El caudillo blanco Wilson Ferreira Aldunate solía advertir sobre la responsabilidad ética y ejecutiva de los políticos uruguayos con una frase lapidaria: “Si no somos capaces de asegurarles una vida digna y decorosa a tres millones de orientales, lo dije antes y lo repito ahora, somos unos criminales”. Las décadas han pasado y el crimen, al decir de Ferreira, se sigue cometiendo. Los sucesivos gobiernos no solo no han cumplido con la tarea de dignificar la vida de todos los uruguayos –una labor sin duda compleja por todo lo que implica eso de la “dignidad”- sino que no han respetado el mandato de la Constitución –más focalizado- de darles una vivienda decente a los habitantes del país.
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