Por Alexander Laluz, especial para El Observador
Enrique Graf, pianista y docente uruguayo de extensa y elogiada trayectoria internacional, habla sin rodeos. Su interés, afirma, es hacer del concierto una suerte de territorio de confluencias, en el que los contrastes de lenguajes y estéticas potencien la musicalidad y enriquezcan la percepción. Y el concierto que dará esta noche en el Auditorio Adela Reta junto a la Orquesta Sinfónica del Sodre (Ossodre), con la dirección de Martín García, al igual que el programado para diciembre en el cierre del ciclo de cámara del instituto, no serán la excepción.
"En este tipo de casos, como el del concierto con la Ossodre, los pianistas estamos acostumbrados a tocar solo una obra concertante", dice Graf. "Pero yo siempre fui de la idea de trabajar músicas de períodos históricos diferentes, tanto en un concierto como en mis clases". Esta forma de trabajo, agrega, es fundamental para el músico, ya que le permite trabajar distintas técnicas, lenguajes, desde Bach a Prokófiev, desde Beethoven a Chopin o a las compositores contemporáneos, capitalizando las diferencias pero también aquellos elementos técnicos que puedan ser complementarios. "Ciertos aspectos de la técnica para tocar a Bach, como el trabajo de dedos, pueden ayudar al abordaje de otros compositores como Prokófiev", explicó.
En ese plan, el programa de esta nueva fecha del Ciclo de Invierno que la Ossodre lleva adelante en el Auditorio Nacional Adela Reta incluirá dos obras para piano y orquesta con grandes exigencias interpretativas pero, a la vez, signadas por un marcado contraste en sus planteos formales y estructurales. Tras la apertura con el Preludio para la siesta de un fauno, de Claude Debussy, Graf subirá al escenario para interpretar el Concierto para piano y orquesta número 11 de Joseph Haydn, y luego del intervalo continuará con las Variaciones sinfónicas para piano y orquesta de César Franck; en el cierre de esta parte, la Ossodre revisitará otro ícono del sinfonismo francés: Le valse, de Maurice Ravel.
El contraste que plantean las obras que interpretará Graf deviene de una rica y singular trama de significados musicales, estéticos, afectivos, que revelan, además, algunas claves de su personal estilo pianístico y de su relación con la música.
Hace 45 años, el concierto de Haydn, pieza icónica del Clasicismo, fue la piedra de toque en la carrera del reconocido pianista uruguayo. "Lo hice por primera vez cuando tenía 17 años, con la entonces Orquesta Sinfónica de Montevideo, y fue muy bien recibido por la crítica y por el público. Poco tiempo después ya estaba estudiando en Estados Unidos, y dando mis primeros pasos como concertista fuera de fronteras. La última vez que volví a tocarlo fue en 1990, en Nueva York, al día siguiente de la muerte de mi madre".
Tanto con el lenguaje de Haydn como el de Mozart, explica, tuvo siempre una gran afinidad: "Siempre me quedaron bien, como naturales". Sin embargo, cada vez que los revisita, el desafío es el mismo: "No equivocarse en ninguna nota". Con estas obras, reconoce, el músico está muy expuesto. La simplicidad y la transparencia en este repertorio son solo aparentes, por lo que hay que trabajar muchos detalles en el fraseo, la articulación y en los equilibrios dinámicos para potenciar la musicalidad construida con muy pocos elementos.
En el otro extremo están las Variaciones de Franck. Del compositor y organista de origen belga, Graf sólo había interpretado la Sonata para violín y piano, una pieza exigente, compleja, que devino clave en el repertorio camerístico francés del último tramo del siglo XIX. "Y estas Variaciones que haré ahora por primera vez, también tienen una alta exigencia técnica. Están llenas de cambios expresivos que se dan en períodos muy cortos, y sus tratamientos armónicos y melódicos muy densos, intrincados, que no te quedan de inmediato. Hay que trabajarla mucho para que la interpretación sea fluida, natural. Es otro desafío, algo diferente a lo de Haydn, que celebro mucho porque siempre me gustó y recién ahora tuve tiempo para estudiarla a fondo".
En un (imposible) resumen de la trayectoria de Graf habría que anotar que nació en Montevideo, donde inició sus estudios de piano, pero que desde hace décadas reside en Estados Unidos y que su casa, allá en el lejano norte, está en las afueras de la pequeña ciudad de Charleston, en Carolina del Sur. Y que desde que se retiró de la enseñanza formal ha encontrado más tiempo para el estudio, para volver más seguido y por más tiempo a Uruguay, y que nunca dejó de tocar pero, confiesa, "Recién cuando murieron mis padres, que eran mis fans número uno, me di cuenta de que al piano lo elegí yo; antes era como un hobby". Que la crítica ha elogiado cada uno de sus conciertos y registros fonográficos; que reconoce la necesidad y el valor de los discos, pero que "tocar para el micrófono no tiene la magia ni la energía del escenario".
Y habría que anotar un detalle más: la importancia que tuvo (y tiene) la figura legendaria de Nibya Mariño en su vida: "La conocí muy bien, profundamente, ya que compartimos muchas cosas. Fue una mujer fascinante, controvertida, compleja, con un talento musical único: nadie llegó a hacer lo que ella lograba casi sin esfuerzo"; y agregó: "Siempre quise hacer un libro o una película sobre ella, pero hasta ahora no se ha dado esa posibilidad; la única que tuve fue en un bar de Madrid, donde me presentaron a Almodóvar: ahí me vinieron ganas de contarle la historia de Nibya, que, debo reconocerlo, es tan fascinante como las historias de sus películas, pero no se dio. Este es un proyecto pendiente".Inicio de sesión
¿Todavía no tenés cuenta? Registrate ahora.
Para continuar con tu compra,
es necesario loguearse.
o iniciá sesión con tu cuenta de:
Disfrutá El Observador. Accedé a noticias desde cualquier dispositivo y recibí titulares por e-mail según los intereses que elijas.
Crear Cuenta
¿Ya tenés una cuenta? Iniciá sesión.
Gracias por registrarte.
Nombre
Contenido exclusivo de
Sé parte, pasá de informarte a formar tu opinión.
Si ya sos suscriptor Member, iniciá sesión acá