Diego Forlán, Facebook Live y las transmisiones en vivo en los portales

El Observador 30 años > LA MODERNIZACIÓN DE LAS CRÓNICAS

De las coberturas deportivas por fax a las transmisiones en vivo por redes sociales

Hace 30 años los periodistas aún escribían en máquina de escribir y los fotógrafos enviaban su material en ómnibus para ser publicado a los dos días; la transformación fue vertiginosa
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23 de octubre de 2021 a las 05:04

Eso que hoy se resuelve con un simple movimiento a través de un dispositivo móvil, un clic y la transmisión al instante, y que resulta tan natural para quienes habitan este siglo XXI, hace 25 años necesitaba un proceso aún mecánico, a través de una máquina de escribir y un fax para hacer llegar desde el interior o el exterior una crónica de un partido de fútbol. O el traslado físico en ómnibus o en avión de fotografías para publicar en las páginas impresas de El Observador, dos días después.

En el no muy lejano Mundial de Estados Unidos 1994 el proceso de elaboración de los contenidos de una cobertura todavía se desarrollaba de forma arcaica en relación a las tecnologías modernas. El enviado de El Observador, Edward Piñón, terminaba de teclear las últimas palabras en la máquina de escribir Olivetti que le acompañaba a todos lados como si fuera la laptop de estos días. Tras el punto final, giraba el rodillo hasta quitar la hoja y a través de un fax llegaba a la redacción, en donde recibían los textos de las crónicas. Esto implicaba volver a escribirlo en una computadora, en Montevideo, y completar el proceso de diseño, armado, hasta que finalmente quedaba impreso en tinta sobre el papel.

En 30 años, las coberturas de los eventos deportivos y el trabajo de los periodistas mutó a niveles impensados. Disponer de las herramientas tecnológicas como para acercar al lector al lugar de los hechos, con el complemento de una imagen y un video como elementos que permiten enriquecer la presentación de una crónica o una historia, dieron un giro de cercanía con el espectáculo y sus protagonistas.

La Copa América de Uruguay 1995 generó la primera transformación del desarrollo antiguo de la tarea periodística al moderno, a través de una computadora y básica transmisión de datos, mediante sistemas que por estos días también forman parte de la prehistoria de las tecnologías actuales.

Aquel torneo que Uruguay ganó en el Estadio Centenario se jugó en cuatro subsedes, Maldonado, Rivera, Paysandú y Montevideo, y la cobertura periodística de El Observador estuvo pautada por el desarrollo a la vieja usanza, de máquina de escribir y fax, y una experiencia de vanguardia.

En Rivera, con los periodistas Juan Samuelle y Jorge Señorans, y en Maldonado, con Eduardo Preve, el fax vinculaba sus crónicas con la redacción. Al mismo tiempo, las fotografías, con los rollos de película y aún lejos de la digitalización, llegaban a Montevideo al otro día a través del primer ómnibus que salía de Rivera o Maldonado para utilizar en la edición de dos días después del partido.

En Paysandú, Daniel Rosa y Gustavo Martín eran protagonistas del primer cambio tecnológico, cuando a través de una línea directa de teléfono, en una conexión de modem a modem, transmitían los datos de Paysandú a Montevideo. Silenciosamente asistían a una modernización del trabajo de los periodistas que implicaba un avance similar al de la carreta al auto.

El Preolímpico de Tandil y Mar del Plata, de febrero 1996, elevó un nivel más la evolución, a través de una experiencia inédita para la fotografía. Los enviados, Rosa y el fotógrafo Marcelo Casacuberta, alquilaron un escáner de tambor que elegía tres fotos, porque demoraba una hora en transmitir cada foto color. Aquello que generaba una revolución en el trabajo de la redacción en El Observador, con su tecnología de vanguardia, se transformó en la primera transmisión de imágenes directo a Montevideo sin utilizar el traslado físico en avión u ómnibus.

Ese ejercicio que hacían los periodistas para que sus crónicas se pudieran leer al otro día en la edición impresa, y que forma parte de un desconocido procedimiento para el público general, sufrió una transformación vertiginosa y exigió la adaptación de los periodistas a las nuevas tecnologías.

Cada cobertura era una experiencia. El Mundial sub 20 de Nigeria 1999, me encontró en Enugu, primero, una ciudad del interior del país africano, y Lagos, la peligrosa capital en la que la delegación uruguaya y periodistas compartían el mismo hotel, con seguridad de embajada y en el que los traslados al estadio (los únicos que se hacían porque no estaba permitido caminar por la ciudad), se realizaban con escolta armada con ametralladoras.

La selección sub 20 que jugó el Mundial de Nigeria de 1999

El desafío de hace dos décadas para los periodistas era llegar al lobby del hotel y conseguir una línea directa de teléfono, para transmitir los datos a través de un modem, antes que nadie. Un problema, porque en general los hoteles tenían centrales telefónicas y no disponían de líneas directas. La línea de fax era la única alternativa y había que hacer entender a quienes trabajaban en el hotel que la llamada era de Uruguay, que no tendría costos para el hotel. Algo similar le ocurriría a Marcelo Decaux en la Copa América de Paraguay 1999.

Las coberturas de inicios del siglo XXI rompieron una nueva barrera, casi una revolución dentro de otra. La aparición del mail, algo tan común hoy (y al que hasta ya se le pasó el cuarto de hora de mayor popularidad) permitió mandar al instante contenidos y fotos, apenas con una conexión a internet común. En 2002 Marcelo Inverso enviaba desde su mail de Yahoo, Daniel Rosa lo recibía desde su mail de Adinet, con una alerta por sms.

Llegó Atenas 2004, con Fernando Tetes como enviado. La popularización del teléfono celular (previo al smartphone) permitió mucha mayor libertad, ya no depender de conexiones fijas, y poder comunicarse al momento con la redacción.

Esa evolución de la cobertura periodística de los grandes eventos deportivos subió un nuevo nivel en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008 y llegó acompañado del desarrollo de la cobertura en los medios digitales, a través de Observa. Los videos grabados a través de una cámara y descargados a la computadora para incluir en los textos en el digital, marcaron la novedad hace 13 años. Realizar aquella cobertura me marcó como periodista un punto de inflexión en el trabajo tradicional, e ingresar al nuevo mundo de la multiplataforma.

De los videos grabados a las transmisiones en vivo pasaron solo dos años. El Mundial de Sudáfrica 2010 planteó ese nuevo salto. La cobertura me permitió descubrir un terreno desconocido para quienes escribimos. A través de Bambuser, una plataforma que la editora de Observa, Jimena Abad, impulsaba como herramienta para acercar a los lectores del digital a una experiencia diferente.

En la sala de prensa, frente a la cámara de la laptop relataba, sin interlocutor, la experiencia cotidiana.

Hubo dos hechos que marcaron aquella cobertura. Una entrevista en vivo con Diego Forlán, la figura de Uruguay, y otra con Sebastián Abreu, ambas en el búnker que Uruguay había montado en Kimberly. Para la primera salí a comprar US$ 50 en tarjetas de internet al shopping de la ciudad. La transmisión se cortó antes del final. Para la segunda compré el doble.

Diego Forlán, el mejor jugador del Mundial 2010

Aquellas transmisiones para el portal de El Observador marcaban definitivamente el nuevo rumbo que había tomado la labor del periodista, que había abandonado las exclusivas prácticas de escribir textos que se imprimían en papel.

Desde 1996, los periodistas de El Observador transmitieron sus textos a través de datos desde una computadora. Sin máquina de escribir ni faxes, y desde 2008 incorporaron el video como imagen complementaria para la cobertura digital.

Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 me permitieron descubrir la forma en que el avance de la tecnología también alteraba las reglas para las periodistas. Estaba prohibido grabar videos en zonas de prensa, y  tomar imágenes de las competencias. Los periodistas de diario, con libre acceso a todas las competencias, no tenían derecho a publicar imágenes ni videos. Sin embargo, a un periodista uruguayo lo encontraron grabando en una zona mixta y le quitaron la acreditación, que al día siguiente le reintegrarían tras dejar constancias de un apercibimiento. Así quedaban establecidas las restricciones.

Las agencias ya habían tenido suficientes avances tecnológicos como para ofrecer algo que en 1995 se hubiese visto como una proeza: enviar fotos en tiempo real.

Finalmente, la cobertura ingresó en la era de las transmisiones en vivo a través de Facebook Live, Twitter, Instagram Live o una foto de teléfono, sin la calidad de una imagen tomada por un fotógrafo, pero que permite dejar registrado un momento. Whatsapp sirvió como último mojón hacia conexión permanente con la redacción.

El Mundial de Rusia 2018, que tuvo como enviado a Pablo Benítez, fue la expresión de la imagen al instante en la web y lo último de la tecnología volcada a la cobertura de competencias deportivas. Así y todo, la tecnología puede jugar malas pasadas, como le pasó a Pablo en Sochi, cuando se quedó sin internet en plena hora de cierre y apenas logró mandar por whatsapp una captura de pantalla de la nota escrita, para que Ignacio Chans la tipeara desde Montevideo a la vieja usanza.

Además, en ese mundial se terminó de instalar una tendencia que había comenzado con fuerza en 2014: las coberturas empezaron a tener muchísimo contenido preparado desde la redacción, porque la propia tecnología empezó a traernos el Mundial, o los Juegos Olímpicos, por todos los rincones. De una cobertura 90% centrada en el enviado, con los periodistas recibiendo esos materiales, empezó a equilibrarse hasta ser aproximadamente un 50 y 50, con un desafío mayor para el periodista: enviar material con valor agregado que solo se pudiera conseguir en el lugar de los hechos.

Los deportistas y su cercanía con el mundo virtual

El avance de las tecnologías para las coberturas y la cercanía con los lectores a través de la web y redes sociales, recorrió un camino inversamente proporcional con el vínculo con los protagonistas del deporte, que, como si fueran estrellas de la música o del cine, ya no viajan en aviones en clase económica, sino que se trasladan en ejecutiva o en chárter, con todas los lujos de las estrellas. No comparten los mismos hoteles que los periodistas y su vida transcurre en privado, con entrenamientos a puertas cerradas y sin espacios compartidos que impulsaron la generación de sus propios canales de comunicación.

Aquella experiencia de 1997, en la que esperaba a que terminara la práctica y, mientras los jugadores estiraban en la cancha, podía ingresar para hablar con Roberto Fleitas en Los Céspedes o con Gregorio Pérez en Los Aromos, forma parte de la prehistoria de las coberturas deportivas igual que el fax o el modem.

Por estos días, los complejos deportivos de los clubes se transformaron en búnkers inexpugnables, en los que solo los equipos de prensa de las instituciones tienen acceso a entrenamientos y charlas con los protagonistas, mientras que las transmisiones en vivo cambiaron la forma de comunicar desde el diario impreso o digital lo que ocurre en torno al deporte.

*Este artículo forma parte de la edición especial 30 años de El Observador.

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