Gabriel Pereyra

Gabriel Pereyra

Columnista

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Campaña electoral: velorio de estadistas

Por qué casi nadie de la oposición habla de los operativos que se llevan adelante en barrios marginales
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25 de noviembre de 2018 a las 05:00

Entre las premisas que cotizan alto en política, una de ellas es la mezquindad. Si tenemos en cuenta que apenas termina una elección buena parte del sistema político se pone a pensar cómo hacer para recuperar el poder en la siguiente elección, la generosidad implica una concesión al adversario, y cuando se trata de la disputa por el poder, al adversario, ni agua.

¿Saben por qué casi nadie de la oposición habla de los operativos Mirador que el Ministerio del Interior y otras reparticiones del Estado llevan adelante en barrios marginales? Porque lo que se está haciendo es la acción más completa de los últimos 40 años en la recuperación de un territorio que había sido perdido por el Estado.

Perdido no solo en materia de seguridad sino también en el imperio de la legalidad y de la convivencia. Las viviendas que en esos barrios están colgadas de la luz y que no tienen registro en ningún lugar del Estado que una vez las concedió, están en esa situación desde siempre. Nunca ningún gobierno de la era post dictadura hizo una acción que dirigida a la inseguridad tiene en la Policía solo una pata.

Esto no lo hizo el Frente Amplio en sus casi tres lustros de gobierno, pero tampoco lo hizo el Partido Colorado en sus tres gobiernos post dictadura ni el Partido Nacional durante su administración en los 90. Y si las cosas se agravaron fue porque el Frente no lo hizo antes y porque blancos y colorados no lo hicieron nunca.

Este es un camino que se debe mantener sea quien sea que gobierne en adelante. Y si es así, y si los resultados son satisfactorios y seguramente tengan que seguir haciéndose por décadas, ¿por qué la oposición no suma masa crítica y los apoya más activamente? Pueden seguir criticando a Bonomi y a todo lo que no logró (como no lo lograron blancos y colorados en las últimas décadas), pero en esto, solo en esto, un aplauso no les va a hacer caer los anillos. Mezquindad. Y esto es preocupante porque el futuro del país no termina y empieza en este tema.

Cómo vamos a salir adelante si la mezquindad les impide llamarse por teléfono y decirse, “che, fulano, lo de la seguridad social es insostenible. ¿Vamos a anunciar todos que lo que hay que hacer no admite discusiones o vamos a mentir en la próxima campaña?”. O peor, ¿“vamos a marear sin decir nada hasta que nos reviente en la cara, o en la nuca como la bala de un sicario? Cómo vamos a salir adelante si la mezquindad les impide llamarse y decirse, “che, fulano, lo del déficit es insostenible, y lo que vos propongas en tu programa y yo proponga en el mío no lo vamos a poder cumplir si no hacemos un ajuste”.

Por teléfono, ni siquiera públicamente. Dejen de decirle a la gente –que por legiones sufre un descaecimiento intelectual que torna estos temas inalcanzables a su comprensión- que van a hacer magia y que nunca jamás habrá impuestos. Cómo vamos a salir adelante si la mezquindad les impide llamarse por teléfono y en reserva decirse, “che, fulano, está que arde el barrio regional con la corrupción. Vamos a ajustar las clavijas, a dejar la joda de los viáticos, a no admitir nada de nada y en un acuerdo nacional por la transparencia darle a la gente la tranquilidad que vote a quien vote su voto no terminará en el fango”.

Cómo vamos a salir adelante si la mezquindad les impide llamarse por teléfono, por whatsapp o por paloma mensajera y decirse, “che, hermano, la gente más pobre de este país nunca jamás va a salir adelante si no damos vuelta la educación, y si no damos vuelta la educación no habrá movilidad social, y si no hay movilidad social un día tu hija, mi hijo, pueden ser noticia en las policiales”. ¿Ni siquiera el temor los mueve a impedir esos actos que, para quienes peinamos canas y tenemos encima varias campañas electorales, nos suenan burdos?

¿Hay tantas fórmulas para encarar estos temas como para que los partidos no puedan recordar viejas épocas, cuando muerta la democracia se vieron obligados a celebrar pactos, que no conformaron a todos, pero que permitieron recuperar nada menos que la libertad? La gente está dejando de creer en los gobernantes y los gobernantes parecen estar preocupados por quién va tercero en la lista. ¿No quieren aplaudir los operativos Mirador?, no los aplaudan. ¿No quieren hablar con el adversario de temas que les (nos) son comunes?, no hablen. ¿No quieren acuerdos que los vayan a contaminar con ese otro compatriota que supuestamente busca lo mismo que él?, no lo hagan.

La mayoría de los votantes seguro no conoce a Ambroce Bierce y su Diccionario del Diablo, pero por un camino o por otro, si no cambian, la ciudadanía van a terminar en la peligrosa actitud de creer que un político es lo que el escritor estadounidense definió en su famoso libro: “Anguila en el fango primigenio sobre el que se erige la superestructura de la sociedad organizada. Cuando agita la cola, suele confundirse y creer que tiembla el edificio. Comparado con el estadista, padece la desventaja de estar vivo”. 

 

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