Los free shop llegaban a ocupar una plantilla de 15 mil trabajadores incluyendo indirectos

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El Ejército, changas y hasta el Mides, el camino obligado de los trabajadores de free shops

El impactó de la pandemia en los comercios fronterizos generó cambios en el día a día de cientos de familias que vivían de la actividad que allí se desarrollaba
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16 de mayo de 2021 a las 05:00

La llegada de la pandemia y la declaración de emergencia sanitaria hace más de un año ha sido uno de los golpes más duros que ha recibido el país en su historia. Uno de los sectores más afectados fue el turismo debido al cierre de fronteras y las exhortaciones del gobierno a reducir la movilidad. Con el (casi) cierre total para el turismo, automáticamente se vieron afectados, entre otros sectores, el de los free shops de la frontera y sus trabajadores.

Según Carlos Loaiza, secretario general de la Cámara de Empresarios de Free Shops y Afines del Uruguay, en el 2020 las ventas cayeron entre 70% y 80% en comparación a un 2019 que “ya no había sido bueno

En esa línea, explicó que, “en sus mejores años”, la actividad en free shops ha llegado a generar unos 5.000 empleos directos y hasta 10.000 indirectos. Sin embargo, al día de hoy, los datos de las empresas que conforman la Cámara de Free Shops muestran que existen entre 95% y 98% de trabajadores en seguro de desempleo.  Marcelo Montico, gerente general de la cadena de free shops Neutral, ejemplificó el impacto que tiene la situación crítica que viven los comercios fronterizos: “En Aceguá, Cerro Largo, más del 47% de la mano de obra ocupada está en los free shops y en muchos casos, son mujeres cabeza de familia”.

El director de Duty Free Americas (DFA) para Brasil, Chile y Uruguay, Andrés Mendelsohn, puso a la empresa que dirige como ejemplo claro del impacto de la pandemia: “Nosotros estábamos con cerca de 700 personas trabajando y hoy estamos con 80 más o menos entre zona franca, tiendas y la compañía de camiones”.

La realidad de los trabajadores

Detrás de los números fríos y de las caídas en las ventas hay personas, hay trabajadores que son directamente afectados y se ven obligados a realizar cambios radicales en su vida. Martín Blanco, de 29 años, trabajaba desde el 2012 en el depósito del Shopping Siñeriz, en Rivera. En marzo de 2020 le tocó pasar a seguro de desempleo y en noviembre fue despedido. “Me dijeron que, debido a la pandemia, no tenían forma de mantenerme en el seguro”, contó.

Blanco vive junto a su madre y Ihasmin, su hija de ocho años, en el barrio Misiones de la ciudad de Rivera. Con el dinero del despido pudo aguantar algunos meses hasta que, como a otros tantos trabajadores, el agua le llegó al cuello y lo obligó a tomar decisiones difíciles. “Fue pasando el tiempo y el dinero se va. No tuve otra opción que incorporarme al cuartel ya que estaban necesitando gente”, relató este trabajador. 

Hace un mes, Blanco, quien finalizó secundaria y realizó cursos de informática y de operador de máquinas forestales, se dirigió al Regimiento de Caballería Nº 2 en el departamento de Durazno, donde aprobó satisfactoriamente las pruebas de ingreso y donde, a partir del próximo mes, comenzará una nueva etapa como soldado, dejando en Rivera a Ihasmin, al cuidado de su madre.

“Es una nueva experiencia, muy difícil porque tengo que separarme de mi hija y dejar todo acá, pero la verdad es que no tengo otra opción”, dijo Blanco, que ahora espera poder volver a Rivera para estar con su familia un fin de semana al mes.

Las dificultades que debieron atravesar los trabajadores son muy variadas. Marta Diniz, representante de la Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios (Fuecys) en Rivera, contó que muchos compañeros de trabajo “que tenían su familia formada y que alquilaban una vivienda, se vieron obligados a volver con sus padres”. También hubo casos de trabajadores que nunca apelaron a la necesidad de hacer uso de los apoyos que otorga el Ministerio de Desarrollo Social (Mides) que “hoy están recurriendo porque no tienen qué comer”, aseguró la dirigente sindical.  “Hay gente que evalúa pedir la baja o el cese de actividades para agarrar unos pesos más”, acotó Mendelsohn del free shop DFA y explicó que “la situación es tan desesperante que las personas no logran focalizarse en que si hoy se quedan sin trabajo, con lo que cobran de liquidación, van a poder tirar tres o cuatro meses más, pero luego están en cero nuevamente”.

Julia Melgares es otra trabajadora del free shop, forma parte de la mesa política del PIT-CNT en la localidad de Río Branco, Cerro Largo, e integra la mesa de Fuecys en ese departamento. Melgares indicó  que las personas que se encuentran en seguro de paro, por ejemplo, están procurando generar ingresos extras a través de la “venta de productos artesanales elaborados en sus casas, salir a cortar el pasto o hasta pintar casas”.

“Se empezaron a ver carteles en las casas de gente que vende tortas fritas, también personas que, por ejemplo, sabían coser y comenzaron a hacer arreglos de ropa. Distintas actividades que son necesarias para llegar a la comida de todos los días”, dijo Melgares y agregó: “Hay niños en las calles que deberían estar estudiando y están vendiendo empanadas y alfajores”. 

Según la representante del PIT-CNT, hasta el vínculo con las mascotas se ha visto afectado, ya que una familia en el departamento de Cerro Largo, tuvo que partir hacia Montevideo procurando una mejora en su situación y se vio obligada a dejar a sus dos perros en un refugio para adopción. “Animales que estaban cuidados y que incluso tenían un chip de rastreo. Eran parte de la familia”, dijo.

José Yuri Borges, un empresario riverense del área de los free shops, transmitió su gran preocupación no solo por los empleos directos que se han perdido sino también por los indirectos. “Los que están sufriendo más son los más vulnerables”, alertó.

Borges entiende que hay muchas familias en Rivera que viven exclusivamente de la gente que va a comprar a los comercios. Personas que venden agua, café o frutas en las puertas de los locales y que hoy, entre protocolos sanitarios y reducción de movilidad, no pueden hacer el peso diario.

Enfermedad, desempleo y solidaridad

Beatriz Silvera es una trabajadora con más de 30 años de experiencia en free shops. En agosto de 2020 perdió su empleo y comenzó a transitar una etapa de depresión que tuvo, en la detección de un cáncer de endometrio (útero), su momento de más zozobra.

“Estuve cuatro meses sin trabajar y sin seguro. Entré en una depresión tremenda y con eso me enfermé. Tuve cáncer de endometrio, me tuve que operar y hoy estoy esperando resultados. Todo eso es por la angustia y la impotencia”, contó Silvera.

Según la trabajadora, que vive con su hijo, quien también está desempleado, la solidaridad de amigos y conocidos, al igual que de una empresa que la contrató en su peor momento, fueron determinantes a la hora de afrontar la enfermedad.

“Tuve varios meses de síntomas, en diciembre se me realizaron los estudios y finalmente en enero me detectaron el cáncer”, dijo Silvera. A finales de diciembre había firmado un contrato hasta marzo de 2021 con un free shop de la ciudad, para realizar una suplencia. Ante la detección del cáncer y la operación que debía realizarse, en lugar de despedirle, la empresa le renovó el contrato y la envió a seguro de paro, permitiéndole afrontar la operación y recuperación posterior con un sustento.

Entre agosto, cuando perdió su trabajo, y hasta la fecha, Silvera ha recibido además, el apoyo de distintos amigos y conocidos, que a pesar de la situación que vive la frontera en general, la ayudaron económicamente.

“En casa vivíamos de mi trabajo, cuando lo perdí, tuvimos que pasar a vivir con lo mínimo indispensable. Llevamos al mínimo el consumo de luz, de agua y cortamos los gastos extra, como por ejemplo, el cable”, contó y agregó que un factor que ayudó mucho fue “tener casa propia”, algo que se logró “con 31 años de mucho trabajo en el free shop”.  Actualmente, Beatriz Silveira se encuentra recuperándose de la operación de cáncer y esperando los resultados de los últimos análisis que le puedan dar mayor tranquilidad.

Mientras tanto los free shops y sus trabajadores esperan la tan anhelada apertura de sus actividades por parte del gobierno para dejar atrás una dura y amarga crisis. La luz parece  estar más cerca.

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