y agregó que no entiende “la reacción airada” y de “épica de tragedia” que le da el Frente Amplio. “No entiendo que Mujica hable de grieta, cuando ellos dijeron ‘no en Rocha, no en el otro, no en el otro’. Además, en un contexto general en que el Frente está en una actitud de intransigente oposición. Si fuera una oposición razonable, pero no. Es absolutamente destructiva en todos los ámbitos: comunicación, parlamentario… hasta el referéndum”.

El clima de tensión electoral ya está instalado y será difícil desmontarlo.