ALEXEY NIKOLSKY / SPUTNIK / AFP

El estado civilización de Putin

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25 de febrero de 2022 a las 21:58

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La invasión de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania, el jueves 24, a punta de bombas, misiles y tanques, nos está haciendo revivir un lóbrego espectáculo típico de la centuria anterior.

Evitar en el siglo XXI el avance de una potencia autócrata y hostil por ambiciones hegemónicas, una preocupación central de la segunda guerra mundial y de la Guerra Fría, es un enorme reto para la seguridad del territorio europeo y los valores occidentales en torno al Estado liberal. 

La operación militar rusa contra la comunidad eslava ucraniana, históricamente marcada por el avasallamiento soviético o ruso, deja en entredicho principios trascendentes del orden internacional desde 1945. Menoscaba el respeto a la soberanía de los pueblos y al derecho a la integridad territorial, dos pilares para la convivencia pacífica, consagrados en el ordenamiento jurídico internacional desde hace casi 80 años, tal como recoge la Carta de las Naciones Unidas (ONU).

El mantenimiento de la paz y la seguridad mundial, la asistencia humanitaria, la protección de los derechos humanos y la defensa del derecho internacional, son salvaguardias para la independencia, autonomía y desarrollo de los pueblos. Y todo ello, además, alimenta un ambiente de certezas para una vida cosmopolita a tono con la globalización. 

Se trata de fundamentos del Estado liberal que más que justifican la posición del gobierno de Luis Lacalle Pou en apoyo a la agredida Ucrania: “Rechazamos las acciones contrarias al derecho internacional y a los principios de la ONU. Urge que vuelvan las negociaciones para resolver civilizadamente el conflicto”, expresó el presidente.

El Ministerio de Relaciones Exteriores, por su lado, profundizó la posición de Uruguay al considerar en un comunicado que la invasión de Rusia viola el artículo 2 de la Carta de la ONU, al establecer que los países miembros “se abstendrán  de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado”.

“Rusia debe respetar la integridad territorial y la independencia de Ucrania”, afirma el texto, difundido el jueves 24, que brega por la vía diplomática. 

La evolución del conflicto desde hace ocho años nos ofrece una mejor perspectiva de la estrategia geopolítica oculta de Putin en Ucrania, que no era otra cosa que la de extender los tentáculos del Kremlin. 

Y ello demuestra que Uruguay se equivocó en abstenerse de apoyar una resolución de la Asamblea General de la ONU, del 27 de marzo de 2014,  que exhortaba a no reconocer la anexión de Crimea  y la ciudad Sebastopol, por parte del Kremlin, apoyada por 100 países, incluida las naciones europeas y Estados Unidos. 

En cambio, el paso del tiempo, refuerza un análisis de 2019 del respetado Gideon Rachman, del diario británico Financial Times, advirtiendo que alrededor de Putin estaba creciendo la idea de que Rusia representa una “civilización euroasiática única” que no debe integrarse a Occidente. 

La idea de un Estado que no solo representa un territorio histórico, una lengua y un grupo étnico en particular, sino una “civilización distintiva”. 

El “Estado civilización”, que bien podría estar detrás del plan sangriento de Putin en Ucrania, es una noción que la diplomacia occidental subestimó o no vio venir.

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