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¿Cómo le pega la guerra a la economía uruguaya?

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03 de marzo de 2022 a las 17:49

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La invasión rusa sobre Ucrania prácticamente relegó la pandemia del coronavirus a un segundo plano y ahora el manto de incertidumbre por la escalada del conflicto por la potencial intervención de otros países nadie se anima a descartar. En Uruguay, miramos ese conflicto a más de 13 mil km como algo lejano pero sus coletazos (buenos y malos) están comenzando a llegar. De esto te escribiré en esta nueva entrega de Rincón y Misiones.

Un envión adicional para bienes que exportamos

Como viene ocurriendo desde hace ya dos años, hay sectores de la economía uruguaya donde la pandemia no solo no impactó de forma negativa sino que sirvió como trampolín para crecer (y de forma importante); los “malla oro” como en más de una oportunidad se refirió el presidente de la República Lacalle Pou y la ministra de Economía y Finanzas Azucena Arbeleche. Las exportaciones de bienes de Uruguay se anotaron un récord anual de US$ 11.549 millones en 2021 y el arranque de 2022 luce más que prometedor. En el bimestre enero-febrero las ventas al exterior ratificaron su dinamismo con una expansión del 44% respecto a igual período del año pasado y sumaron US$ 1.862 millones. La carne vacuna, lácteos, celulosa-madera, trigo, arroz y concentrados de bebidas son algunos de los ítems más dinámicos en este arranque de año. Más del 70% de ese crecimiento se explica por las ventas al exterior de Uruguay de productos agroindustriales, como ha sido su tradición histórica.

 El fenómeno de exacerbación de los precios de los alimentos se vio acelerado en la última semana por los temores a nivel mundial que está desatando la guerra de Rusia sobre territorio ucraniano, ambos países jugadores importantes en el suministro de alimentos y energía a nivel global. Así, las materias primas están camino a su mayor incremento semanal desde la década de 1960 cuando Nikita Khrushchev estaba en el Kremlin, según un indicador que releva la agencia Bloomberg. 

La cotización del trigo en el mercado internacional de referencia de Chicago para entrega en mayo cotizaba este jueves por encima de los US$ 400 por tonelada; en enero su precio era de US$ 280 (+48%). 

Ucrania es responsable de cerca del 12% de las exportaciones mundiales de trigo y Rusia de otro 16%. Esa disparada de los valores en el mercado internacional de un cereal básico para la alimentación de personas y animales se da en momentos donde los productores uruguayos están sacando cuentas y números para definir cuánta área destinarán a la próxima siembra de cultivos de invierno de mitad de año. En 2021, los agricultores locales cerraron una de las mejores campañas en cuanto a productividad con casi 4 mil kg por hectárea, que dejó una cosecha de 974 mil toneladas. El consumo interno en Uruguay es de unas 500 mil toneladas por año, el resto se exporta. Si los valores actuales se mantienen, habrá una zanahoria más que interesante para que el área de cultivos de invierno del país vuelva a crecer. 

En tanto, el cultivo estrella de la agricultura uruguaya (la soja) tendría en 2021 o uno de sus mejores años en materia de ingresos de divisas por exportación de la última década si no pasa nada raro con el clima a un mes de comenzar la cosecha. 

Según un informe que divulgó Uruguay XXI este miércoles, la mayor área sembrada y la mejora en el rendimiento por hectárea permitiría alcanzar una producción cercana a los 3 millones de toneladas en 2022. Con un valor que, en promedio, se ubicaría entre los US$ 550-600 por tonelada, se espera que Uruguay supere los US$ 1.600 millones de exportaciones de soja en 2022, un incremento del 80% frente a 2021, año afectado por la falta de lluvias. Esa cifra estaría muy próxima al récord de US$ 1.875 millones que tuvo Uruguay en la campaña del 2013. 

La escalada de los valores de commodities también alcanza al producto estrella y que lidera las exportaciones de Uruguay: la carne vacuna. La demanda china sigue pujante y el conflicto de Rusia no hizo más que acelerar la demanda del destino que se lleva el 60% de la proteína roja que zarpa del puerto de Montevideo cada mes. 

En la última semana, el precio promedio de exportación de la carne vacuna uruguaya llegó a US$ 5.689 por tonelada, según el Instituto Nacional de Carnes (INAC), un récord y un valor que está casi US$ 1.200 por arriba de hace un año atrás. En febrero, el ingreso de divisas por las ventas al exterior de carne vacuna sumaron US$ 241 millones, un explosivo crecimiento (+85%) respecto a los US$ 134 millones de igual mes de 2021. 

De las verdes también hay

La contracara de este nuevo boom en los precios de los commodities también tiene su lado negativo para Uruguay. Hay uno que ya está pegando en el bolsillo de los uruguayos: el combustible. El precio del petróleo no encuentra su techo por la guerra en Ucrania y ya superó los US$ 110 por barril, con lo que acumula una apreciación del 44% en lo que va de este año. Rusia es el tercer principal productor de crudo del mundo con una cuotaparte del 14%. El ahogo financiero y económico que distintos países están aplicando sobre este país elevó el temor de los consumidores por una potencial escasez del oro negro en el corto plazo. Los países productores de petróleo del grupo OPEP+ decidieron esta semana mantener su política de modesto aumento de la producción de crudo a pesar de la disparada de los precios por la guerra en Ucrania.


El gobierno acaba de aplicar una suba moderada de las tarifas en marzo, que no está reflejando la foto que hoy muestra el mercado internacional del crudo y los combustibles refinados de acuerdo a un nuevo esquema de fijación que puso parcialmente en práctica. El escenario más probable (a corto plazo) es que las tarifas del gasoil y las naftas continúen con la flechita para arriba. El presidente Luis Lacalle Pou dijo esta semana que al gobierno "no le va quedando mucha" espalda para seguir sosteniendo los precios de los combustibles al público si la valorización del crudo se mantiene. El titular de Ancap Alejandro Stipanicic, advirtió que “la espalda de Ancap no es infinita, ni para siempre”. El gobierno optó por subir la nafta $ 1,5 y el gasoil $ 1 por litro en marzo, por debajo de lo que sugería el informe técnico de Precios de Paridad de Importación de la Ursea, que pautaba una suba de alrededor de $ 4 por litro.

La suba de todos los alimentos  y los combustibles se trasladarán a las góndolas de los supermercados y almacenes. Los precios de la carne, harina y sus derivados, aceites y lácteos, por ejemplo, seguramente avancen por encima del promedio general de los precios al consumo. La inflación es el impuesto más regresivo y quienes más lo sienten son las personas de menores ingresos, más teniendo en cuenta que los incrementos se darán en una canasta importante de alimentos básicos. Además, esa coyuntura supondrá una piedra en el zapato más que pesada para el objetivo que persigue el Banco Central (BCU) para anclar las expectativas inflacionarias a su nuevo rango meta de 3% a 6%, que entrará a regir desde setiembre próximo. Hoy la inflación está en 8,15% y ni los analistas ni los empresarios esperan que el ritmo de suba de los precios ingrese al objetivo que persiguen las autoridades del equipo económico. El gobierno espera una suba de precios de 5,8% para este año. 

La historia muestra que cada vez que hubo guerras (lejos de nuestro territorio), la economía uruguaya se vio favorecida coyunturalmente por ser un proveedor nato de alimentos. Así ocurrió con la Primera y Segunda Guerra Mundial y también durante la guerra de Corea (1950-1953). Aunque es innegable que una escalada bélica es una mala noticia para la marcha de la economía global —con daños que pueden amplificarse a futuro—,  la actividad local puede tener un viento de cola extra para algunos sectores como el agropecuario. Un mayor dinamismo sería una buena noticia para la mejora que se viene procesando en el empleo, pero el encarecimiento de bienes de la canasta de consumo es una amenaza para la recuperación del poder de compra de los asalariados uruguayos (arrastran dos años de pérdida) y puede hacer más complejo el desafío que tiene el Banco Central de reducir las expectativas de inflación a su objetivo.

 

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