Ancap y el alto precio de los combustibles

Los precios del petróleo se hundieron el viernes casi un 8% a su menor nivel en más de un año y registraron su séptima caída semanal consecutiva, resume un cable de la agencia de noticias Reuters, una tendencia que nos podría acompañar por un buen tiempo porque refleja una desaceleración económica provocada por el pesimismo que reina en torno a la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las dos principales economías y consumidores de petróleo del mundo. 

Desde el jueves 1° hasta el cierre de la semana pasada, el valor del barril cayó alrededor de 20% y los precios se encaminan a su mayor baja mensual desde fines de 2014. La semana pasada, el Brent, la referencia de Ancap, disminuyó 11,3 %. 

Cada vez que se confirma una tendencia a la baja del valor en dólares del petróleo surge la natural pregunta de si Ancap rebajará los precios de los combustibles. Pero es una interrogante por lo menos ingenua porque al ente monopólico, a la tarea de producir petróleo y velar por el cumplimiento de las normas del sector, se le suma funciones inapropiadas para el buen desempeño de la empresa.

¿En qué condiciones el país podría ajustar los precios de los combustibles a la baja cuando así lo indica la tendencia mundial? La más radical sería poner fin al monopolio, un privilegio legal que desemboca en la falta de incentivos para satisfacer la demanda, y precios exorbitados e ineficiencias en la producción y en la gestión. Además, por su condición de monopolio público, debe preocuparse por contribuir a las arcas del Estado. En la paramétrica de Ancap para fijar los precios de los combustibles, además de la evolución de los valores del petróleo y del dólar, hay otras variables de política económica –algunas ocultas– que explican que el país tenga las naftas y el gasoil más caro de la región.

La importación de combustibles podría ser un camino intermedio al de poner fin al monopolio de Ancap, una alternativa a la que se opone el gobernante Frente Amplio y la propia Ancap. La presidenta del organismo, Marta Jara –a quien hay que reconocerle su esfuerzo por mejorar la gestión del ente–, dijo en una entrevista en el informativo Telemundo, la semana pasada, que “importar es más caro para Uruguay que refinar”. 

Pero hay antecedentes que demuestran lo contrario. Un estudio de la Unidad de Análisis Económico de El Observador, de febrero de 2017, arrojó que los consumidores se habrían ahorrado US$ 418 millones en 2016 si se hubieran importado combustibles ya refinados en vez de comprar crudo para procesarlo localmente.

Sería una buena cosa que aceptemos de una buena vez la necesidad de un giro copernicano en el sector de la producción, distribución, transporte y comercialización de combustibles. Un sobreprecio de los derivados del petróleo tiene un fuerte impacto en la competitividad del sector privado y, por su incidencia en el índice de precios al consumidor, es una variable sensible en el presupuesto de los hogares.