Seis de cada diez muertes ocurridas el año pasado eran prevenibles o tratables.

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En 2022 hubo más de 9.000 muertes evitables, según informe académico

Informe de la Comisión Honoraria de Salud Cardiovascular advierte porque cuatro de cada diez fallecimientos en Uruguay son prevenibles y dos de cada diez causas de muerte tratables
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20 de octubre de 2023 a las 05:02

¿Qué hubiese ocurrido si los terroristas de Hamás no se adentraban en el territorio israelí el pasado sábado 7 de octubre? ¿O si Colón no hubiese navegado en dirección opuesta a las Indias? ¿O si a Newton no se le hubiese caído encima la manzana del árbol? La historia cabalga al ritmo de preguntas sin respuestas. De esas preguntas —o de algunas de ellas— que la ciencia usa de guía para simular escenarios hipotéticos. ¿Qué hubiese pasado si Fulano no se hubiese muerto por esa enfermedad que era prevenible o si Sultana no hubiese fallecido de ese padecimiento tratable? Esa duda llevó a la Comisión Honoraria de Salud Cardiovascular a investigar y concluir que al menos 9.429 muertes registradas en Uruguay durante el último año podrían haberse evitado.

Las “muertes evitables” fueron botín de disputa política durante la emergencia sanitaria del covid-19. Integrantes del Sindicato Médico del Uruguay y del Frente Amplio habían acusado al gobierno de turno por la falta de medidas que evitaran cientos de muertos del covid-19, cuando los científicos asesores (GACH) pedían reducir la movilidad. El entonces ministro de Salud Pública, Daniel Salinas, llegó a reconocer ante el Parlamento, cuando fue interpelado: “Sin tener en cuenta la vacunación, la restricción de la movilidad hubiera influido un 15% en la reducción de la mortalidad”.

Fuera del juego dialéctico de la política, en la literatura médica el concepto de “muerte evitable” es un indicador clave para comprender la calidad de un sistema sanitario y, sobre todo, para evaluar las políticas públicas que se implementan (y las que no). Para decirlo más sencillo: hay quienes mueren de tétanos o difteria, pero esas son enfermedades que, vacunación mediante, la humanidad logró prevenir. Puede que haya fallecimientos por apendicitis, pero los catálogos de la Organización Mundial de la Salud enfatizan que un padecimiento de este tipo es tratable y, si la persona tiene el debido acceso al servicio de salud, no tendría que morirse (al menos no por esa causa). Lo mismo pasa con un accidente de tránsito que pudo haberse prevenido, el uso de preservativos para no contraer el VIH o el acceso a los antirretrovirales para tratar la dolencia cuando se contrae, o…

Seis de cada diez muertes de menores de 75 años acontecidas en Uruguay en 2022 eran evitables. Luego de esa edad, se supone, la “evitabilidad” es  más discutida porque la persona empieza a superar la esperanza de vida al nacer. Pero, antes de eso, hay un conjunto de causas de fallecimiento que no debería desencadenar tantas muertes.

De hecho, el área de estadísticas de la Comisión Europea actualizó el año pasado el listado de enfermedades que son evitables: algunas porque se pueden prevenir y otras porque se pueden tratar una vez contraída.

De diez muertes en uruguayos menores de 75 años, cuatro no se pueden evitar, otras cuatro se pueden prevenir y las restantes dos se pueden tratar. Ese es el cálculo al que llegó la Comisión Honoraria luego de estudiar los miles de certificados de defunción y estadísticas vitales.

“Casi la totalidad de las causas externas (como homicidios, suicidios y accidentes) son muertes evitables dentro del componente ‘prevenibles’, al igual que casi un tercio de las defunciones por enfermedades cardiovasculares y poco más de un tercio de las enfermedades por cáncer”, dice el estudio.

En la juventud —tras superar los escollos de la niñez— es cuando se producen menos muertes. Pero es en esa etapa, a la vez, cuando los fallecimientos son más evitables. Dicho de otra manera: ocho de cada diez defunciones de jóvenes uruguayos de entre 15 y 34 años se podrían haber prevenido o tratado a tiempo.

El dramaturgo español Alejandro Casona decía que “no basta con ser joven: es preciso estar borracho de juventud, con todas sus consecuencias”. La juventud lleva consigo la asunción de riesgo —o la baja percepción de lo mismos. En especial entre los varones. Mientras el 69% de los decesos de mujeres jóvenes era evitable el año pasado, entre los hombres lo era el 83%. No solo eso: tres cuartas partes eran prevenibles (como los suicidios o los asesinatos).

Sube sin parar

Las enfermedades cardiovasculares siguen siendo la principal causa de muerte en Uruguay. En el último año fueron casi la cuarta parte de los 39.321 fallecimientos que registró el Ministerio de Salud Pública. Son patología que suelen verse con más asiduidad en los adultos mayores y, como las mujeres viven más años, suelen aquejar más a ellas que a ellos.

Tanto es así que, si se tienen en cuenta aquellas muertes que sucedieron antes de superar la esperanza de vida al nacer (es decir que a la persona le quedaba, por estadística, un trecho por vivir), puede decirse que el último año se perdieron 15.468 años de vida potencial por muertes de mujeres acuciadas por enfermedades cardiovasculares, y 15.206 años por decesos de varones con los mismos tipos de patologías.

Hasta ahí el 2022 no fue una excepción. Pero hay un dato que sorprendió a los técnicos y que el propio informe académico insiste en que “requiere un análisis en mayor profundidad”: el incremento de muertes por paros cardíacos.

En 2019, antes de la pandemia, hubo 13,7 muertes por paros cardíacos cada 100.000 habitantes. Tres años después se elevó a 31,7 cada 100.000. Ese salto posicionó a esta causa como la tercera más frecuente entre las enfermedades cardiovasculares. 

Ocurre que casi todos morimos de un paro cardíaco —en el sentido de que el corazón deja de latir—, pero la causa básica que lleva a ese paro por lo general es otra. ¿Existen muertes cuya causa básica sean paros cardíacos? Sí, pero son los menos y, en criollo, se las conoce como muertes súbitas que no se logran reanimar.  

“La razón por la que vienen aumentando los registros de muertes por paro no la sabemos y nos preocupa, sobre todo nos preocupa porque al ser muertes súbitas se desconoce la causa detrás para poder tratar”, reconoce el presidente de la Comisión Honoraria, el cardiólogo Víctor Dayan.

El equipo que realizó el informe —entre los que estuvo Dayan— todavía no ensayó una respuesta a las razones y exigió más datos a Estadísticas Vitales de Salud Pública. Puede que haya un error de registro, aunque es extraño ese aumento sostenido. “La única manera de realmente saber el motivo es la creación de un registro nacional de paros cardíacos extra-hospitalarios”, dice Dayan.

La Comisión trabaja sobre un registro obligatorio que tendrán que hacer aquellas instituciones brindan asistencia fuera de los hospitales.

Lo cierto es que este incremento de los paros viene arrastrándose desde antes de la pandemia, pero ahora sigue al alza en un contexto de “exceso de muertes”. Como había acontecido en 2021, el año pasado Uruguay volvió a registrar más fallecimientos de los que cabría esperarse por la marcha histórica: 14% más.

Las enfermedades cardiovasculares, en cambio, tuvieron un exceso mínimo del 1%, un guarismo que podría explicarse por el envejecimiento poblacional y no por los avatares de la pandemia del covid-19.

Los niños pobres tiene ocho veces más chances de morir que los ricos

La muerte, dicen, es democrática: les llega a todos sin distinción de credo o bolsillo. Pero el estudio de la Comisión Honoraria de Salud Cardiovascular da cuenta de que la tasa de mortalidad es más alta —y se da a edades más tempranas— en los barrios más pobres.
Como publicó La Diaria, “la tasa de mortalidad para los menores de 15 años en la región de mayor vulnerabilidad social es aproximadamente ocho veces mayor que la registrada en la región de menor vulnerabilidad social”.
Esto se da en un contexto claro: “A mayor incidencia de pobreza, mayor presencia de muertes en menores de 54 años y mayor predominio masculino”.
El Observador ya había dado cuenta de que los barrios más envejecidos de Montevideo son aquellos de la costa sur-este, y, por consiguiente, más ricos.

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