Eduardo Espina

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El mundo a lo alto

Las excepciones hacen que las competencias deportivas sean menos predecibles, más democráticas, y también mucho más atractivas
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05 de junio de 2017 a las 00:54

La nueva estrella de la MLB (la principal liga de béisbol del mundo) es el venezolano José Altuve, que juega para los Astros de Houston. Un fenómeno. Mide 1,65 metros de estatura. Es el jugador más bajo de toda la liga y si continúa jugando a este alto nivel será finalista para “jugador del año”. En el mismo equipo juega el afro-americano Tony Kemp, quien tiene la misma estatura y va camino a convertirse en estrella, si ya no lo es. La temporada 2016-2017 de la NBA transformó en estrella rutilante a Isaiah Thomas, base de los Celtics de Boston. Fue la razón principal por la cual su equipo llegó este año a la final de la conferencia del este contra los Cavaliers de Cleveland.

Durante la larga temporada Thomas se cansó de dar gimnásticas lecciones de prestidigitación con la pelota, haciendo jugadas que recordaban a las del repertorio de Michael Jordan. ¿Cómo es capaz de elevarse en el aire como globo aerostático controlado y pasar por entre moles gigantescas sin necesidad de visa? Thomas es una especie de milagro de la naturaleza y del deporte, pues con 1,75 metros de estatura logra brillar en una liga hipercompetitiva, en la cual los principales jugadores franquicia superan los 2 metros de altura, como LeBron James (2,01) o Kevin Durant (2,06). Con la presencia de figuras musculosas, cuyas anatomías parecen cinceladas a mano, casos Cristiano Ronaldo y Christian Bale en fútbol, Novak Djokovic y Rafael Nadal en tenis, o los recién citados en básquetbol, el mundo actual de los deportes ha impuesto la imagen del atleta tipo historieta de Superman o Batman, cuyos logros en la realidad están directamente relacionados con el volumen de su cuerpo.

Las excepciones, afortunadamente en todos los deportes, con Lionel Messi a la cabeza, hacen que las competencias sean menos predecibles, más democráticas, y también mucho más atractivas visualmente, pues la disparidad de alturas impide que todo tenga la temible monotonía de un ejército nazi. Además, motiva a los nuevos atletas a confiar más en su poderío mental y en su talento innato, y no tanto en la mala repartición de centímetros que la naturaleza ha hecho.

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