Wuhan es señalado como el epicentro de la pandemia de coronavirus

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EEUU y la teoría de la fuga de Covid del laboratorio chino

El hecho de que EEUU y China estén enredados en una guerra fría hace más probable otra pandemia
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02 de marzo de 2023 a las 15:00

Por Edward Luce

Los virus prosperan en la ignorancia. La negativa de China a cooperar con las investigaciones sobre los orígenes de Covid es, por lo tanto, autolesiva. No sólo ahonda los temores de que China tarde en alertar al mundo sobre el próximo brote de un nuevo virus, sino que aviva las teorías conspirativas de que el coronavirus fue un complot chino

Más de tres años después del surgimiento de Covid, el mundo ha avanzado poco en la preparación para la próxima pandemia, cuya aparición probablemente sea cuestión de tiempo. El hecho de que EEUU y China estén enredados en una guerra fría hace que esa transparencia parezca cada vez más fantasiosa. Las guerras frías nacen de la desconfianza. Los sistemas mundiales de alerta sanitaria se basan en la confianza.

Que Covid haya provenido accidentalmente de un laboratorio de Wuhan o de un mercado de mariscos es casi irrelevante. La semana pasada, el Departamento de Energía estadounidense se unió al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) al afirmar que creía que el virus se había fugado de un laboratorio chino. Ninguna de las dos agencias confía plenamente en esa explicación, mientras que la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) está indecisa. Otros organismos gubernamentales estadounidenses creen que es más probable que Covid provenga de un animal.

Puede que nunca lleguemos al fondo del asunto. Pero descubrir los orígenes de Covid no es la verdadera preocupación. Sea cual sea su opinión al respecto, la mayoría de los científicos están de acuerdo en que la próxima pandemia pudiera proceder de la naturaleza o de un laboratorio. El interés de la humanidad es evitar que ocurra. La congelación diplomática entre EEUU y China lo está haciendo muy difícil.

La creciente tendencia de EEUU a demonizar a China — y el hecho de que China siga proporcionando razones para hacerlo — representa una amenaza para la salud mundial.

Ninguna parte del espectro político estadounidense se ha cubierto de gloria. En la izquierda, y en gran parte de los medios de comunicación, se ha tendido a tachar de conspiración, o incluso de racista, a cualquier teoría de fuga de laboratorio. Esto fue, en parte, una reacción a que el entonces presidente Donald Trump hablara de la "gripe china" y del "virus de Wuhan". El hecho de que Trump comenzara la pandemia felicitando repetidamente a Xi Jinping por su gestión de la misma lo hace aún más extraño.

Para la derecha, Covid era un arma ideal para desenmascarar las perfidias de la China comunista. La frase de "China lied, Americans died" (China mintió, estadounidenses murieron) se impuso rápidamente, y se ha mantenido. A menudo, las mismas figuras que afirmaban que Beijing había encubierto los orígenes del mortal virus, o que lo había desatado como arma biológica, insistían en que Covid no era peor que la gripe.

Los guerreros de la cultura rara vez están sobrados de lógica. La rabia contra ellos cegó a los liberales ante la posibilidad de que el virus hubiera escapado de un laboratorio. Para enfatizar: personas sin formación científica están expresando el tipo de certeza que los científicos están entrenados para evitar.

La postura de los estadounidenses en cuanto a Covid en gran medida depende de su política. Lo mismo ocurre con la geopolítica. Merece la pena subrayar que EEUU y China aún no estaban en una guerra fría cuando Covid estalló. Pocos observadores argumentarían que ahora no lo están. Así pues, la enfermedad puede ser tanto un acelerador de una nueva guerra fría como un subproducto de ella. China merece cargar con gran parte de la culpa. Los erráticos cambios de la política de Beijing con respecto a Covid han contribuido a la chinofobia estadounidense cada vez más bipartidista. Dos efectos se destacan.

En primer lugar, China da la impresión de que tiene algo que ocultar. Ha penalizado a cualquiera que alegue que no ha sido transparente.

Australia, el cual fue el primer país en solicitar una investigación en 2020, pagó el precio más alto, cuando Beijing impuso elevados aranceles a una serie de exportaciones australianas. Si Xi pensó que ‘matando a la gallina asustaría al mono’ (un dicho chino que implica hacer algo como ejemplo para intimidar a un tercero), sus esfuerzos resultaron contraproducentes. La reacción de China hizo a Australia más agresiva, y no sirvió para disuadir a EEUU. China aceptó finalmente una investigación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), pero la cerró después de que los científicos solicitaran acceso al laboratorio de virología de Wuhan.

En segundo lugar, los drásticos cambios de Xi en relación con Covid han dañado la reputación de China; han impulsado a quienes sostienen que la política exterior estadounidense debiera responder al carácter interno de un régimen, más que a sus intereses nacionales. Cualesquiera que sean los defectos de EEUU, sería difícil para una democracia suprimir las investigaciones de una pandemia, por no hablar de encarcelar a sus denunciantes, como hizo China.

El objetivo de Joe Biden es tanto cooperar como competir con China. Combinar estos objetivos contrarios siempre iba a ser extremadamente problemático. Ahora resulta alarmantemente difícil de imaginar. La renuencia de Beijing a desempeñar el rol de ciudadano del mundo en los sistemas de alerta de pandemias — además de en el cambio climático y en otras amenazas comunes — significa que Washington habla mucho menos de cooperar con China y mucho más de enfrentarse a ella.

Si el pasado es el prólogo, la próxima pandemia vendrá probablemente de China. Esto es simplemente una función de la densidad de población. Es comprensible que Beijing reaccionara a la defensiva ante cualquier insinuación de que causó una enfermedad que se cobró cerca de 7 millones de vidas y le costó al mundo billones de dólares. Pero es contraproducente. Asegurarse de que el rastro científico se enfríe garantiza que la atención se centre en la naturaleza del sistema político chino.

El costo de Covid también puede medirse en daños a la psicología mundial, incluyendo el caso de ‘Covid persistente diplomático’. La superpotencia del mundo y su gran potencia en ascenso están ambas trabajando ahora desde casa y alimentando la paranoia mutua. Cuando le demos un vistazo retrospectivo a Covid, puede que ése sea su mayor costo.

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