Ya con un chopp de Stella Artois en nuestras manos el maitre nos ubicó rápidamente en una mesa que daba a la calle. La consigna de Marian (la cual obedecimos a medias) era la siguiente: probar todas las entradas posibles, pero, al mirar el menú, decidimos probar dos entradas y dos principales. Yo me fui directo a un queso de cabra con lechugas de la propia huerta pero aún mejor estaban las berenjenas asadas con pepinos a la menta y almendras que pidió mi compañero de turno.
Con gran profesionalismo el camarero se acercó para avisarnos que solo le quedaban dos porciones de uno de los principales: el cordero braseado en horno de leña con olivas negras, broccoli y tostada con pasta de anchoas que no dude en asegurar antes que otro se lo lleve y unos camarones de Lousiana con pure de papas y maíz (espectacular como lo dulce del maiz se mezcla con un simple puré de papas), panceta y con un toque picante que no pudimos descifrar que era.
Un tinto español muy rico nos acompaño casi toda la comida y unos profiteroles con helado de frutilla fueron el perfecto postre.
Ya que estamos hablando de vinos, lo mejor fue al día siguiente cuando decidimos ir a Napa Valley por el día.
A pesar de saber que se precisan al menos dos meses de reserva anticipada para ir a The French Laundry, hicimos el intento, pero no pudimos. Por mas que insistimos y hasta le explicamos que veníamos de Uruguay especialmente, apareció el clásico "rules are rules gentlemen". Tan buena como inesperada fue la sugerencia del propio recepcionista de The French Laundry: "vayan a Bouchon".
Encaramos entonces la callecita prinical de Yountville que nos llevó a Bouchon (5 minutos caminando desde The French Laundry y sobre la misma calles).
Para ese entonces éramos 4 (dos libaneses y dos uruguayos, extraña combinación por cierto).
El lugar imita a un Bistrot francés y lo logra muy bien. Con una mezcla de sed y ansiedad (luego de casi dos horas de coche desde Silicon Valley), pedimos un vino blanco Lieu Dit que estaba tan bueno que repetimos rápidamente. Los platos eran cada uno mejor que el otro pero lo mejor fue una terrina tipo mousse de hígado de pollo que venía con tostadas y una mermelada de pelones. Sencillamente espectacular. Como algo simple, se puede combinar tan bien, no?
Luego siguieron un tartare de salmón que venía con huevo duro picado super fino y alcaparras, truchas, pez espada y hasta un tiernísimo Steak con papas fritas caseras. Así fueron pasando las copas de vino mezcladas con intensas conversaciones hasta que decidimos ir a por unos quesos que acompañamos con un champagne y unas frutillas bañadas en chocolate en la bodega Chandon a pocas cuadras de Bouchon pero del otro lado de la ruta.
En resumen, si están por San Francisco o alrededores, vale la pena tomarse una noche para ir a Chez Panisse en Berkeley y un día entero para ir a Napa Valley. Ah, me olvidaba, no dejen de ir al Waterbar den San Francisco debajo del Bay Bridge a tomar un trago y elegir alguna de las muchas variedades de ostras que ofrecen.
El costo fue en ambos casos aproximadamente U$S 130 por persona incluyendo entrada, plato, postre y muy buen vino californiano por cierto.
Hasta la próxima.