Estilo de vida > RELACIONES

Buscaba un hombre con un buen empleo y amante de los animales

Una historia sobre un perro, un romance y hacerse responsable de los que uno quiere
Tiempo de lectura: -'
17 de septiembre de 2019 a las 05:00

Timothy Braun, The New York Times News Service

"Quédate aquí y cuida el castillo”, le decía a mi perro, Dusty, cada vez que salía de nuestro apartamento. Con el paso de los años, sus ojos —uno azul y el otro café— se habían tornado grises, estaba perdiendo la vista, y sus caderas se estaban tensando. Distaba mucho de ser un perro guardián. 

Cuando llegaba a casa, ya no me recibía en la puerta, solo levantaba la nariz en señal de bienvenida. Le daba crema de cacahuate por su valentía, a veces acompañada de analgésicos para aliviar el dolor de su cadera. 

Adopté a Dusty-Danger Dog (su nombre completo) hace once años, en el refugio para animales de Town Lake en Austin, Texas. Pasé un día al refugio, regresé al siguiente y Dusty fue el único perro que me recordó. Tenía orejas puntiagudas como un zorro gigante y estaba en peligro de que lo sacrificaran.

A partir de ese momento, él y yo viajamos por todo el país en mi pick-up Toyota llena de calcomanías en el parachoques, visitamos veintiocho estados y le sumamos 466.709 kilómetros a la camioneta. Durante los años que pasamos en Austin, Dusty se convirtió en una leyenda local, pues ayudó a recaudar miles de dólares para organizaciones sin fines de lucro como Austin Bat Cave y el Fusebox Festival. A cambio de una donación monetaria para la organización, Dusty y yo salíamos en una cita especial con el perro de alguien, y yo escribía un ensayo sobre el evento para el donador. Esta iniciativa recaudó una sorprendente cantidad de dinero.

Debido a ello, el alcalde de Austin proclamó que el 17 de agosto sería el Día de Dusty-Danger Dog, luego de citar las “contribuciones significativas que hizo Dusty a la ciudad y a la gente de Austin por medio de su labor de voluntariado, recaudación de fondos y en su calidad de embajador de cuatro patas para las artes, el medioambiente, la educación y la salud”.

En lo personal, Dusty se convirtió en el administrador de mi vida. Me levantaba por las mañanas lamiéndome la cara. Cuando él comía, yo comía. Al mediodía, me obligaba a apagar mi computadora y salir a caminar. 

Me gustaba sentir el sol en mi rostro y el olor de las flores silvestres. Compartíamos emparedados y pizza, y veíamos películas de superhéroes juntos. A Dusty no le importaba si me cambiaba o no de ropa. Le leía fragmentos de mi libro favorito El principito, frases como: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”. Me tatué esas palabras en el brazo.

Dusty me enseñó todo lo que necesitaba saber de la vida, pero a lo largo de los años me había hecho falta algo. Mis amigos Ben y Rachel insistían en que usara una aplicación de citas para ampliar mis horizontes. Así se conocieron ellos, pero yo detestaba ese concepto.

¿Por qué querría ampliar mi vida? Tenía un perro, un lugar donde vivir, una camioneta atiborrada de calcomanías. Sin embargo, por mera curiosidad (o Dios vaya a saber), les hice caso. Creé una cuenta en Tinder con una fotografía de Dusty como imagen de perfil. Nadie hizo match conmigo hasta que Rachel me explicó que estaba deslizando el dedo en la dirección equivocada. La primera vez que lo deslicé a la derecha, tuve una coincidencia.

En mi primera cita con Ilse comimos ensalada y calamares. Ella era tímida, encantadora y, por ser alguien que padece diabetes, revisó su nivel de azúcar cuando llegaron nuestros platillos. En la segunda cita, bebimos vino, jugamos boliche en un tugurio y hablamos acerca de Dusty y los gatos que ella tenía, Dori Ann Gray y Oscar Wilde. En nuestra tercera cita, Ilse tomó mi mano y me contó que la habían agredido sexualmente en Nueva Orleans un junio, hacía varios años.

Como consecuencia, el mes de junio la hacía sentir triste, y también Nueva Orleans, una ciudad que ella amó y perdió, y de la que Dusty y yo nos enamoramos en nuestros viajes. Es una arquitecta paisajista, así que trabaja con plantas y agua. No le gustan las películas de superhéroes y ve los programas de Hallmark Channel. Me hace comer coles de Bruselas y me sorprendió lo ricas que saben en la pizza. 

Con Dusty todo era seguro y nunca tenía que hacer concesiones, pero con Ilse tenía que escuchar y negociar. Ilse sabía cómo manejar su vida, y me hizo cambiar. A veces me obligaba a cambiarme de ropa.

Después de un año de relación, Ilse empezó a insistir en que nos casáramos, una idea que me aterraba. No me da miedo el compromiso; me da miedo el divorcio, el fracaso. Sin embargo, también me aterraba perder a Ilse. Ella dijo que para una mujer emprendedora de más de 30 años era difícil encontrar el amor con alguien que tiene un buen empleo y es gentil con los animales.

Lo debatimos en profundidad, como una partida de ajedrez. Ella tenía un contraargumento para cada argumento que yo planteaba a favor de no casarnos y no abandonar mi vida perfecta. Ella usaba palabras como “nosotros” y “nuestro”, palabras que antes yo tenía reservadas únicamente para mi relación con Dusty.

Una tarde, Ilse me dijo que si no iba a quedarme con ella, tenía que dejarla ir para que pudiera encontrar a alguien más. Aun cuando amaba a mi perro y a mi vida perfecta, no quería perder a Ilse, sobre todo sabiendo que pronto perdería a Dusty, cuya salud se había deteriorado al grado de que apenas podía caminar.

A la mañana siguiente, le dije a Dusty que se quedara en casa y cuidara el castillo, como de costumbre. Iba en mi camioneta a las 5:30 a. m. camino a la Universidad de Texas en San Antonio para dar una plática sobre la subjetividad y la causalidad cuando un auto me chocó por detrás, creo que el conductor estaba ebrio. El choque lanzó mi camioneta a 113 kilómetros por hora contra una barrera de cemento, lo cual la destruyó en mil pedazos. La fuerza del impacto hizo que dos de mis calcomanías se despegaran de la parte trasera.

Si no hubiera sido por la bolsa de aire, estaría muerto. Cuando los paramédicos llegaron a cortar mi cinturón para sacarme de la camioneta, lo único que les dije fue: “Cuiden a mi perro, cuiden a mi perro, cuiden a mi perro”. En ese momento, mientras tosía por el polvo de la bolsa de aire, pensé que nada de esto tenía valor alguno a menos que tuviera algo más que me motivara a vivir. 

Así que diseñé una propuesta de matrimonio detallada que duraría una semana y que incluía una clase de escritura, una escalada en roca y una fiesta en una bodega urbana. Después de que Ilse me dio el sí, se mudó al que ahora es nuestro apartamento. Trajo a su gatita, Dori, que de inmediato se hizo amiga de Dusty y empezaron a tomar siestas juntos y a compartir comida.

Mi meta era casarme en junio para que Ilse pudiera reivindicar ese mes con un recuerdo positivo. Le pedí a Dusty que fuera uno de mis padrinos de boda. “Quizá pueda atarme la corbata”, pensé. Ilse y yo hicimos una lista de regalos en la que incluimos electrodomésticos pequeños y vajillas. Todo cambió.

Dos semanas antes de nuestra boda, la pata de Dusty se atoró en la alfombra cuando intentó levantarse después de su siesta con Dori. Cayó fuertemente al suelo y se quejó. Lo abracé y le di crema de cacahuate con analgésicos. Miró a Ilse mientras acomodaba regalos de boda en nuestra oficina, y luego volteó hacia mí.

Su mirada decía: “Es hora”.

Saqué a Dusty a pasear una última vez para que pudiera sentir el sol en su nariz. Comimos bocadillos y vimos una película de superhéroes juntos. El veterinario lo medicó. Dusty murió en casa, en mis brazos, con su nariz en mi rodilla, a escasos días de mi boda con Ilse. Mientras cerraba los ojos, le susurré: “Yo cuidaré el castillo”. Lo cubrimos con una manta, lo colocamos en una cesta y una camioneta blanca se lo llevó.

A los pocos minutos, me sentí perdido, caminaba en círculos por la habitación, miraba por la ventana esperando a que la camioneta blanca regresara, con la esperanza de que el veterinario se hubiera equivocado, con el deseo de que todo pudiera volver a ser como antes. Ilse me preguntó si quería ir a escalar o a nadar para despejar mi mente y no pensar en Dusty, pero no podía.

“Solo te pido que sonrías en las fotos”, me pidió Ilse a medida que se acercaba el día de nuestra boda. Habíamos tomado clases para nuestro primer baile al ritmo de California Stars de Wilco, la primera canción que bailamos juntos en mi cocina, y yo apenas podía arrastrar los pies. 

Cuando fui a recoger las cenizas de Dusty a la funeraria, también me dieron unas semillas de flores silvestres para plantarlas en su nombre. Puse la urna en la parte trasera de mi nuevo auto y le puse el cinturón. Pasamos por nuestra pizzería favorita, nuestros parques favoritos, todos nuestros lugares predilectos en Austin y, mientras paseábamos, me pareció ver la silueta de Dusty en una nube. Sabía que siempre estaría conmigo.

El día de la boda, llevé a un grupo de verdaderos creyentes a Town Lake, cerca de donde adopté a Dusty, para plantar esas flores silvestres. Compré unos mirlitones y le hicimos una despedida con veintiún mirlitones.

Cinco horas más tarde, después de que los hombres de mi cortejo ataron mi corbata, Ilse y yo estábamos de pie frente a amigos y familiares mientras mi padrino de bodas leía un fragmento de El Principito, que terminó con la frase: “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado”.

Pensé que yo me había hecho responsable de Dusty, pero en realidad él se había hecho responsable de mí y ahora le pedía a Ilse que lo relevara. Ella es mi nueva compañera con quien oleré las flores silvestres.

Con el sol en mi rostro, dije: “Acepto”.  
 

Comentarios

Registrate gratis y seguí navegando.

¿Ya estás registrado? iniciá sesión aquí.

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 345 / mes

Elegí tu plan

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Te quedan 3 notas gratuitas.

Accedé ilimitado desde US$ 345 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 345 / mes

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Elegí tu plan y accedé sin límites.

Ver planes

Contenido exclusivo de

Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.

Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá

Cargando...