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El nuevo hincha del fútbol uruguayo

El renovado modelo de negocio, que impactó en las formas de quienes habitan la tribuna, refuerza los ingresos de los clubes
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23 de abril de 2018 a las 05:00
La imagen del Estadio Centenario pintado de amarillo y negro, con entradas agotadas para quienes ocupaban el 70% del cemento, y con lugares disponibles para los tricolores, que tenían el resto de las tribunas, devuelve una realidad que va a contrapelo de lo que sucedió históricamente en ese mismo lugar en el fútbol uruguayo.

Para algunos se puede leer como la fidelidad de unos y el abandono de otros, si lo miran con los lentes de la pasión. Sin embargo, habrá que asumir que definitivamente los hábitos de los hinchas están cambiando y ya no solo a través de lo que se puede ver bajo el paraguas de la violencia y la seguridad, sino el verdadero protagonista de esta historia es la monetización de la pasión y el cambio en el modelo de negocio de los clubes, que se apegaron a las costumbres europeas y abandonaron las viejas prácticas caseras.

Aquellos estadios divididos en partes iguales para los dos, en donde se reflejaba levemente el momento deportivo porque la Olímpica se torcía para un lado o para el otro, le dieron espacio al nuevo escenario con esa tribuna en poder de quien oficia de local y con una nueva modalidad: primero cuestiones de seguridad y, finalmente, el ingreso gratuito de los socios estableció ese nuevo modelo de negocio.
Hasta hace una década, los tesoreros de los clubes chicos esperaban a los grandes para recaudar. Hoy, un poco atado a la reacción rebelde de querer igualdad y otro porque los hinchas de Nacional y Peñarol ya no salen a las canchas chicas ni van al Centenario, no les sirve llevar los partidos al estadio del Parque Batlle y buscan canchas económicas y reducidas para lograr las mayores ganancias con la menor inversión.


También los tesoreros de los grandes se frotaban las manos cuantos más clásicos tenían en la temporada. Cada partido dejaba hasta medio millón de dólares. Hoy les da igual, porque las entradas que comercializan son cada vez menos y los ingresos genuinos se concentran en las cuotas sociales y en la fidelización de los parciales con otros desembolsos: las butacas y los palcos. Los socios ya no compran una entrada sino que pagan todos los meses por su pasión y los ingresos se multiplicaron por 12.

El cambio cultural

Desde que Nacional y Peñarol empezaron a oficiar de locales en sus estadios, el Gran Parque Central y el Campeón del Siglo –mucho antes el de los albos, que reabrió su centenario estadio en 2005– fue cambiando la cultura de la tribuna y reforzando el sentido de pertenencia de los parciales con su cancha.
Lentamente, aquello se fue haciendo cada vez más visible: cuando Nacional jugaba en el GPC convocaba más público que de visitante –frente al mismo rival y en circunstancias similares–, por las comodidades y porque a través del tiempo fueron los palcos y butacas que le dieron al espectador un confort que no tiene en otro lugar, tampoco en el Centenario. Eso, asociado al hecho de llegar unos minutos antes del partido y tener su lugar asegurado, le daba una comodidad diferente a la de las otras canchas.

Casi en paralelo, las movidas de marketing para multiplicar el padrón social, profundizaron esa tendencia del sentido de pertenencia y generaron un nuevo escenario. ¿Cuál? Los socios de Nacional y Peñarol comenzaron a ingresar gratis a todos los partidos. Los dos clubes tienen cerca de 100.000 socios, por tanto necesitarían más de dos Estadio Centenario para que ingresen todos.

Clink, caja: vendieron 45.000 entradas; para los albos quedaron 1.200 América.
¿Qué sucedió en el clásico de este domingo, entonces? ¿Por qué Peñarol agotó entradas y Nacional, que vendió la mitad, no lo consiguió? Lo que pasó fue que los socios de Peñarol ingresaban gratis canjeando su entrada en un local de cobranza y podían ver el clásico sin pagar un peso. Los socios de Nacional tenían un 30% de descuento sobre precios que fueron establecidos en $ 1.000 para la tribuna América y $ 500 para la Colombes para público general. Los socios albos abonaron $ 700 y $ 350.
Este es el nuevo escenario del fútbol uruguayo donde el marketing y las campañas de socios cambiaron las costumbres del hincha, que ahora busca confort y beneficios a la hora de adquirir un boleto para ver un partido de fútbol. Saca las entradas por Internet, no hace colas en las boleterías del estadio y paga más por su pasión.

Es por esa razón que los encargados de marketing ya tienen que pensar de qué forma instrumentarán los ingresos para los clásicos de 2019 que se jugarán en el Gran Parque Central y el Campeón del Siglo, porque las capacidades de sus estadios ya no brindan lugar para los casi 100 mil hinchas que tiene cada uno y deberán encontrar la forma de cotizar los lugares. Podrán enfocarse en el modelo de Barcelona o en el de cualquier otro equipo europeo que hizo del espacio en la tribuna una alcancía gigante.
De cualquier manera, el fútbol avanza hacia un solo camino: la profesionalización de su gestión y más ingresos a partir de la monetización de la pasión.

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