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El litio y sus contrastes

En la zona desértica de Chile y Argentina, hay posiciones encontradas sobre la explotación del metal
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24 de diciembre de 2016 a las 05:00
Por Todd C. Frankel y Peter Whoriskey
The Washington Post


En el aire delgado de los salares, a casi 13 mil pies sobre el nivel del mar, los indígenas de Atacama hacen frente a una lucha constante.

Pastorean llamas y cabras en tierras áridas, tejen sombreros andinos para conseguir dinero y mastican hojas de coca para combatir los efectos vertiginosos de la altitud. Viven en casas hechas con ladrillos de barro, que tienen techos de láminas de metal corrugado pesado para soportar los fuertes vientos.

Sin embargo, debajo de su tierra ancestral hay un tesoro del mundo moderno de Silicon Valley: el litio.

Este metal albo plateado es esencial para crear las baterías de iones de litio que alimentan los teléfonos inteligentes, las computadoras portátiles y los vehículos eléctricos.

La popularidad de estos productos desató un asalto de la tierra en la región de Atacama de Chile, de donde las compañías mineras llevan años extrayendo miles de millones de dólares de litio. Pero las empresas no se conformaron con esa única zona, por lo que ahora están acudiendo a las tierras vecinas de Atacama en Argentina para buscar el mineral conocido como "oro blanco".

Sin embargo, el empobrecido Atacama vio poco de las riquezas.

Por ejemplo, de acuerdo con contratos no revelados, una empresa de litio financiada con capitales chilenos y canadienses llamada Minera Exar llegó a acuerdos con seis comunidades aborígenes para crear una nueva mina. Se espera que la operación genere US$ 250 millones al año en ventas, pero cada comunidad recibirá un pago anual de entre US$ 9.000 y US$ 60 mil.

Durante las visitas a las seis comunidades indígenas que se encuentran en un desierto rodeado de montañas, a unos 25 kilómetros de la frontera noroeste entre Argentina y Chile, The Post encontró un sorprendente contraste. Las multinacionales se benefician de las riquezas minerales mientras que las comunidades luchan para pagar por los sistemas de saneamiento, el agua potable y la calefacción en las escuelas.

"Las compañías de litio sacan millones de dólares de nuestras tierras", dijo Luisa Jorge, líder en Susques, una de las seis comunidades alrededor de las salinas. "Las empresas son conscientes de esto. Sabemos que deben darnos algo a cambio, pero no lo están haciendo", acotó.

Muchas de las comunidades también temen que las plantas de litio, que utilizan gran cantidad de agua, profundicen la sequía en la región, que recibe menos de 4 pulgadas de lluvia al año. Al menos una de las seis comunidades, la de Pastos Chicos, debe traer agua potable de otros lados.

"Es como una broma", dijo Bruno Fornillo, investigador del Consejo Nacional de Investigación Científica y Técnica de Argentina, que estudia el impacto de la minería de litio. Las empresas "piensan que los indígenas son piedras en el camino; si hay un problema, tienen que patearlas al costado".

En respuesta a las quejas, las compañías mineras dijeron que respetan la legislación ambiental y que el auge del litio también trajo beneficios para los residentes. Los empresarios destacaron la creación de nuevos empleos y la inversión de cientos de millones de dólares en una de las regiones más pobres de Argentina.

Sin embargo, la resistencia no es difícil de encontrar. Una pancarta que decía "El litio pertenece a la gente local" recibió hace poco tiempo a los viajeros afuera del aeropuerto de Salta, que es frecuentado por ejecutivos de la minería. En el camino a las salinas se puede leer un mensaje pintado con spray que dice "No a la contaminación de las minas". Y los asentamientos están llenos de gente preocupada por el futuro.

El auge del litio –con trabajos para unos y preocupaciones por otros– dividió a las comunidades.

Es un buen momento para poseer una planta de litio. El mercado está en alza, con precios de contrato hasta 250% superiores a los de hace cinco años, y siguen en aumento. Debido a los sueldos que ofrece, muchos de los lugareños de Atacama están satisfechos con la llegada de la minería de litio. Cada puesto paga alrededor de US$ 1.000 por mes, un salario típico en Argentina y uno muy bueno en esta región.

En Olaroz Chico, uno de los seis pueblos de la zona y el que se encuentra más cerca de las plantas, muchos expresaron su satisfacción con las operaciones de litio. "Sin litio estaríamos muriendo de hambre", dijo Apolinar Nieva, que trabaja hace años como minero.

La salmuera de litio fue descubierta en la región andina en 1962. Argentina es el tercer mayor productor del mundo y se espera que supere a Chile en la próxima década. Una docena de compañías están explorando las salinas argentinas estimuladas por el alza del precio y el impulso del gobierno a los negocios

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