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Elecciones de mitad de período en EEUU serán realmente históricas

La persistente creencia de que a Donald Trump le robaron la presidencia en 2020 ha puesto al propio sistema político estadounidense en la boleta electoral

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03 de noviembre de 2022 a las 16:00

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Edward Luce

Las derrotas de mitad de período pueden cambiar drásticamente las presidencias estadounidenses. Piensa en los republicanos y la "revolución" de Newt Gingrich en 1994; en la ola demócrata de Nancy Pelosi en 2006; o en el arrasamiento del Tea Party en 2010. Estos hechos supusieron la muerte de los programas nacionales de Bill Clinton, de George W. Bush y de Barack Obama, respectivamente. Si los demócratas pierden la semana que viene, Joe Biden correría una suerte similar. Sin embargo, la campaña de 2022 pertenece a una clase única. Aproximadamente la mitad de los republicanos que se están postulando para cargos federales o estatales creen que la presidencia le fue robada a Donald Trump en 2020. Eso significa que el propio sistema político estadounidense está en la boleta electoral el próximo martes.

Lo más importante que los demócratas tienen a su favor es el temor a lo que su derrota supondría para la república estadounidense. Según la mayoría de las estándares históricos, el partido de Biden debería estar dirigiéndose hacia una significativa derrota. La inflación está en su punto más alto de los últimos 40 años. La tasa de homicidios va en aumento. Y el índice de aprobación del presidente está muy por debajo del 50 por ciento que anteriormente se ha necesitado para que su partido mantenga el control del Congreso. La mayoría de las encuestas han sugerido que los republicanos se apoderarán de ambas cámaras. Pero los encuestadores estadounidenses están padeciendo de una crisis de confianza en sí mismos. Es posible que sus modelos estén compensando en exceso el haber pasado por alto la intensidad de la participación republicana en los últimos tres ciclos.

Una noche de buenos resultados para los republicanos tendría dos consecuencias. La más trivial sería un regreso a una tóxica parálisis en Washington. Los republicanos pretenderían iniciar un proceso de destitución en contra de Biden, y los demócratas fingirían que les importa. Habría mucha fanfarronería política, pero pocas consecuencias reales. El teatro político de Washington se está volviendo cada vez más desagradable. Pero el impacto en el mundo real es limitado. Este kabuki puede incluso beneficiar a Biden si se postula de nuevo en 2024. Cuanto más caótico elija ser el Congreso, más podrá Biden hacer de su madurez una virtud. El único daño real que podrían causar los republicanos es si cumplen su amenaza de no elevar el techo de la deuda estadounidense. Eso pudiera desencadenar una caída del mercado. La mayor parte del resto es un macabro postureo.

Por otro lado, lo que ocurra en los estados individuales pudiera alterar el curso de la historia estadounidense. Esto específicamente se trata de las elecciones a gobernador y a la legislatura en Pensilvania, Arizona, Wisconsin y Michigan. Cada uno de estos estados pendulares tiene un candidato republicano a gobernador que afirma que Biden se robó la presidencia. En 2020, tres de estos cuatro estados tenían gobernadores demócratas. El otro, Arizona, tenía un gobernador republicano, Doug Ducey, quien ahora es tratado como un traidor por la base radical de Trump. Ducey se negó a impugnar la victoria de Biden hace dos años. Cualquiera de estos republicanos que gane la próxima semana se ha apuntado para hacerlo en 2024.

Los partidarios más sofisticados del mito de Trump de unas elecciones robadas se adhieren a la "teoría de la legislatura estatal independiente", la cual dice que la constitución estadounidense le otorga a la asamblea de un estado el poder de decidir el resultado de las elecciones federales, incluyendo la presidencia. La doctrina no tiene base alguna en el derecho constitucional. Pero eso no ha impedido que los revisionistas hayan tenido éxito en el pasado. La segunda enmienda de la Constitución estadounidense, por ejemplo, protege la existencia de "milicias bien reguladas", no de arsenales privados no regulados. Sin embargo, esto último se transformó en un consenso judicial conservador. La interpretación de la ley electoral estadounidense pudiera estar yendo hacia una dirección similar.

La ansiedad en relación con el espectro de una guerra civil estadounidense ha ido creciendo desde el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. El atentado contra Nancy Pelosi del pasado viernes — en el que un secuestrador potencial armado con un martillo irrumpió en su casa de San Francisco y causó la hospitalización de su marido de 82 años — ha avivado esos temores. El hecho de que Trump y muchos republicanos de alto rango no condenaran el ataque no es tan sorprendente como es inquietante. Pero el peligro para la democracia liberal estadounidense es más de arriba hacia abajo que de abajo hacia arriba. Proviene de los capitolios de los estados y de la judicatura, no de la proliferación de ejércitos ciudadanos. Esto último sigue siendo extremadamente improbable. Lo primero está en la boleta electoral de la próxima semana.

Entonces, ¿por qué a tantos votantes parece no importarles? La brutal realidad es que la mayoría de los votantes ven una democracia saludable como algo agradable más que un factor decisivo. Proteger a la república estadounidense de sí misma principalmente es una preocupación de la élite. El precio de la gasolina y la seguridad física ocupan un lugar mucho más alto en las prioridades de los votantes. Sin embargo, millones de personas en la derecha se han tragado el cuento de que las elecciones estadounidenses están plagadas de fraudes masivos. Éste es el tipo de creencia que se arraiga entre quienes se sumergen en una vorágine de conspiraciones del Internet. Sus candidatos dicen defender la "integridad de las elecciones", lo cual es un código para decir "si perdemos, nos engañaron".

Si 2024 se convirtiera en otra elección disputada, el sentimiento popular contaría poco. La Corte Suprema de EEUU decidiría.

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