MANDEL NGAN / AFP

EEUU y China están cayendo en una trampa creada por ellos mismos

Los costos de un error de cálculo de cualquiera de las partes serían letales, y los riesgos no hacen más que aumentar

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28 de julio de 2022 a las 05:02

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Cuando dos trenes van en rumbo de chocar, el guardagujas los pone en vías diferentes. Por desgracia, en la geopolítica son los conductores quienes tienen que tomar medidas evasivas. En el caso de EEUU y China, cada uno cuestiona la capacidad del otro para conducir trenes. La historia nos ofrece pocas esperanzas de que los inminentes choques entre estos trenes se resolverán orgánicamente.

Cuando se trata de Joe Biden y Xi Jinping –los dos líderes mundiales que más necesitan reunirse cara a cara pero que no lo han hecho desde que Biden asumió el cargo–, la acción evasiva es notable por su ausencia, particularmente en lo que respecta a Taiwán. Biden ha sugerido que los dos países reanuden algún tipo de diálogo estratégico. Cualquier intercambio rutinario de opiniones, incluso a gritos, sería mejor que la actual escalada. Pero China no está interesada. Primero, EEUU debe poner fin a lo que el embajador de China en Washington llama su "desinformación, información incorrecta y mentiras" sobre los asuntos internos de Beijing, especialmente en cuanto a Hong Kong y a Xinjiang.

¿Quién puede romper este punto muerto? Según la llamada "trampa de Tucídides" de Graham Allison, una hegemonía en ascenso suele chocar con la existente en su camino hacia el descenso. La mayor excepción fue el traspaso de liderazgo por parte de Gran Bretaña a EEUU en la primera mitad del siglo XX, lo cual, incluso entonces, apenas evitó la guerra en varias ocasiones. Pero el pasado no ofrece orientación alguna sobre cómo evitar el conflicto entre dos potencias en declive, lo cual pudiera decirse que es una mejor descripción tanto de China como de EEUU en la actualidad.

La relativa decadencia de EEUU es bien conocida, sobre todo por sus fisibles divisiones políticas. Sin embargo, la opinión generalizada es que China tiene previsto dominar el mundo para 2049, el aniversario de la Revolución china, lo cual Xi ha fijado como objetivo. Pero, ¿y qué sucede si Xi –y el consenso mundial sobre el ascenso de China– ya está desactualizado? Las posibilidades de que China retome las altas tasas de crecimiento de las dos primeras décadas de este siglo ya están disminuyendo, principalmente debido a su perfil de envejecimiento.

A la probable " trampa del ingreso mediano" de China –el concepto de que un país que alcanza un determinado nivel de ingreso per cápita, debido a unas ventajas dadas, se queda estancado en ese nivel–, Xi le ha añadido la política de ‘cero Covid’, que está paralizando el crecimiento económico sin ninguna ventaja epidemiológica evidente. Dado que las vacunas del país son sólo parcialmente eficaces, su población, cada vez más frustrada, no ve el fin de los confinamientos. A la disminución de las expectativas de crecimiento de China ahora podemos añadirle una nueva preocupación: las dudas acerca de la racionalidad de su liderazgo. Yo todavía no he conocido a ningún observador de China que piense que la política de ‘cero Covid’ es inteligente.

Aquí es donde entra el tema de Taiwán. Xi ha dejado en claro que quiere resolver el estatus de la isla durante su mandato, lo cual significa ponerla bajo el control de China durante los próximos años. Dado que Xi no quiere que nada distraiga de la coronación de su tercer mandato como líder en la conferencia del partido en octubre, eso significa que 2023 será probablemente el año de máximo peligro. Biden puede tener poca confianza en que las dificultades de Vladimir Putin en Ucrania disuadirán a China de actuar contra Taiwán. De hecho, las dificultades militares de Putin pueden incluso acelerar el itinerario de Xi, ya que EEUU está aprendiendo lecciones de Ucrania para proporcionarle a Taiwán mejores capacidades defensivas.

Además, Xi estará al tanto del itinerario político de EEUU. Él pudiera considerar menos arriesgado el actuar con respecto a Taiwán durante el mandato de Biden que esperar, por ejemplo, a que haya un presidente Mike Pompeo, Ron DeSantis o Tom Cotton. La retórica y las acciones de Biden no siempre están alineadas. El presidente ha destrozado en repetidas ocasiones la llamada ambigüedad estratégica de EEUU al afirmar que el país acudiría en defensa de Taiwán, sólo para que sus comentarios fueran "aclarados" por el personal de la Casa Blanca. Pero las acciones de Biden en relación con Ucrania sugieren una profunda reserva acerca del riesgo de una confrontación militar con Rusia. Esa misma cautela probablemente se aplicaría en la práctica a China.

Lo que está notoriamente ausente es cualquier iniciativa por parte de Xi o de Biden para alterar la narrativa. En su anticipado discurso sobre China en mayo, Antony Blinken, el secretario de Estado estadounidense, dijo que China era el único país del mundo con la "intención" y la "capacidad" de alterar el orden internacional. Muchos países añadirían a EEUU a esa lista. EEUU sigue las reglas que ha creado sólo cuando le conviene. De cualquier manera, EEUU ha dejado muy en claro su sombrío diagnóstico de China. Por lo tanto, la diplomacia estadounidense está centrada en acercarse a los vecinos de Beijing en lugar de presionar a favor de un diálogo.

Éste es un peligroso camino. Incluso si Blinken tiene razón en cuanto a las intenciones de China, eso hace que la diplomacia sea más importante, no menos. El costo de un error de cálculo sería letal, y los riesgos no hacen más que aumentar. La videollamada del jueves de Biden con Xi puede que sea útil, pero no sustituirá al diálogo rutinario entre EEUU y China. En palabras de Kevin Rudd, el ex primer ministro de Australia, EEUU y China son como "dos vecinos soldando en un taller del patio trasero sin zapatos con suela de goma, con chispas volando por todas partes y con cables sin aislamiento esparcidos en un suelo de hormigón húmedo. ¿Qué pudiera salir mal?".

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