"No es reedición, es redención", cantó Ricardo Mollo el sábado pasado frente a un Teatro de Verano cargado de 5000 personas que casi llenaron el lugar a pesar de la lluvia insoportable y el frío que azotaron al Teatro de Verano durante la noche. Tiene sentido recordar esas líneas de Amapola del 66 en un concierto de una banda que cada vez parece más sólida y removedora.
Por fuera de las considraciones musicales, haber asisitido a ver a Mollo, Arnedo y Ciavarella dejó la sensación de que Divididos pasó a otro nivel de consideración para el público local. En un momento del concierto, alguien vinculado a la producción me comentó que hace uno o dos años, Divididos era una banda que no pasaba de las 2.000 entradas vendidas.
Es difícil precisar qué cambió. Pero hay cosas que son notorias. Por ejemplo, las canciones del propio Amapola... que no tienen que envidiar nada a las anteriores en el marco de ese estilo tan tradicional, cercano a algunas referencias muy manifestadas por la banda como Hendrix y el folclore argentino. Y a la vez potente y disfrutable en cada componente por sí solo: los riffs de Mollo, la pirotecnia de Ciaravella tras los parches o el movimiento frenético de Arnedo sobre el puente de su bajo, una técnica que ni los bajistas de rock más notorios (el estadounidense Flea, por poner un ejemplo notorio) podrían dejar de reconocer.
En base a ese repertorio, que no fue tan cercano al de Audio y agua -último disco en vivo- y sí entregó las canciones que la gente siempre va a escuchar (después de todo, Divididos no viene todos los años), Divididos se permitió momentos de reposo rockero-folclorista que hicieron al concierto aún más climático. También entregaron un emotivo set casi acústico con Par Mil y Spaghetti del Rock, dos canciones que están incluidas dentro de lo mejor del rock argentino post año 2000.
Decía que muchas de las canciones de Amapola del 66 tienen poco que envidiar a temas como los mencionados arriba. Quizá por eso, y por mantenerse fieles a un estilo de tocar rock muy cercano a esta región, además de por mantener de alguna manera el vínculo con ese rock argentino de los años 80 y 90 que marcó a un montón de fanáticos de la música uruguayos, es que Divididos parece emerger como un nuevo clásico. Como una banda que no está en discusión para el público local. Como una que todos los años hay que ver, cuando menos para acordarse en cada Rasputín, cada Ala Delta o en cada canción nueva que tengan para traer, que todavía hay mucho para escucharles y descubrirles.
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