Desde hace mucho tiempo me ha preocupado el 2022 como año fatídico de un ciclo de 20 años. Es que cuando era niño algunos de mis mayores asignaban el origen de la inestabilidad económica al dólar fijo en 11 pesos en 1962 y la gran devaluación con inflación de 1963, a partir de la cual nunca se había recuperado la estabilidad. Veinte años después, mi padre, que aunque no tenía título de economista entendía el funcionamiento económico con una claridad meridiana me advirtió a comienzos de 1981 el estallido de la tablita que vendría apenas pasaran las elecciones internas de noviembre de 1982, cuando la dictadura militar se jugaba su supervivencia manteniendo una falsa estabilidad basada en atraso cambiario.
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