Presidencia

El ámbito donde Lacalle Pou se acerca a la derecha

En la política exterior es donde el presidente deja aparecer sin mucho temor una veta más de derecha

Tiempo de lectura: -'

24 de septiembre de 2021 a las 16:44

Estás por alcanzar el límite de notas.

Suscribite ahora a

Pasá de informarte a formar tu opinión.

Suscribite desde US$ 3 45 / mes

Esta es tu última nota gratuita.

Se parte de desde US$ 3 45 / mes

“Luis Lacalle Pou lleva a Uruguay hacia la derecha”, tituló la agencia norteamericana AP cuando asumió la presidencia en 2020. Esta semana, luego de su primera gira por el exterior, el mandatario también sumó varias notas internacionales en las que se lo describe como alguien alineado con los países de la derecha continental.

En sus discursos de los últimos días tuvo algunos gestos que dieron pie a esa calificación. ¿Pero es tan así? ¿Por qué Lacalle es tan difícil de encasillar? De eso te voy a hablar, en esta newsletter EnClave.

 

El cuco neoliberal

A Luis Lacalle Pou se lo ha prejuzgado bastante en su vida política. Es verdad que el primer revolcón electoral en 2014, con algunos errores y la demostración de que todavía no estaba pronto para gobernar en ese momento, pudo haber potenciado un poco la idea de que también en 2019 sería fácil de vencer con una fórmula repetida: la de asustar gente.

Pero sus rivales pagaron caro luego esa subestimación. La campaña fue bien diferente.

Uno de los tantos errores a los que llevó esa subestimación fue creer que también a Lacalle Pou podrían correrlo con el poncho del “fantasma” de la derecha. Así lo había hecho la izquierda varias veces antes con su padre, Luis Alberto Lacalle Herrera. ¿Te acordás de la imagen de la motosierra? Con Lacalle Pou también la quisieron usar y no prendió, porque no había sustento.

Algunos elementos de la superficie permitían a un observador poco profundo creer que agitar esos fantasmas podían ser útiles. Uno de ellos era el origen del candidato, no solo por ser hijo del expresidente sino también por venir de una familia histórica. Para la izquierda el gen natural es usar de forma despectiva el mote de “herrerista” para intentar asociarlo a “conservador”, “neoliberal”, “regresivo”. Hay muchos que usan todas esas palabras juntas para referirse a Lacalle Pou.

Pero no contaban –o no cuentan– con que el ahora presidente logró construir su figura política desde otro lado. Zafando no solo de ese origen, sino también de otras características personales que podían contribuir a esa imagen estereotipada de “cheto”, como haber elegido vivir en un barrio privado, por ejemplo, o practicar surf, por ejemplo.

Pero Lacalle apostó a mostrarse como es en su vida privada, bajo riesgo que todos esos prejuicios lo perjudicaran en la carrera política. Como confesó, hubo quienes le sugirieron que se mudara para ser candidato. Él, según dijo en De Cerca, no solo se negó sino que se enojó con quién se lo planteó.

Su argumento allí es que por intereses electorales no podía mentir acerca de quién es y de dónde viene, porque entre otras cosas además se notaría.  Así fue que asumió riesgos pero también fue inteligente en cómo minimizar los dardos de sus rivales sobre el fondo de las cosas: su ideología política.

Eso se puede ver en dos cosas. La más importante es la de las ideas. La otra es la de la estructura. Y el camino que trazó no fue un proceso armado para una elección, sino que fue un diseño político de largo aliento, que empezó casi que en el origen de su vida política.

La estructura

Por ser hijo del expresidente Lacalle, podía asumir directamente la herencia herrerista. Pero su militancia no se basó en la 71, sino que la construyó primero bajo el ala de su madre y luego con vida propia.

Allí, cuando construyó su espacio propio, tampoco se apoyó en el herrerismo. Y a medida que fue creciendo, en vez de preocuparse por incorporar dirigentes del ala más derecha del Partido Nacional, lo que hizo fue tratar siempre de sumar apoyos del ala más de izquierda o wilsonista. Por ejemplo, quien es hoy su mano derecha, Álvaro Delgado, ya tenía trayecto político propio más vinculado al wilsonismo (había militado con Alberto Volonté en Manos a la Obra y luego en Correntada Wilsonista, que en 2004 apoyó a Jorge Larrañaga).

Pero luego Lacalle siguió sumando muchos dirigentes y militantes blancos del ala más a la izquierda. Uno de los más notorios fue la incorporación para las elecciones de 2014 de Javier García y su Espacio 40, en lo que alguna vez se denominó –en esta imperdible crónica de Leonardo Pereyra de 2013– como el “operativo Ricardito”.

Las ideas

Lacalle también ha sido difícil de encasillar como de “derecha” cuando uno profundiza en sus ideas, sus propuestas de campaña, el plan que consensuó con la coalición y –hasta ahora– su ejecución de gobierno.

Por más que desde lo discursivo algunos dirigentes sindicales y del Frente Amplio insistan en calificar a este gobierno como “neoliberal” o a la Ley de Urgente Consideración como regresiva en derechos, eso puede resultar disonante con los contenidos.

De hecho, para los votantes “multicolores” más volcados a la derecha, la agenda del gobierno puede parecer muy liviana en muchas cosas y hasta un tanto tímida. A modo de ejemplo está la educación, donde se esperaba de este gobierno un sacudón –y no solo de los votantes más de derecha– para impulsar cambios y limitar el poder de las corporaciones de izquierda y por ahora todo ha quedado en la superficie.

Pero en el gobierno Lacalle también ha incorporado figuras provenientes de la izquierda. La más visible es el ministro de Trabajo, Pablo Mieres, pero no la única.

El Partido Independiente tuvo una muy mala votación en 2019. Mieres no retuvo su banca del Senado y apenas logró una banca en Diputados. Sin embargo el tratamiento que Lacalle Pou le dio a ese partido fue preferencial, no solo por el cargo para Mieres sino también por haber cedido a algunos de sus planteos programáticos. La señal fue clara: el gobierno necesita un equilibrio entre la derecha y la izquierda.

En el plano social el discurso y la práctica de Lacalle Pou hasta el momento no se condice para nada con la de un gobernante de derecha. Además, toda la agenda que instauró el Frente Amplio con temas como el aborto, la marihuana y el matrimonio homosexual sigue intacta y no se piensa modificar. Es más, en algunos temas como el de las drogas, la agenda de Presidencia implica avanzar mucho más que lo realizado por el anterior gobierno.

Por tanto, en el plano doméstico, es muy difícil encasillar al presidente como alguien de “derecha”.

¿Pero en la agenda exterior?

AFP
Lacalle participó de la cumbre de la Celac, un foro creado por la izquierda para contraponerse a la OEA

Lacalle Pou completó esta semana su primera gira por el exterior.

La empezó en México, participando de un foro creado por la izquierda latinoamericana en su época de apogeo para tratar de minar a la OEA e intentar legitimar algunos regímenes autoritarios: la CELAC.

Lacalle, lejos de rehusar participar de este foro, como ha hecho por ejemplo Jair Bolsonaro –que sacó a Brasil del foro– no solo fue a México sino que se plantó con un discurso sereno pero confrontativo con Cuba, Venezuela y Nicaragua.

"Con el respeto debido, cuando uno ve que en países no hay una democracia plena, no se respeta la separación de poderes, cuando desde el poder se usa el aparato represor para acallar las propuestas, cuando se encarcela a opositores, cuando no se respetan los derechos humanos, nosotros en esta voz tranquila pero firme debemos decir con preocupación que vemos gravemente lo que ocurre en Cuba, Nicaragua y Venezuela”, dijo Lacalle.

Además tuvo un cruce con los presidentes de Venezuela, Nicolás Maduro y de Cuba, Miguel Díaz Canel, que incluyó hasta la discusión sobre la LUC.

Pero la gira siguió. Luego fue a Nueva York y allí dio tuvo gesto, en este caso con Israel, al confirmarle a las autoridades de la B'nai B'rith internacional que Uruguay no participará de la cumbre de Durban, una conferencia de la ONU que Israel califica de "antisemita" y "racista".

En su discurso ante la Asamblea General de la ONU Lacalle fue más sobrio. Evitó dar señales como las que había dado previamente, aunque defendió sus ideas liberales y su manejo de la pandemia.

Para completar la gira, Lacalle también aprovechó el viaje a Estados Unidos para enviar algunas señales políticas hacia Washington, luego de su fuerte acercamiento a China, tal como fue contado en esta nota.

Más allá de la sobriedad del presidente, parece claro que en la política exterior es donde el presidente deja aparecer sin mucho temor una veta más de derecha. No así en la comercial, donde se muestra muy pragmático, y ha repetido que su intención es comerciar con todo el mundo, sea EEUU, China o incluso Cuba.

Las relaciones políticas más sólidas que construyó han sido con presidentes de ese perfil ideológico. Iván Duque de Colombia, con quien mantiene una amistad previa a que ambos llegaran a la presidencia de sus países es un ejemplo. Cuando el país estuvo ardiendo por las protestas sociales la cancillería uruguaya se limitó a un breve comunicado en el que manifestó su “preocupación” por la violencia, pero no cuestionó explícitamente la represión del gobierno. Fue una escena espejo de lo que pasaba durante los gobiernos de izquierda uruguayos y la represión en Venezuela. La oposición cuestionaba y el gobierno enviaba mensajes tibios.

Pero no solo Colombia es ejemplo de cómo ha logrado tener mejor vínculo con gobernantes de derecha que de izquierda. Lacalle tiene una relación política fluida con Bolsonaro, a diferencia de la que ha logrado con Alberto Fernández. Si bien en el plano personal, tanto Lacalle como Bustillo tienen buen vínculo con Fernández, a nivel político solo han tenido chisporroteos.

Otra muestra más son algunos gestos, como a qué asunciones presidenciales tuvo la intención de ir y a cuáles no. Desde que Lacalle es presidente, en la región fueron electos presidentes de izquierda en Bolivia y Perú. En ambos casos no tuvo intención de viajar, sino que envió a Bustillo.  Sin embargo, otro presidente que asumió fue el derechista Guillermo Lasso de Ecuador. Lacalle iba a viajar a esa asunción, pero a último momento canceló por la muerte de Jorge Larrañaga.

La política exterior, como en cualquier país, también pesa en la política interna. Por eso esta semana de Lacalle en el exterior también sumó mucho para afianzar a sus propios militantes. Y por eso, muchos blancos gritaron como un gol la polémica con Maduro y Díaz Canel.

 

Soy Gonzalo Ferreira. Durante los últimos siete años fui editor jefe de El Observador, puesto que dejaré desde octubre. Fue un placer compartir estos tres años de envío regular de newsletter. Primero con Decisión, durante la campaña electoral, y en este último tiempo con EnClave. Por cualquier comentario podés igualmente escribirme a este mail
CONTENIDO EXCLUSIVO Member

Esta nota es exclusiva para suscriptores.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

¿Ya sos suscriptor?
iniciá sesión aquí

Alcanzaste el límite de notas gratuitas.

Accedé ahora y sin límites a toda la información.

Registrate gratis y seguí navegando.