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Echar luz sobre PISA (3)

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20 de febrero de 2020 a las 05:04

El informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes o Informe PISA (por sus siglas en inglés, Programme for International Student Assessment) es un potente instrumento a efectos de identificar políticas y programas que impactan positivamente en la equidad de la educación y de los sistemas educativos. Entendemos por equidad la articulación de un conjunto de estrategias educativas que contribuyan a lograr una igualdad efectiva de oportunidades, procesos y resultados de aprendizaje (López, 2005; Opertti, 2019). Esto implica, entre otras cosas fundamentales, que los sistemas educativos tengan el liderazgo y la capacidad de generar condiciones de equidad desde su propio seno bajo el precepto ético de garantizar oportunidades de aprendizaje para cada alumno cualquiera sean sus contextos, situaciones y capacidades.

El informe PISA (2019) nos refuerza en la convicción sobre que es posible alinear los recursos del sistema educativo a los objetivos y a las metas de la política educativa, y en particular compensar la inequidad social. En efecto, se señala que algunos sistemas educativos son exitosos en proveer recursos humanos y materiales suficientes a todas las escuelas incluyendo aquellas localizadas en contextos desventajosos. Se mencionan los casos de Bulgaria, Dinamarca, Letonia, Noruega y Polonia. Contrariamente a esta situación, los ochos países latinoamericanos que participan de PISA se encuentran clasificados entre aquellos en los cuales las escuelas desventajosas tienen menos recursos que las ventajosas, lo cual contribuye a provocar que los sistemas educativos sean más reproductores que compensadores de las desigualdades del entorno social.

Por lo menos, hay que tener en cuenta tres elementos que estarían detrás del logro de niveles razonables de equidad en la distribución de los recursos: voluntad política de efectivizarlo, solvencia técnica en su implementación y disponer de una batería de instrumentos/formulas que ayuden a un direccionamiento justo de los recursos a los centros educativos.

Por otra parte, PISA remarca que las señales de equidad provenientes del sistema educativo deben sustentarse en enfoque holísticos que contribuyan a que los educadores sientan apoyo en sus vidas personales y profesionales. Ciertamente uno de los desafíos mayores que enfrentan los sistemas educativos es fortalecer una cultura de la confianza y de la colaboración entre los educadores como pares y en su relacionamiento con otros actores.

Veamos tres países, mencionados por PISA, que van en la dirección de lograr una mayor equidad. En primer lugar, Singapur asigna sus educadores al trabajo con estudiantes que tienen las mayores dificultades en lograr cumplir con los altos estándares educativos fijados. En segundo lugar, Shanghái (China) establece un sistema de transferencias financieras (pagos) a escuelas que atienden población desventajosa, así como una estructura de carrera docente que incentiva a educadores de alto desempeño a enseñar en escuelas definidas como desventajosas. En tercer lugar, en el estado de Ceará (Brasil), las escuelas con más alto desempeño reciben una recompensa significativa en recursos financieros adicionales que les permiten contratar mayor cantidad de educadores especializados y expertos. Estos recursos adicionales deben ser usados para aquellas escuelas con mayores dificultades, lo cual es un excelente ejemplo de cómo la excelencia de desempeño puede tener un sentido social potenciando el trabajo colaborativo entre centros educativos.

Otra dimensión asociada a la equidad refiere a las maneras en que el sistema educativo promueve una composición social heterogénea en los centros educativos bajo el entendido, como señala PISA, que todos los alumnos están en una mejor situación si las aulas son socialmente diversas. Más allá de las limitaciones que tiene el sistema educativo para poder efectivamente contrarrestar la segregación territorial, la aceptación de diversidad de perfiles en el aula es un asunto complejo que cruza diversas sensibilidades. Por un lado, los miedos y las desconfianzas de las familias sobre que sus hijos e hijas van a “aprender menos” en contextos sociales heterogéneos. Por otro lado, las dificultades que exhiben algunos educadores de abrirse a y gestionar la diversidad como fuente para el logro de más y mejores aprendizajes. No sin olvidarnos, como nos recuerda PISA, que la asignación inequitativa de recursos, en detrimento de los más vulnerables, debe tener en cuenta el hecho que los niños y las niñas pobres no cuentan, en general, con un apoyo fuerte de personas y grupos que argumenten a favor de sus derechos y oportunidades.

PISA explicita dos argumentos respecto a la asignación equitativa de recursos. Primeramente, se trata de reafirmar que la equidad en educación remite a imperativos de justicia social, y a imaginarios colectivos sobre la educación y la sociedad. Asimismo, el logro de mayor equidad también implica distribuciones y usos mas efectivos de los recursos para efectivamente garantizar igualdad de oportunidades y lograr cumplir con el precepto señalado por la UNESCO (2017), que “todos los y las estudiantes cuentan, y cuentan por igual”.

Una nota final. Los sistemas educativos no son entidades neutras que reproducen las inequidades de los contextos sin mediar ante los mismos. Transparentar el rol del sistema educativo es clave para avanzar en equidad. 

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