La transformación productiva de bienes y servicios de manera sostenible, a través de la regeneración, reducción, reutilización, reparación y el reciclaje con el fin de optimizar los recursos utilizados y minimizar la generación de residuos en la cadena productiva.
Piense: en Uruguay se tira por año el peso equivalente a 100.000 autos solo en escombros procedentes de la construcción. También unas 12.000 toneladas de neumáticos por año, y unas 30.000 toneladas en celulares, computadoras y electrodomésticos. Y entre otros desechos, por año se generan en el país 30.000 toneladas de orujo, el residuo que queda luego de procesada la uva para elaborar vino. Todo esto y más termina en la basura, porque usualmente se considera que los desechos no tienen valor o, al menos, que no vale la pena invertir en hacer algo con ellos.
Sin embargo, al mismo tiempo, mucha gente también se pregunta diariamente cómo ganar más dinero. Una respuesta es precisamente darle valor a lo que aparentemente no tiene. Y no se trata solo de reciclar o recuperar. De hecho, es posible crear negocios redituables e innovadores que también tengan impacto positivo en el ambiente.
Esa es la idea detrás de lo que se conoce como “economía circular”, cuyo objetivo primario es crear negocios donde el lucro sea el eje, pero que al mismo tiempo pongan foco en el cuidado ambiental. Para hacerlo, además de reciclar hay que diseñar un proceso de producción que aproveche al máximo la materia prima, use más energía renovable y genere la menor cantidad de pérdidas.
Escombros de construcciones que adquieren nueva vida, residuos industriales que ayudan a que las vacas den más leche, desechos de la industria del vino que se aprovechan para retrasar el envejecimiento, residuos vegetales que se transforman en bolsas que se disuelven en agua caliente y no contaminan, baterías de celulares que volverán a mandar fotos y mensajes, neumáticos que alimentarán calderas para producir energía. Esos son solo algunos de los negocios creados a partir de cosas que no tenían valor, pero que, apoyados por el programa Oportunidades Circulares, ahora buscan generar dinero, dar trabajo y proteger el planeta.
“El mundo está trabajando fuertemente en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y todos los proyectos que tengan que ver con el alto impacto ambiental, con la respuesta al cambio climático y con la economía circular, tienen una oportunidad de hacer negocios” dice el Presidente de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), Martín Dibarboure. Y agrega que el rol de la ANDE está en intervenir en materia de sensibilización, postulación y selección de proyectos que vayan en esta dirección”.
Para ello, desde 2018, la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE) y el proyecto gubernamental Biovalor promueven este programa que impulsa la validación de ideas, la puesta en marcha de nuevas líneas de negocios y prototipos, y la implementación de proyectos que tengan un fin de lucro claro pero que contribuyan al desarrollo productivo sostenible.
Con esa consigna, en dos llamados realizados en 2018 y 2019 se presentaron más de 200 ideas y proyectos, y el programa ya financió con US$ 1,3 millones 27 iniciativas. Las categorías de proyectos, prototipos y puesta en marcha son cofinanciadas con un aporte del programa de entre 50% a 80%, por lo que el postulante debe invertir para ejecutarlos, siendo supervisado por ANDE de acuerdo con las bases de cada llamado.
“Los dos años de actividad de la ANDE y Biovalor, de algún modo dieron el puntapié para que el Sistema de Transformación Productiva y Competitividad (SNTPyC) presentara el mes pasado un plan de acciones en economía circular en Uruguay, que conjugó lo que venían trabajando también varios ministerios, agencias y la academia. Allí se priorizaron siete áreas que son: cárnico, lácteo, forestal, desperdicios de alimentos y empaques, servitización y valorización de materiales. Hoy el Uruguay tiene un rumbo sobre el que trabajar por la economía circular”, destacó Martín Dibarboure presidente de la ANDE.
De la naturaleza, donde un eslabón alimenta a otro en una cadena circular. De allí viene el nombre “economía circular”, que busca diferenciarse de la tradicional economía que sigue el modelo lineal de “tomar, hacer, usar y tirar”.
La economía circular, al contrario, es un sistema regenerativo en el cual cada parte del proceso debe ser sostenible, minimizando la entrada de recursos y materias primas, y también los desperdicios, emisiones y el uso de energías no renovables, todo lo que tiene impacto económico y ambiental.
Sobre esa base, el Área de Articulación Productiva de ANDE lleva adelante el programa Oportunidades Circulares para impulsar la competitividad de las micro, pequeñas y medianas empresas con el fin de generar desarrollo, empleo y colaboración entre empresas —y también con la Academia— bajo la lógica de la economía circular. Como agencia que trabaja para impulsar la competitividad lo importante es generar desarrollo y crecimiento económico, empleo y mejores condiciones de vida, pero también poner foco en el impacto que genera ese desarrollo.
No se trata de impulsar una ONG, pues los proyectos con impacto social y ambiental habitualmente no están concebidos desde una lógica empresarial y justamente el foco de ANDE es fomentar negocios que transformen los procesos productivos tradicionales en procesos productivos sostenibles, pero siempre con un fin económico.
Por eso, ANDE trabaja con los nuevos emprendimientos —para diseñar la producción de forma circular desde el principio— y también con empresas ya consolidadas, para ayudarlas a transformarse.
El programa de ANDE y Biovalor - proyecto que articula tres ministerios con el objetivo de impulsar la valorización de residuos en sectores agroindustriales- empezó a trabajar en economía circular a través de talleres sectoriales con empresas de cinco sectores: alimentos, curtimbre, construcción, vinos y plástico. En esas instancias se compartieron las bases de este tipo de economía, los modelos de negocios y las posibles oportunidades para cada sector.
En 2018 el programa presentó la primera convocatoria en dos categorías: validación de ideas —para quienes buscaban verificar si era posible transformarlas en un negocio redituable— y proyectos, para apoyar a que esas iniciativas pudieran concretarse. Las ideas seleccionadas podían recibir hasta US$ 5.000 y los proyectos, hasta US$ 100.000. Ese año se presentaron 70 y 37, respectivamente, y el programa apoyó cinco ideas y siete proyectos con más de US$ 600.000.
Pero el rol de ANDE no es solo dar fondos no reembolsables. La agencia tiene como fin ayudar a buscar las oportunidades, pues a veces no es simple darse cuenta de que hay una oportunidad de negocio circular. Para eso hace talleres y conecta a los emprendedores y empresarios con referentes. En ese sentido, un paso clave es entender que lo que uno genera como residuo para otros puede ser un insumo, y en ese sentido es bueno conectarse.
Los proyectos seleccionados en 2018 empezaron a implementarse en febrero de este año al tiempo que se abrió el segundo llamado, incorporando una tercera categoría —intermedia entre las anteriores— para apoyar la puesta en marcha o desarrollo de prototipos. En esa etapa el emprendedor que ya tenga una idea viable puede necesitar fondos para hacer las primeras pruebas antes de invertir a mayor escala. Para esa categoría, el monto máximo que otorga el programa es de US$ 40.000.
En este el segundo llamado en 2019 se seleccionaron nueve ideas, siete iniciativas intermedias y ocho proyectos. Además, se organizó la “Semana circular”, que consistió en varios días de talleres enfocados en todo el proceso productivo, desde cómo pensar la idea de un emprendimiento circular desde el principio, cómo evaluar si el proyecto es circular hasta cómo vincularse con otras instituciones.
Más allá del componente empresarial, la economía circular no es tanto solo una mirada sobre la forma de producir como también de consumir, porque trabajando desde la oferta también se genera concientización y demanda. Es decir, a la hora de elegir, el consumidor puede optar por productos que fueron elaborados de manera sostenible.
Para ANDE, además, el programa Oportunidades Circulares permite generar casos exitosos para mostrar que estos proyectos pueden ser rentables, sobre todo para los bancos, que usualmente son reticentes a financiarlos. Por el momento, ANDE ha impulsado proyectos, pero el objetivo es ayudar a que este tipo de emprendimientos sean apoyados por el sistema financiero tradicional.
Asimismo, la agencia considera que la economía circular también es una vía para incorporar la agenda climática al sector productivo privado, pues si bien en general se asocia la cuestión del cambio climático con un compromiso político de gobierno, en los hechos quien emite más y tiene que adaptarse es el sector productivo privado. Por eso, ANDE está trabajando con la Dirección Nacional de Cambio Climático para ver cómo unir al sector productivo con la agenda climática, y utilizar la economía circular como herramienta para pensar en la reducción de emisiones y en la adaptación. Ambas instituciones estarán presentes en la próxima Cumbre del Clima en Chile, la COP25.
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